Las violentas acciones que desde hace tiempo desarrollan en el sur argentino grupos autodenominados mapuches, mediante la usurpación de tierras, incendio de instalaciones, propiedades y herramientas, ocupación de parques nacionales, tierras del Ejército Argentino y de la Iglesia, ante la inoperancia total (cuando no el apoyo) de los organismos nacionales encargados de encauzar esta situación, viene a poner en el debate un tema que el gobierno esgrime para no actuar: el del supuesto respeto a los pueblos originarios.
Naturalmente que nuestra constitución y las leyes dan lugar a acciones que protegen y respetan derechos ancestrales de habitantes históricos. Pero se ha tergiversado en el transcurso del tiempo de tal forma la historia de estos ocupantes autodenominados pueblos originarios, que se ha perdido de vista la realidad.
Los pueblos originarios de la Patagonia Argentina y de nuestra zona pampeana en tiempos del arribo español estaban mayoritariamente compuestos por el denominado Complejo Tehuelche que comprendía entre otras etnias a los Yaghanes, los Ranqueles, los Puelches, los Querandíes y en nuestra región los denominados comúnmente indios Pampas.
Los hoy denominados mapuches ingresaron a la Argentina desde Chile a partir de 1830 según el mismo Calfucurá lo admite en carta al Presidente Mitre «he venido de Chile y soy chileno, pero ya hace como treinta años que estoy en estas tierras…» (Carta de 1867 actualmente en el Museo Mitre). El reconocido Calfucurá provenía de la tribu del cacique chileno Huentecurá y conducía tribus que por su carácter guerrero y belicoso, rápidamente corrieron o exterminaron a los verdaderos pueblos originarios de carácter mucho más pacífico, ocupando parte de la Patagonia y las llanuras de La Pampa y Buenos Aires donde se asientan para malonear y organizar el robo de ganado. Para ello además ocuparon Salinas Grandes para salar la carne y transportar a Chile lo robado. Aún hoy están marcadas y señalizadas en zonas de La Pampa las denominadas «rastrilladas» por donde transitaban.
La historia no registra conflictos serios o enfrentamientos del gobierno (ya sea desde el Virreinato del Río de la Plata o el nuevo gobierno nacional) con los aborígenes originarios. Sin embargo, son múltiples y permanentes los conflictos con los mapuches a partir de sus incursiones sobre las poblaciones. En marzo de 1872 Calfucurá al frente de 7.000 lanceros desbastó los pueblos de 25 de Mayo, Alvear y 9 de Julio. En 1875 se produjo la llamada «Gran Invasión». Al frente de ella Catriel, Pincen y Namuncurá (hijo de Calfucurá y padre de Ceferino) con 3.500 combatientes atacaron sorpresivamente un amplio frente arrasando las poblaciones de Tandil, Azul, Tapalqué, Tres Arroyos y Alvear. Solo en Azul las crónicas de la época hablan de no menos de 400 pobladores asesinados.
Estas acciones llevaron finalmente al gobierno nacional a tomar la decisión de enfrentar estas masacres. Primero lo hizo con un criterio defensivo (la conocida Zanja de Alsina) y una línea de fortines para evitar el maloneo. Pero ello no resolvió el conflicto y se agregó al hecho que zonas cada vez más extensas de la Patagonia eran ocupadas por los chilenos mientras los ingleses ya habían desembarcado en Malvinas y Tierra del Fuego donde se izaba la bandera inglesa y se hablaba ese idioma, razones por las cuales se decide dar la batalla para defender la soberanía nacional y el Gral. Julio A. Roca queda a cargo de devolver al Estado Argentino el control del territorio nacional.
Conclusión: Ésta no es la tierra original de los Mapuches. Estos aborígenes son venidos de la Araucanía o Arauco región central-sur de Chile y los reclamos y conflictividad que hoy esos pequeños grupos violentos generan en las tierras más caras, reservas naturales y espejos de agua de los Parques Nacionales son exclusivamente negocios inmobiliarios y ocupación de zonas liberadas donde se cortan rutas nacionales, se desconocen las leyes, las autoridades y la justicia argentina y se iza una bandera extranjera.
Es menester aclarar que estas acciones violentas son ejercidas por sectores minoritarios y no involucran a importantes comunidades de raíz mapuche que habitan, trabajan y conviven sin conflictos en muchas ciudades de nuestro país.
Preocupa y mucho a los habitantes de estos lugares el nivel de violencia y agresividad que sufren, pero mucho más preocupa la inacción del Estado muchas veces cómplice a través de diversos organismos en estas ocupaciones. Chile, pese a que allí sí son ciudadanos de ese país, ha militarizado la zona austral y busca recuperar la soberanía del territorio tomado juzgando y encarcelando a los sediciosos.
Seguimos esperando que el Gobierno Argentino decida ejercer la soberanía sobre este territorio ocupado porque la historia demuestra que la falta de respuesta a estos delitos termina naturalizando la violencia y al mismo tiempo generando derechos y pérdida de soberanía. Para ejemplo nos alcanza con Malvinas.
*Por David Hirtz. Senador Provincial.