La científica del CONICET, Tamara Rubilar, convirtió una experiencia personal dolorosa en un avance científico con impacto global. Su hijo fue diagnosticado con una enfermedad autoinmune que afectaba gravemente su salud y, en la búsqueda de alternativas para aliviar su padecimiento, Rubilar descubrió el potencial de ciertos antioxidantes para reducir la inflamación.
“Él tuvo la suerte de ser mi hijo, entonces puse todas mis habilidades científicas y toda mi energía en tratar de entender qué le pasaba”, relató en diálogo con María O’Donnell. La investigación la llevó a identificar en los erizos de mar una molécula con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, capaz de mejorar el sistema inmune.
Una empresa #chubutense que produce antioxidantes con Erizos de Mar concretó la primera exportación a #EstadosUnidos#PromarineAntioxidants cuenta con el acompañamiento del @gobiernochubut
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El desafío fue desarrollar una tecnología que permitiera obtener esas moléculas sin sacrificar animales. Así, Rubilar y su equipo idearon un sistema de cultivo bajo protocolo de bienestar animal, que posibilita recolectar huevas de erizos sin dañarlos. “Con mil animales en planta generamos lo mismo que los rusos matando 1.400.000”, subrayó.
De esta manera nació una industria de suplementos dietarios basados en pigmentos bioactivos de erizos de mar, una innovación que combina biotecnología, cuidado ambiental y bienestar animal, y que hoy proyecta a la científica argentina a nivel internacional.