
Arde Avellaneda. Arde porque sale fuego del corazón de Racing y porque de este River de 2025 ya solo quedan cenizas. La Academia ganó el partido que necesitaba ganar, uno de esos que no se olvidarán fácil, con idas y vueltas, con nerviosismo, con golazos, con errores también. Y con el grito de Martirena y Maravilla que hizo rugir en el último suspiro al Cilindro: lo merecía Racing. Si el equipo de Gustavo Costas no se llevaba este pase a cuartos iba a ser solo por un soplido fuera de contexto del CARP en el segundo tiempo. Una especie de rapto de memoria que quedaba en algún lado para un equipo lobotomizado, si es que se lo puede llamar equipo.
River fue más bien un conjunto de almas en pena que, ahora sí, después de un año en el que llenó de fracasos el álbum de figuritas, logró lo que hacía ratos quería y pedía a gritos: no jugar más. Un pedido desesperado de un grupo de jugadores destruido mentalmente y que después de una agonía mucho más larga de lo que merecía, finalmente obtiene unas vacaciones anticipadas.
En ese sentido, fue sorpresivo que la Academia recién cerrara la llave en tiempo de descuento: River no presentó ningún argumento futbolístico más allá de esas dos jugadas aisladas y seguidas en las que Galoppo dio el primer pase al espacio en meses primero y Subiabre metió un centro atrás después para los golazos del propio pibe y de Quintero respectivamente. Eso fue River: dos jugadas. Dos míseras jugadas que pusieron en jaque el trámite para un Racing que aún tras ese doble golpe pareció saber siempre que era mucho más que su rival. Fue apenas un lapso momentáneo de razón, no solo para River sino para un Gallardo que después de muchísimo tiempo la pegó con la pierna de cambios que metió. Rápidamente, el mismo entrenador hizo otras dos variantes que sí parecieron más acordes al andar errático de sus decisiones en este último tiempo: Portillo y, sobre todo, Galarza Fonda para sostener la victoria: un minuto después, River ya empataba. Serán ellos dos, los ex Talleres, caras visibles del estrepitoso final de este 2025 del CARP, con una acción final, la del paraguayo, que es el cierre poético para una temporada en la que los mercados de pases fueron una cruz, con Castaño, abonado sin méritos a la titularidad, con otro aplazo en un primer tiempo espantoso del equipo del Muñeco.
Le faltaba esto al año de River: como si estuviera guionado, el golpe de gracia se lo dio Racing, con todo el morbo que había ganado el clásico. Un morbo que en el Presidente Perón les hicieron sentir a Acuña y a un Salas que desde que aplicó la ley del ex en Rosario hace más de un mes se contagió del cero absoluto de sus compañeros.
Racing se aprovechó de un rival con menos ideas, con menos intensidad y con menos corazón, que salió a la cancha sin hacer pie. Si no liquidó la historia antes fue por errores no forzados propios y porque esto también es Racing: si no se sufre, no vale. Pero así también se ganan estos partidos, con los huevos de un Santiago Sosa que se comió la cancha en su regreso en modo Batman, con Martirena y Rojas decididos a lastimar, con una zaga que más allá de un par de fallas puntuales deja la vida, con él aura de Maravilla y las ganas de Solari. Es verdad que no es el del año pasado, que bajó algo la jerarquía en sus últimos mercados, pero este Racing va a ser siempre recordado por el alma que tiene, que es la que transmite un Costas no menos eléctrico desde el banco. Tendrá que mejorar si quiere salir campeón, pero está prohibido no soñar, a solo tres partidos.
Para River quedará el alivio de ya no jugar por un buen tiempo. Lo es también para sus hinchas, que no merecen esto, ver a un equipo que hace meses le faltan el respeto al escudo que llevan en el pecho. Era la crónica de una muerte anunciada, pero no deja de ser dolorosa, especialmente con algunos jugadores tan representativos del pasado glorioso en el campo y con el entrenador más ganador de su historia sin respuestas en el banco de suplentes.
Le quedará, al CARP, apenas hacer fuerza por Argentinos Juniors y por Lanús para arañar un ingreso por la ventana al repechaje de la Copa Libertadores sin pasar por la contradicción, poco menos que humillante, de que sea Boca el que lo pueda clasificar en última instancia. Pase lo que pase, River no merece jugarla. El peor año desde la era más oscura de su historia se terminó.
Para Racing , una nueva ilusión recién comienza. En el este, en el oeste, en el norte y también en el sur se sintió el grito del 3-2 final, un exorcismo para una hinchada y un proceso que se merecen otra estrella. (Ole)

















