Cuando partió en su bicicleta desde Coronel Pringles hasta Ushuaia, hace ya 53 días, Cristian Saldías creía erróneamente que lo mejor de su travesía de 2.500 kilómetros serían las largas jornadas en la soledad de la ruta, el infatigable pedaleo y, al final, conocer algunos de los paisajes más hermosos del sur argentino sabiéndose capaz de vencer semejante reto.
Todo eso –y mucho más— estuvo presente en su viaje, claro, pero hoy sabe bien que eso no fue lo mejor. Estaba equivocado.
“Mucha gente me pregunta por el objetivo cumplido y está bien, pero lo que todavía me hace moquear de la emoción fue el cariño de la gente, la solidaridad. Recibí mucho afecto no sólo de gente conocida, sino de personas que no tenían ni idea de quién era, y que sin embargo me abrieron las puertas de su casa, me invitaron a comer o se acercaron para darme aliento en los momentos en que quise largar todo”, contó Cristian a La Nueva. desde Ushuaia, ciudad a la que llegó el miércoles 16 de febrero.
Con fotos y algunos textos breves, el pringlense llevó un diario de su viaje en la red social Facebook (“Cristian Saldias Zweedyk”). Uno de los posteos más emotivos fue un corto video que grabó 14 kilómetros antes de llegar a su destino, luego de 36 días de marcha.
“Vengo llorando hace rato ya… -dice en el video, con la voz entrecortada-. Es algo hermoso el paisaje, y el cariño que recibí de todas las personas a lo largo de este viaje fue fantástico”.
Al llegar a Ushuaia no podía ni hablar de la emoción. Lo único que se le ocurrió fue mandarle un mensaje a su gran amigo del alma, Facundo Laplace. Lo hizo llorando.
«Las lágrimas de llegar acá fueron por la gente que hizo que el viaje sea algo soñado», refirió.
Cristian tiene 36 años, y desde que tiene uso de razón le gusta andar en bicicleta.
“De chico era terrible -recordó-. Un día, a los 15 o 16 años, tuve una discusión fuerte con mi viejo, me enojé y no tuve mejor idea que agarrar la bicicleta y pedalear desde Pringles hasta un campo de Dorrego donde trabajaba un tío. Ahí me quedé una semana, sin teléfono, sin nada. ¡Cuándo se enteraron en mi casa casi me matan!”
“Siempre tuve pasión por la bici. Y gracias a eso empecé a anotarme en distintas carreras, viajes de cicloturismo y demás”, añadió.
El viaje al sur -confió- estaba en su cabeza hacía mucho tiempo, pero por un motivo u otro siempre lo postergaba. Todo cambió en marzo de 2021, cuando su padre se contagió de Covid-19.
“Vivía en Neuquén, pero ya me había separado de mi pareja y decidí volver a Pringles a cuidarlo. Y ahí me animé a hacer la travesía”, contó.
La pandemia -agregó- fue lo que terminó de convencerlo.
“Charlando con mucha gente de viaje, ya sea en bici, combi o de mochileros, me di cuenta de que estar encerrados tanto tiempo nos cambió la cabeza a muchos. Vos no sabés cuándo ‘el de arriba’ va a decidir llevarte, así que lo mejor es disfrutar todo el tiempo que estés acá”, reflexionó.
La preparación del viaje se inició en septiembre de 2021, con la confección de un carro para adosarle a la bicicleta. Cuatro meses después, el 11 de enero, arrancó la travesía. Fue un inicio complicado: al llegar a Cabildo, Cristian había cortado siete rayos de la rueda trasera.
“Ahí me contactó un amigo, Marcos, al que no veía hacía años, que me ayudó hasta que llegaron otros dos amigos de Pringles con la rueda armada para seguir viaje. De ahí en más fue todo el viaje así”, relató.
“Los días de mucho cansancio o malestar físico, cuando me bajoneaba porque creía que no iba a poder seguir, siempre apareció alguien para levantarme el ánimo. A veces con una palabra, un abrazo, un bocinazo en la ruta o convidándome un salamín o una cerveza. Fue algo mágico”, añadió.
Cristian contó que uno de los momentos más fuertes lo vivió con Carlos Martínez, un vecino de Caleta Olivia.
“Me encontró en un momento en que yo estaba muy mal anímicamente, a punto de pegar la vuelta, y me abrió las puertas de la casa, me hizo parte de su familia y me motivó para seguir adelante. Fue un momento muy especial, algo muy lindo», recordó.
“Otro hombre, que vive en Puerto Santa Cruz, se enteró de mi caso estando en Buenos Aires y, volviendo a su casa, me interceptó. Fue en La Adela: paró en su auto, me saludó, y me dijo que me esperaba cuando llegara a su ciudad. Yo no lo podía creer”, agregó.
Saliendo de Trelew -añadió- un camionero de Ushuaia “se frenó para ofrecer salamines y tortas”.
“Otros paraban para ofrecer un vaso de agua, me gritaban ‘fuerza, flaco’ en la ruta y otros muchos simplemente mandaban mensajes de aliento. Fue algo emocionante. Por eso llegué a Ushuaia llorando a moco tendido. Hay que vivirlo para entenderlo; no saben lo bien que te hace, cuando vas viajando solo, cada mensaje de apoyo y cariño”, resumió.
La travesía tuvo como primer gran destino Cabildo y Bahía Blanca. “De ahí seguí hasta Médanos, Río Colorado, luego San Antonio Oeste, Las Grutas, Sierra Grande, Puerto Madryn, Trelew y Comodoro Rivadavia”, enumeró.
En Caleta Olivia, al norte de Santa Cruz, fue donde se produjo un gran cambio en su estrategia de viaje.
“Dos turistas alemanes, un tío con su sobrino que también andaban en bici, me hicieron ver que era mucho el peso que llevaba. Me dijeron que, si me pasaba algo, siempre iba a aparecer alguien para ayudarme. Entonces me animé y dejé el carro”, señaló.
“Fue un cambio enorme. Después de eso pude cubrir mayores distancias y con menos esfuerzo. Llegué a hacer 222 kilómetros en un día en el tramo Fitz Roy-Puerto San Julián”, recordó.
Tras pasar por San Julián siguió hasta Piedra Buena, Puerto Santa Cruz, Río Gallegos, Río Grande, Tolhuin y Ushuaia, donde pasó unos 10 días.
“El sábado pasado hice los últimos 37 kilómetros en bici de este viaje, desde Ushuaia, para encontrarme con Marcelo Aspiroz y Miriam Nace y hacer el recorrido hasta Río Gallegos. De ahí me fui con ellos hasta El Calafate. Se está terminando un viaje maravilloso”, escribió el miércoles de esta semana en Facebook.
Tras pasear junto a Marcelo y Miriam -dos pringlenses que están recorriendo el sur del país a bordo de una combi-, Cristian hará trasbordo al camión de un amigo en Río Gallegos. Así volverá a Pringles.
“Me vuelvo lleno de felicidad. Esta va a ser una experiencia muy difícil de superar desde lo emotivo ”, confió.
“Por eso ya estoy pensando en otra travesía para el año que viene -añadió-. Sería a Villa Pehuenia (en Neuquén), y en grupo. Todo el que quiera engancharse será bienvenido”. (La Nueva)