A partir del 31 de mayo dejará de funcionar la fábrica de chacinados «Pampino», ubicada en General Campos. Así lo informó su propietario, Rodrigo Consiglio, mediante una carta pública en la que explica que seguirá funcionando «solamente como distribuidora de productos alimenticios, bajo el mismo nombre: Pampino SRL».
«Desde que abrimos en agosto de 2003 hemos superado infinidad de altibajos de la economía argentina, pero ninguno como éste: la situación es desesperante, se premia al que no trabaja y a quien lo hace lo castigan con impuestos, multas, tasas, gravámenes de todo tipo y una burocracia infernal», escribió el empresario.
Agregó que «los organismos de contralor para asegurar la calidad e inocuidad de nuestros productos están lejos de trabajar para ese objetivo y están manejados por gente que nunca dejó su escritorio, nunca trabajó en forma privada (incluso a veces nunca trabajó) y, mucho menos, nunca le dieron trabajo a nadie» y lamentó que «sus normas son totalmente absurdas y solo controlan a quienes hacemos las cosas bien y de acuerdo a la ley. A quienes trabajan sin estar inscriptos no los controla nadie, porque no están en su lista».
Según Consiglio, «organismos como Senasa, Oncca, ministerios provinciales y sindicatos, que teóricamente fueron creados para ayudar a las empresas a trabajar bajo buenas prácticas de manufactura, higiene, seguridad y calidad, y cuidando a sus empleados, están dirigidos por personas que no tienen idea de cómo se trabaja en una fábrica, no conocen las limitaciones que existen en un pueblo y dictan normas para empresas que funcionan en ciudades, logrando que quienes tenemos la osadía de emprender en un pueblo, nos arrepintamos durante toda la vida».
«Perverso sistema».
En definitiva, Pampino terminará cerrando porque el país «mantiene un perverso sistema de premiar a sus empleados por castigar a las empresas, en vez de ayudarlas a mantenerse a flote y mejorar. Te tapan con trámites, planillas, exigencias y directivos que ordenan trabajos sin sentido y terminan fundiendo o acobardando» a los empresarios. «Es increíble -sostuvo Consiglio- que el Estado, en todos sus estamentos, prefiera tener más desocupados y pobres para mantenerlos con impuestos que pagamos quienes trabajamos y damos trabajo».
El empresario dejó un agradecimiento final para «todos los que hicieron posible que esta empresa funcionara durante 20 años y que la marca se conociera en más de diez provincias de nuestro país: a los empleados, los mejores que puedan pedirse, los clientes y proveedores de servicios, algunos (muy pocos) funcionarios públicos, inspectores y periodistas» y aclaró que «existe gente excelente trabajando en organismos públicos, así como la hay en funciones privadas que no sirve para nada. A quien le quepa el sayo, que se lo ponga», concluyó. (La Arena)