
Este 26 de noviembre de 2025 será recordado como una jornada oscura para la industria argentina. La multinacional de electrodomésticos Whirlpool comunicó el cierre definitivo de su planta en el Parque Industrial de Pilar, en la provincia de Buenos Aires.
La noticia, dada a conocer a los empleados en el comedor de la fábrica, fue un golpe artero para las 250 a 300 personas que conformaban la dotación, incluido el personal de administración y recursos humanos.
El anuncio, que según testimonios de los propios trabajadores no tuvo un previo aviso, culmina un proceso de ajustes que venía desarrollándose en la compañía desde meses atrás, en un contexto de caída libre del consumo interno y una reconfiguración de sus operaciones a nivel global.
La planta de Pilar, inaugurada en octubre de 2022, representaba una apuesta estratégica para la fabricación de lavarropas de alta capacidad, destinados no solo al mercado local sino también a la exportación, principalmente a Brasil.
🚨🚨 Whirlpool cerró su planta de Pilar y echó a sus 220 trabajadores pic.twitter.com/mqGtOIvxNk
— El Economista (@ElEconomista_) November 26, 2025
Este cierre, apenas tres años después de aquel acto inaugural, simboliza la volatilidad de las inversiones productivas en la Argentina libertaria que produce afectación en la productiva provincia.
La versión oficial, manejada por la compañía, alude con los eufemismos clásicos a “directrices estratégicas de eficiencia operativa y asignación responsable de fuentes” por parte de su unidad brasileña, Whirlpool S.A., que controla las operaciones en la región.
La sorpresa y la respuesta gremial
La manera en que se comunicó la decisión intensificó el dramatismo de la jornada. Según Ignacio Cabezas, uno de los trabajadores desvinculados, la comunicación fue directa y sin preámbulos, ofreciendo transporte inmediato a quienes quisieran retirarse.
La reacción del personal fue unánime: la permanencia en el predio hasta obtener una “respuesta coherente”. Este tipo de desvinculación abrupta, que busca evitar la toma de la planta o el bloqueo de operaciones, generó una inmediata movilización.
Rápidamente, representantes de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), el sindicato que nuclea a los trabajadores, se hicieron presentes en el lugar.
La sorpresa no fue exclusiva de los operarios. El gremio, si bien estaba al tanto de los recortes de personal y la eliminación de un turno de producción que ocurrieron a lo largo de 2025, se mostró igualmente consternado por la medida final.
Meses antes, la UOM había negociado la no renovación de unos 60 contratos eventuales y suspensiones, como parte de un plan de reestructuración que ya ponía en evidencia la debilidad del mercado.
Sin embargo, el cierre total marca un punto de inflexión, transformando un ajuste gradual en una cesación completa de las actividades fabriles.
Clima hostil para la producción
El desenlace en Pilar no es un hecho aislado. Se inscribe en un panorama de creciente dificultad para las empresas de línea blanca y de capital intensivo en el país.
La fuerte caída del consumo y la pérdida de competitividad frente a productos importados, facilitada por políticas de apertura comercial y por la fluctuación del tipo de cambio, presionan severamente los márgenes de rentabilidad.
La propia Whirlpool reportó resultados globales por debajo de las expectativas a lo largo de 2025, en sintonía con una industria de electrodomésticos que se mantenía estable o disminuía ligeramente.
En este contexto, la planta de Pilar, dedicada a la fabricación de lavarropas de gran porte, se convirtió en una variable de ajuste dentro del plan de “descentralización de las operaciones” de la corporación.
Aunque la empresa asegura que mantendrá sus actividades de importación, comercialización y distribución en el país, la decisión pone en duda el futuro de la producción de línea blanca y el destino de cientos de familias que ahora engrosan las filas de la desocupación. (Infocielo)

















