El próximo domingo 11 de febrero será la canonización de María Antonia Paz y Figueroa en el Vaticano. La ceremonia estará a cargo del Papa Francisco. Para que un beato sea reconocido santo se le deben reconocer dos milagros aprobados por el Vaticano.
El primer milagro reconocido fue en 1900, con la curación de la hermana religiosa Vanina Rosa del Instituto de las Hijas del Divino Salvador, quien recuperó su salud luego de un shock séptico sin intervención médica y gracias a la intervención de Mama Antula. El segundo milagro es el de Claudio Perusini.
En el año 2017, Perusini se encontraba estaba en Santa Fe de visita por un tema familiar. Pero un día su pareja lo encuentró desmayado en el piso de la casa; había sufrido un accidente cerebrovascular. Enseguida fue internado en el hospital santafesino Cullén. El cuadro era muy grave y corría peligro su vida.
El primer parte médico del Cullén hablaba de un ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas, sepsis, coma profundo, shock séptico resistente con fallo multiorgánico.
Luego, una tomografía mostró un infarto extenso del tronco encefálico. Los doctores afirmaban con los estudios en la mano que Claudio tenía pocas posibilidades de volver a la vida normal, debido a las lesiones cerebrales irreparables que había sufrido con el ACV.
En apenas unos pocos días siguieron las malas noticias para los Perusini. En otro encuentro con los médicos de terapia intensiva les informaron que a Claudio le quedaban pocas horas de vida.
La familia se preparó para despedirse de Claudio. El hombre agonizaba, le habían dado menos de 24 horas de vida. Pasó ese tiempo y a los dos días, seguía el mismo cuadro. Pero un amigo muy cercano de Perusini llegó desde Buenos Aires con una estampita de Mama Antula.
El milagro tan esperado estaba en camino. Mientras tanto los médicos mantenían su pronóstico. Hablaban de estado vegetativo y de una posible desconexión de Claudio. El que había llevado a Mama Antula hasta el hospital Cullén fue Monseñor Ernesto Giobando, un jesuita que había llegado a Santa Fe para acompañar a su amigo Claudio.
Su esposa, María Laura recuerda que “no la conocía a Mama Antula, pero el padre Ernesto me dijo que le rezara a ella. Lo hice porque Claudio era mi vida, mi compañero, mi amor, y se estaba muriendo”.
En la sala de espera del hospital Claudia y sus hijos empezaron a rezar, siempre con la estampita de Mama Antula en la mano. La salud de Claudio seguía en un abismo entre la vida y la muerte.
Así lo recuerda María Laura en la entrevista con Locatelli y Suárez. “Un día tenía infección pulmonar, otro día no respondía otro órgano, otro día mejoraba. Entonces había como una pequeña luz de esperanza. Y así continuamos durante aproximadamente diez días. Claudio había recuperado signos vitales. Podía apretar una mano o mover una pierna. Seguía el dedo con la mirada, pero no podía hablar tampoco. Así nos tratábamos de comunicar”.
Pasaba el tiempo y los Perusini seguían aferrados a la vida a través de los rezos a la estampita con la figura de Mama Antula. Ese pequeña imagen que les había traído desde Buenos Aires su amigo jesuita. Entonces, una mañana Claudio retomó sus signos vitales. Se iniciaba un proceso de rehabilitación para retomar sus funciones motoras. Hoy en día, el hombre del milagro puede contar su historia.
En octubre del año pasado, Perusini cuenta sus sensaciones al reconocerse como el hombre del milagro de Mama Antula. “Sabíamos que iba a pasar de un momento a otro, monseñor Giobando nos había adelantado algo. Pero la cabeza ciertamente estaba en otro lugar. Me lo comunicó mi sobrina desde Canadá”, relata Claudio. (Infobae)