Desde hace más de dos siglos, el Himno Nacional acompaña a los argentinos en múltiples escenarios: actos escolares, eventos deportivos, fechas patrias, manifestaciones políticas y celebraciones cívicas. A veces recitado en murmullos, otras entonado con fervor, este símbolo sonoro refleja las tensiones, apropiaciones y sentimientos que giran en torno a la identidad nacional.
El origen del himno se remonta al 22 de julio de 1812, cuando el Primer Triunvirato sugirió al Cabildo de Buenos Aires la composición de una “marcha patriótica” que pudiera interpretarse en teatros y escuelas, con la intención de exaltar el espíritu del pueblo. Un año después, en 1813, la Asamblea General Constituyente encargó la letra a Vicente López y Planes y la música a Blas Parera. La obra fue aprobada oficialmente el 11 de mayo de ese año.
La tradición popular afirma que su primera interpretación se dio en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson, aunque no existen documentos que confirmen el hecho.
En sus orígenes, la letra era marcadamente independentista y antiespañola, en sintonía con la lucha por la emancipación. Sin embargo, la Asamblea pidió modificaciones para suavizar su contenido frente al contexto diplomático del momento.
Con el paso del tiempo, también la música sufrió adaptaciones. En 1860, el músico Juan Pedro Esnaola realizó una versión orquestada más compleja, basándose en anotaciones del propio Parera. Esta versión duraba cerca de 20 minutos, lo que motivó su reducción: en 1900, un decreto del Poder Ejecutivo oficializó una versión más breve para actos públicos, que fue acortada aún más en 1924, quedando entre 3 y 4 minutos.
El hallazgo posterior de una partitura atribuida a Blas Parera en el Museo Histórico Nacional inspiró nuevos arreglos a la versión de Esnaola, que se presentó en 1927 en el Teatro Colón. Las críticas llevaron al entonces presidente Marcelo T. de Alvear a recomendar una versión más fiel a la de Esnaola.
Finalmente, por decreto N° 10.302 del 24 de abril de 1944, el Himno Nacional fue aprobado oficialmente en su versión actual, transcripta por Luis Lareta en base a lo acordado por el Poder Ejecutivo en 1928.
Más allá de los cambios musicales o los diferentes contextos en los que es cantado, el Himno Nacional sigue siendo una pieza fundamental de la vida argentina: como grito, como símbolo, como ritual o como herencia. Una canción que, en sus distintas formas, sigue resonando en la memoria colectiva del país.
Un hito en la historia del Himno ocurrió en 1990 con la versión de Charly García. El músico hizo una versión distinta a la tradicional. Eso provocó una polémica y una demanda en la justicia por ultraje a un símbolo patrio.
En la versión de Charly, el texto es el mismo; y si bien el tempo tampoco varía, la música sufre ligeras modificaciones. Las principales innovaciones son melódicas; también hay cambios en la instrumentación, la dinámica y la textura vocal.
Sin embargo, en 1990, una persona presentó una demanda por ultraje a un símbolo patrio, lo que llevó al músico a un juicio. El juez desestimó la demanda, considerando que no había delito. Y en el año 2000, la Justicia autorizó la difusión de la versión de Charly en las radios.
Esta controversia –que estuvo en la agenda pública por mucho tiempo y generó acalorados debates– marcó un antes y un después en la forma en que se percibe el Himno Nacional Argentino. Y una prueba de ello, es cómo se entona hoy en las canchas de fútbol y eventos deportivos, con un fervor que dista mucho del acto escolar o el protocolar.
Himno Nacional Argentino
¡Oid mortales el grito sagrado
libertad, libertad, libertad!
oid el ruido de rotas cadenas
ved el trono a la noble igualdad.
Ya a su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud,
y los libres del mundo responden
¡Al gran Pueblo Argentino salud!
Sean eternos los laureles,
que supimos conseguir,
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.