Los argentinos y argentinas lo saben por experiencia. Las crisis económicas del país no suelen ser una antesala de un período de mayor prosperidad, sino todo lo contrario; las crisis arrojan sectores medios a la pobreza que en los períodos de bonanza deben reconstruirse desde un escalón más bajo.
Los últimos cuatro años son ejemplo de esto. Según un informe de la consultora Ecolatina, durante el cuarto trimestre de 2017, previo a la crisis del gobierno de Cambiemos, solo el 14% de los hogares de clase media era pobre. Ese número más que se duplicó con las crisis de 2018, la de 2019 y la cuarentena de 2020 y para el primer trimestre de 2021 —los últimos datos disponibles— el 33% de hogares de clase media eran considerados pobres.
Este escenario surge de mirar a los hogares no solo desde el foco de los ingresos (sus capacidades materiales), sino desde su nivel socioeconómico (sus pautas de consumo y su capital humano), que son abordajes complementarios y pueden explicar ciertas tensiones. Por ejemplo, la que existe entre lo que una buena parte de la clase media «quiere y está acostumbrada» y lo que efectivamente «puede».
Según explica el informe, un hogar ABC1 es típicamente un hogar con un alto nivel educativo, cuyo principal sostén es un empleado en relación de dependencia en un puesto jerárquico, que vive solo o en un hogar en el que hay un segundo individuo con ingresos y, en algunos casos, un menor. En el otro extremo del espectro —dentro de este enfoque socioeconómico— aparecen los hogares D2E, que suelen tener un solo aportante de ingresos, con bajo nivel educativo y una fuente de ingresos informal e intermitente. Los hogares C2, C3 y D1 son considerados clase media alta, típica e inferior, respectivamente. «Lo normal es que un hogar D2E sea pobre y uno ABC1 no lo sea, pero en la clase media es donde encontramos un mix interesante», detalla.
El estudio muestra que se pueden encontrar porcentajes de hogares que no alcanzan a comprar la canasta de pobreza aun cuando integran un segmento socioeconómico no vinculado estructuralmente a la pobreza. En el gráfico de la consultora se advierte que incluso un 3% de la categoría ABC1 puede ser considerada pobre de acuerdo con los últimos datos del Indec, incidencia que era equivalente a 0% en 2017.
El informe anticipa que existe la posibilidad de que el dato de pobreza extendido al 40% de la población general y al 33% de clase media «no sea el techo». La sociedad puede empobrecerse todavía más y lo que suceda con los precios es la variable central. El 2,4% de las personas viven en hogares que apenas tienen un ingreso 5% superior a su línea de pobreza. Según los cálculos de la consultora, un aumento de los precios de 10% por encima de los ingresos aumentaría la pobreza en 6%. Por el contrario, un incremento de los ingresos 10 puntos superior al de los precios reduciría la pobreza en 6%.
«Dada la cantidad de precios que mantienen hoy un valor artificial producto de imposiciones del Gobierno (productos de consumo masivo, bienes transables que siguen la evolución de un tipo de cambio apreciado, servicios privados cuyo precio está controlado por el gobierno, servicios públicos congelados, etcétera), es probable que el diferencial entre ingresos y precios sea negativo una vez que estos controles se levanten», apunta.
Según informó la semana pasada el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), una familia tipo —integrada por dos adultos y dos menores— necesitó en octubre de $30.925 para comprar los alimentos indispensables, cifra que traza la línea de indigencia. Si se suman algunos otros bienes y servicios no alimentarios el número escala a $72.365, que fue el monto de dinero necesario ese mes para no caer debajo del umbral de la pobreza y que representa más del doble del salario mínimo, vital y móvil, de $32.000 en octubre. (elDiarioAR)