“Herir a una mujer es ultrajar a Dios”, advirtió hoy el papa Francisco, que en su primera misa del año condenó con fuerza la violencia de género y destacó el rol de las madres. “¡Cuánta violencia hay en contra de las mujeres! ¡Basta!”, clamó, al recordar que Dios creó la humanidad de una mujer y que “la Iglesia es madre y es mujer”.
El Papa habló así durante la misa solemne que presidió en la Basílica de San Pedro por el primer día del año, en una jornada en la que se celebra María Santísima Madre de Dios, así como la 55 Jornada Mundial de la Paz, creada por san Pablo VI en 1968.
Al inspirarse en el Evangelio del día, que evoca cuando los pastores encuentran al niño Jesús en un pesebre junto a sus padres, en su sermón destacó la actitud de María, que jamás perdió el ánimo ni se quejó por verse obligada a dar a luz en ese lugar desolado. “Pensemos en el malestar de la Madre de Dios. ¿Qué hay más duro para una madre que ver su propio hijo sufrir la miseria?”, se preguntó el Pontífice, al hablar del “escándalo del pesebre”, en cuyo contexto María no se rindió, sino que recibió la realidad tal cómo era, custodiando y meditando.
“Esta mirada inclusiva, que supera las tensiones custodiando y meditando en el corazón, es la mirada de las madres, que en las tensiones no separan, custodian y así crece la vida. Es la mirada de muchas madres que abrazan las situaciones de los hijos. Es una mirada concreta, que no se hace superar por el desánimo, que no se paraliza ante los problemas, pero los coloca en un horizonte más amplio”, explicó. En este marco, aludió a las madres que asisten a un hijo enfermo o en dificultad: “cuánto amor hay en sus ojos, que mientras lloran saben infundir motivos para la esperanza”, comentó. “Esto hacen las madres: saben superar obstáculos y conflictos, saben infundir paz. Así, logran transformar las adversidades en oportunidades de renacimiento y en oportunidades de crecimiento. Lo hacen poque saben custodiar. Las madres saben custodiar, saben mantener juntos los hilos de la vida”, destacó. “Hace falta gente capaz de tejer hilos de comunión, que contrasten los demasiados alambres de púa de las divisiones. Y esto las madres saben hacerlo”, agregó.
“El nuevo año inicia bajo el signo de la Madre”, siguió. “La mirada materna es el camino para renacer y crecer. Las madres, las mujeres, no miran el mundo para explotarlo, sino para que tenga vida. Mirando con el corazón, logran mantener unidos los sueños y lo concreto, evitando las desviaciones del pragmatismo aséptico y de la abstracción. Y la Iglesia es madre, es madre así, la Iglesia es mujer. Por esto no podemos encontrar el lugar de la mujer en la Iglesia sin reflejarla en este corazón de mujer-madre”, indicó, saliéndose del texto preparado. “Este es el lugar de la mujer en la Iglesia, el gran lugar, del que derivan otros más concretos, más secundarios. Pero la Iglesia es madre, la Iglesia es mujer”, insistió.
Acto seguido, lanzó una fuerte condena de la violencia de género, una plaga que aqueja al mundo y que empeoró en tiempos de pandemia. “Mientras las madres dan la vida y las mujeres conservan el mundo, trabajemos todos para promover a las madres y proteger a las mujeres. ¡Cuánta violencia hay contra las mujeres!. Basta”, clamó. “Herir a una mujer es ultrajar a Dios, que tomó la humanidad de una mujer”, recordó.
Más tarde, al mediodía, durante la tradicional oración del Angelus, que como siempre realizó desde la ventana de su despacho del Palacio Apostólico ante una plaza de San Pedro llena de fieles –todos con tapabocas y en una jornada de sol radiante-, Francisco volvió a subrayar el rol de María y volvió a invitar a seguir su ejemplo para superar los tiempos complicados que se viven hoy.
“Vivimos aún tiempos inciertos y difíciles a causa de la pandemia. Son muchos los que están atemorizados por el futuro y agobiados por las situaciones sociales, los problemas personales, los peligros que provienen de la crisis ecológica, de las injusticias y de los desequilibrios económicos planetarios”, admitió. “Mirando a María con su Hijo en brazos, pienso en las jóvenes madres y en sus hijos que huyen de las guerras y de las carestías o que esperan en los campos de refugiados. Son muchos. Y contemplando a María que coloca a Jesús en el pesebre, poniéndolo a disposición de todos, recordamos que el mundo cambia y la vida de todos mejora sólo si nos ponemos a disposición de los demás, sin esperar que sean ellos los que comiencen a hacerlo. Si nos convertimos en artesanos de la fraternidad, podremos tejer los hilos de un mundo lacerado por guerras y violencias”, afirmó.
“Al comienzo del año nuevo deseo a todos la paz, que es el compendio de todo bien: la paz”, también dijo, finalmente, al evocar la Jornada Mundial de la Paz y que en su mensaje para esta ocasión recordo que “la paz se construye con el diálogo entre las generaciones, con la educación y con el trabajo” y que sin estos tres elementos “faltan los cimientos”.