Se cumplen hoy 125 años del nacimiento de uno de los profesionales cuyo legado arquitectónico ha dejado una profunda huella en el Sudoeste bonaerense y en toda la provincia: el ingeniero Francisco Salamone.
Francisco Salamone D´Anna nació el 5 de junio de 1897 en Leonforte, en el corazón de la isla de Sicilia (Italia). Cuando apenas tenía 6 años, su familia emigró a Argentina y se radicó en ciudad de Buenos Aires.
Hijo de un padre constructor, Salvatore, tanto él como sus hermanos varones concurrieron a la Escuela Industrial de la Nación Otto Krause, donde en 1916 se recibió como Técnico Constructor. Entre los años ’18 y ’19 se capacitó en escuelas de arquitectura de Italia y Francia, y a mediados de 1919 ingresó a la Universidad Nacional de Córdoba, donde completó, en menos de dos años y con muy buenas notas, la carrera de Ingeniero Civil.
En 1928 se casó con Emilia Adolfina Teresa Croft, hija única de Joseph Oliver Croft, por entonces vicecónsul del Imperio Astrohúngaro en Bahía Blanca). Tuvieron cuatro hijos: Ricardo, Roberto, Ana María y Stella Maris.
Dueño de una empresa constructora propia, por aquellos años Salamone empezó a volcarse a la realización de obras públicas. Entre sus primeros trabajos estuvieron el tanque de agua del matadero de Alta Gracia y la entrada al parque municipal de Venado Tuerto, donde se observan claras alusiones al estilo art-decó que, con los años, se convertiría en su sello personal.
En 1934 diseñó su primer gran obra: el edificio municipal de Las Varillas, en Córdoba. Luego vinieron obras en Villa María donde desarrolló aún más su peculiar estilo de arquitectura urbana, con un uso casi exclusivo del hormigón armado, incluso en elementos como maceteros, bancos y fuentes.
Por aquel entonces se produjo el hecho que cambiaría la vida de Salamone: la Provincia de Buenos Aires lanzó los Bonos de Obras Públicas Municipales. Mediante ese instrumento, el entonces gobernador, el conservador Manuel Fresco, obtuvo los fondos para dar inicio a un ambicioso e inédito plan de construcción de edificios públicos en el interior provincial, con el objetivo de fomentar el crecimiento de pequeños distritos y ciudades.
“La existencia de estos fondos abrió una enorme posibilidad para empresas y profesionales dispuestos a brindar un servicio completo. Este fue el caso de Salamone”, detallaron Luis Traversa, Fabián Iloro y Graciela Molinari en su trabajo “La obra de Francisco Salamone en el Sudoeste de la provincia de Buenos Aires, 1936-1940”, publicado por la Universidad Provincial del Sudoeste.
Salamone -señalaron- no fue el único constructor que participó activamente de esta etapa histórica, pero sí se distinguió de los demás por las características arquitectónicas de sus obras.
Así, entre 1936 y 1940, Salamone ejecutó 72 obras en 33 localidades bonaerenses, correspondientes a 18 municipios.
Entre ellas figuran 11 palacios municipales, 15 delegaciones, 16 mataderos, 6 portales de cementerios, 2 portales de parques públicos y 2 escuelas.
Su característica principal es el monumentalismo y el desarrollo del estilo art-decó: edificaciones enormes y espigadas, pero con bases anchas que impactan por su solidez.
Se trata de obras de líneas simples y rectas, que respetan casi a rajatabla la simetría respecto de un eje central, y que en varios casos se elevan por encima de los 30 metros, algo que en aquellos años estaba reservado sólo para las iglesias.
“A simple vista, en la obra de Salamone emerge el claro objetivo de lograr una arquitectura para un Estado fuerte y presente”, indicó Natalia Saizar, a cargo del Centro de Interpretación de la Obra de Francisco Salamone en Laprida.
Su característica principal es el monumentalismo y el desarrollo del estilo art-decó: edificaciones enormes y espigadas, pero con bases anchas que impactan por su solidez.
Se trata de obras de líneas simples y rectas, que respetan casi a rajatabla la simetría respecto de un eje central, y que en varios casos se elevan por encima de los 30 metros, algo que en aquellos años estaba reservado sólo para las iglesias.
“A simple vista, en la obra de Salamone emerge el claro objetivo de lograr una arquitectura para un Estado fuerte y presente”, indicó Natalia Saizar, a cargo del Centro de Interpretación de la Obra de Francisco Salamone en Laprida.
El profesional ubicó a los palacios municipales en el centro de plazas monumentales y amplias (tal es el caso del municipio de Coronel Pringles), y situó al resto de los edificios importantes en el entorno, como girando alrededor. Todo un mensaje.
“El interés y la singularidad de sus proyectos reside en la combinación de art-decó, futurismo y funcionalismo en escala monumental”, agregó Saizar.
«Además Salamone se ocupó de diseñar los muebles y las lámparas de sus edificios. En Laprida hasta contamos con tres pinturas en acuarela que representan a los protagonistas del Pacto de Yalta: el presidente americano Franklin Roosevelt, el líder soviético Iósif Stalin y el dirigente británico Winston Churchill», dijo.
Para los especialistas, sin embargo, los edificios más representativos del estilo de Salamone son los portales de los cementerios.
“El factor que distingue su impronta es la singularidad de sus diseños y la concepción estético-funcional de los edificios y espacios urbanos que diseñó, que significan un aporte patrimonial único en cada una de las localidades en las cuales se encuentran”, señalaron Traversa, Iloro y Molinari.
En la región sus obras están presentes en 10 comunas. Se trata, en su mayoría, de palacios municipales, portales de cementerios y mataderos, aunque en la lista también hay plazas, pórticos, mobiliario urbano, fuentes y hasta luminarias y muebles de interior.
El más conocido acaso sea el portal de acceso al cementerio de Saldungaray, aunque a la lista también pueden sumarse los palacios municipales de Coronel Pringles, Adolfo Alsina, Laprida, Guaminí y Tornquist, varios de ellos rodeados por plazas y fuentes monumentales, y el matadero de la Villa Epecuén.
Por su gran valor identitario y cultural, la obra de Salamone fue declarada Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires en 2001. Muchos de los edificios, además, son desde 2014 considerados Monumento Histórico Nacional.
En 2004 su legado comenzó a ser revalorizado, lo que dio origen a tres centros de interpretación de su obra en Azul, Laprida y Saldungaray.
Un homenaje póstumo para un profesional que falleció el 8 de agosto de 1959, relativamente olvidado pese a haber dejado una herencia arquitectónica que cambió para siempre la fisonomía de los pueblos de a fuego a la pampa bonaerense.
Sus grandes edificios en la región
Adolfo Alsina: El palacio municipal y el matadero de Villa Epecuén.
Adolfo Gonzales Chaves: El palacio municipal, el mercado municipal (Centro Cultural) y el matadero.
Coronel Pringles: El edificio municipal, el matadero y el Hospital Municipal
Guaminí: El palacio municipal, matadero y las delegaciones de Laguna Alsina-Bonifacio, Casbas y Garré.
Laprida: El palacio comunal, la chacra y corralón municipal, el cementerio, matadero, y la delegación de San Jorge.
Pellegrini: La sede del municipio, el matadero y el club atlético.
Salliqueló: El matadero y el cementerio.
Tornquist: El palacio municipal (Tornquist); el matadero, mercado municipal y cementerio de Saldungaray; y delegaciones de Saldungaray y Tres Picos.
Tres Lomas: El palacio municipal y el matadero.
Además de palacios municipales Salamone también diseñó y ejecutó algunas de las plazas más llamativas de la región, como la Juan Pascual Pringles (de Coronel Pringles), Alsina (Guaminí), Pedro Pereyra (Laprida), General San Martín (Pellegrini), Independencia (Saldungaray) y Leandro N. Alem (Tres Lomas).
También construyó cruces para los cementerios de Carhué (A. Alsina), Coronel Pringles, Arroyo Corto (Saavedra) y Tornquist, y para el acceso a Guaminí.
En su obra también aparecen dos boulevares: 25 de Mayo (en Coronel Pringles) y 9 de Julio (Salliqueló). (La nueva)