
Donald Trump rompió un tabú histórico que se mantenía desde 1992. El presidente de Estados Unidos ordenó este jueves la reanudación inmediata de los ensayos con armas nucleares, una medida que responde, según la Casa Blanca, a los anuncios de Vladimir Putin sobre el desarrollo de nuevas capacidades atómicas rusas.
El escueto anuncio se conoció minutos antes de la reunión de Trump con su par chino, Xi Jinping, en Corea del Sur, y se enmarca en un endurecimiento general de la postura de Washington hacia el Kremlin, tras el estancamiento de las negociaciones por Ucrania. «He instruido al Departamento de Guerra para que comience a probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones», escribió el mandatario en su plataforma Truth Social.
El vicepresidente J.D. Vance respaldó la orden, declarando que Estados Unidos necesita realizar estas pruebas atómicas para garantizar que su arsenal «funcione correctamente», calificándolas como «una parte importante de la seguridad estadounidense». El propio Trump se jactó de la superioridad de su arsenal, asegurando que su nación tiene más armas que nadie, que «Rusia está en segundo lugar» y que «China está muy por detrás».
Esa afirmación, sin embargo, choca de frente con las estadísticas del Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), la máxima referencia en la materia. Según sus datos, Rusia posee 4.309 ojivas nucleares (desplegadas o almacenadas), superando a las 3.700 de Estados Unidos. China, con 600, está efectivamente muy lejos de las dos superpotencias.
El anuncio de Trump deja una advertencia peligrosa: no precisó si se trata de ensayos de cabezas nucleares (detonaciones) o solo de los sistemas capaces de transportarlas (misiles). Si se tratara de lo primero, sería una importante violación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, que Washington firmó en 1996. Consultado al respecto, Trump fue directo: «Si ellos hacen pruebas, imagino que nosotros también debemos hacerlas».
Esta escalada se da en un contexto delicado. La OTAN acaba de realizar sus propios ejercicios nucleares en Países Bajos y el tratado de desarme New START, que limita los arsenales de Estados Unidos y Rusia, expira en febrero.
La respuesta de Moscú, Beijing y la ONU

La orden de Trump fue una respuesta directa a la reciente serie de anuncios de Vladimir Putin. El líder ruso se jactó del éxito en la prueba final del misil de crucero Burevestnik, con supuesto «alcance ilimitado», y de un «dron submarino» bautizado Poseidón, ambos compatibles con cargas atómicas.
Tras el anuncio de Trump, el Kremlin salió rápidamente a bajarle el tono a sus propias pruebas. El portavoz Dmitri Peskov aclaró que los ensayos del Poseidón y el Burevestnik fueron de armas capaces de portar ojivas, pero no de bombas nucleares en sí. «Esperamos que el presidente Trump haya sido informado correctamente. Esto no puede considerarse como una prueba nuclear», declaró.
China, por su parte, instó a Estados Unidos a respetar «seriamente» la prohibición de los ensayos. Un portavoz del gobierno de Xi Jinping le pidió a Washington que tome «medidas concretas para preservar el sistema mundial de desarme y no proliferación nucleares».
La reacción más dura provino de la ONU, cuyo portavoz advirtió que no deben llevarse a cabo ensayos nucleares «bajo ninguna circunstancia». El organismo pidió que «se eviten todas las acciones» que puedan conducir a «errores de cálculo o a una escalada con consecuencias catastróficas».
(Perfil)














