Ailén Rodecker, de 18 años, está a punto de recibirse como piloto privado de avión en el Aero Club Carhué, estudia ingles y realiza un curso de Azafata.
Oriunda de San Miguel Arcángel, colonia alemana de 600 habitantes, desde abril del año pasado viaja 50 km por tierra cada semana, o cada 15 días, para volar en el Aero Club Carhué. Lo hace en un Renault 12 que era de su abuelo, aunque al principio, algunas veces iba con alguna maestra o con alguien que la podía llevar.
Así logró reunir las 40 horas de vuelo que se necesitan para obtener la licencia.
«Mi mayor sueño como piloto es volar en una línea aérea y conocer el mundo”, confió.
Su mamá, Carolina, es maestra; su papá, Fabio, se dedica a la apicultura y es auditor, y tiene dos hermanos que van a la escuela primaria: Juan Pablo, de 11, y Victoria, de 9.
«Egresé de la secundaria el año pasado. Este año estoy tomando clases de inglés, voy a volar y hago el curso de tripulante de cabina de pasajeros”, contó.
Además de prepararse para ser azafata, una carrera que realiza a la distancia, en el verano ayuda a su papá con las colmenas.
“Nunca sentí miedo de estar en el aire. Volar es lo que más me emociona; es una sensación muy linda», expresó.
“No sé qué me inspiró a ser piloto de avión, porque en mi familia no hay nadie que le apasione la aviación, pero desde la primaria tenía la idea de trabajar en algo relacionado con la aviación o en el ámbito aeroportuario”, dijo.
Cuando decidió ser piloto, su mamá le contó una anécdota sobre su infancia que le había llamado la atención.
“Me dijo que cuando tenía dos o tres años viajé a Calafate, y aunque apenas podía caminar, seguía a la azafata en el avión y ella sintió que me era familiar, como si ya la conociera», comentó.
“Solo recuerdo que con mi papá mirábamos mucho ‘Alerta Aeropuerto’, que está más relacionado con las brigadas antinarcóticos y ‘Mayday: Catástrofes Aéreas'», agregó.
Al principio pensó que el mayor desafío iba a ser iniciar esta carrera en un ámbito donde la gran mayoría son hombres, pero después, cuando conoció el Aero Club, advirtió que todos la hacían sentir parte y la ayudaban en lo que necesitara. Principalmente le enseñaban con mucho compromiso y responsabilidad qué debía hacer y qué no.
«Quiero agradecer a mis papás, que hacen un esfuerzo gigante para que pueda ir hasta Carhué a volar, a la gente del Aero Club, especialmente a mi instructor Bruno Pazos. Creo que el Aero Club cumple una función muy importante para quienes vivimos en el interior y queremos cumplir nuestro sueño de volar», subrayó.
“El pueblo es el mejor lugar para pasar la infancia”
Ailén destacó que la vida en el pueblo es tranquila.
“Cuando sos chico tenés toda la libertad, podés ir solo de un lado a otro: a la escuela, al parque, a la casa de un amigo. Nos conocemos todos, así que es seguro”, dijo.
“En la adolescencia, a veces, puede ser medio aburrido porque no hay muchas cosas para hacer. Si querés salir al boliche o a comer tenés que viajar, igual que si querés hacer un deporte», comentó.
No obstante, aseguró que esta pequeña colonia alemana de Adolfo Alsina “es el mejor lugar para pasar la infancia”.
(*Por Anahí González Pau / La Nueva)