Uno de cada dos niños, niñas y adolescentes que vive en barrios populares en la Argentina sufre malnutrición. Esa realidad es más que preocupante en un país que exporta al mundo alimentos de primera calidad, principalmente granos y carnes. Y es aún más alarmante si se hace foco en sus consecuencias: la carencia marcada de micronutrientes durante las etapas más tempranas de la vida suele afectar el desarrollo neurológico y el crecimiento de los menores de edad.
Sobrepeso y obesidad son las alteraciones a la salud más frecuentes entre 0 y 19 años, y se debe directamente al tipo de alimentación de las familias de los barrios vulnerables: altas cantidades de hidratos de carbono complejos y grasas saturadas, y muy baja presencia en los platos de frutas, verduras y carnes magras.
La situación alimenticia de los barrios populares fue relevada en el último informe sobre Emergencia Alimentaria que elaboró la Universidad Popular, junto a promotores de salud y la organización oficialista Somos-Barrios de Pie. El estudio será presentado este miércoles a las 17 en la sede educativa de Dr. Tomás Manuel de Anchorena 345, CABA. El diagnóstico nutricional alcanzó a 38.622 niños, niñas y adolescentes (NNyA) que asistieron a espacios comunitarios durante los meses de agosto, septiembre y octubre en 16 provincias y la ciudad de Buenos Aires.
“Esta realidad es una paradoja en un país que es productor de alimentos”, concluyó a elDiarioAR Lucía Bianchi, directora de la Universidad Popular, quien remarcó la necesidad que desde el Estado se implementen políticas integrales para revertir la situación: “Esto es una carrera contra el tiempo, porque los niños y niñas que no pueden alimentarse de una manera correcta quedan en una situación de desigualdad muy grande y sus organismos se vuelven muy vulnerables”.
En rigor, el estudio arroja que la malnutrición global en los barrios populares es de 48,6%. Las alteraciones más frecuentes encontradas en NNyA fueron el sobrepeso (20,9%) y la obesidad (24,5%). En ese marco, la franja etaria con mayor índice de malnutrición se da entre los 6 y los 10 años, alcanzando un pico de 53%. Prácticamente 3 de cada 10 niños y niñas de esa edad sufre obesidad (29,9%).
Otro dato preocupante del estudio tiene que ver con los lactantes, lo que demuestra la frágil situación social general, más allá de las edades. Es que las malas condiciones alimentarias de las madres impacta directamente en el desarrollo de los bebés que reciben leche materna: el 20,2 por ciento de los menores de 2 años sufren baja talla, que suele ser producida por desnutrición crónica (el promedio general en el universo de NNyA es del 6,7%).
El impacto en la salud es directo, ya que la malnutrición significa una “peor capacidad inmunológica del organismo facilitando la aparición de infecciones, la merma de la capacidad intelectual y de aprendizaje, problemas respiratorios, trastornos gastrointestinales y hepáticos, disminución de la capacidad de realizar actividad física y mayor riesgo de trastornos psíquicos como depresión o ansiedad”, se destaca en el resumen ejecutivo del trabajo académico.
El diagnóstico expone que la situación social en los barrios populares argentinos se agravó con la pandemia. En 2019, cuando se realizó la investigación anterior, se relevó una malnutrición global de 44,1%, con un sobrepeso de 22,5% y obesidad del 19,6%. “Hay un crecimiento de 4,5 por ciento de malnutrición, que está explicado por la pandemia pero también por la agudización de la situación económica”, señaló Bianchi.
A colación de la crisis inflacionaria de casi 100% anual, la investigación asegura que uno de los mayores causantes de la fragilidad alimentaria se debe al aumento sostenido del precio de los alimentos. “Debido al aumento indiscriminado de precios en alimentos, la mayoría de las familias redujo el consumo de nutrientes esenciales”, se lee en otro pasaje del estudio.
En un informe sobre hábitos de consumo que la misma Universidad Popular publicó en octubre pasado, más de dos mil familias de barrios populares admitieron haber recortado casi a la mitad sus consumos en alimentos nutritivos, como carnes y huevos, frutas frescas, verduras y lácteos. El 83% de los grupos familiares reciben un aporte proteico con una frecuencia menor a la recomendada por el Ministerio de Salud.
“Hay que asumir que Argentina está en una situación de emergencia alimentaria, que no es nueva pero sí está agravada. Se necesita reforzar la cantidad y calidad de la comida que reciben los espacios comunitarios, que principalmente en la pandemia estuvieron sosteniendo la posibilidad de alimentarse a miles de personas”, consideró Bianchi.
Al final en el informe se plantea la necesidad de que el Estado implemente medidas integrales. “Hay que poner en prioridad esta realidad y tienen que implementarse políticas públicas muy apremiantes”, dijo la directora de la Universidad Popular.
El dato político es que Somos-Barrios de Pie es una de las agrupaciones de base del Frente de Todos de mayor peso, aliada al Movimiento Evita en la UTEP, el gremio de la economía popular. A nivel nacional está coordinada por Daniel Menéndez, subsecretario de Políticas de Integración y Formación del Ministerio de Desarrollo Social, que encabeza Victoria Tolosa Paz.
La investigación exige que se aumente la cobertura de la Tarjeta Alimentaria a los mayores de 15 años, se apliquen la Ley de Abastecimiento y la Ley de Góndolas “a fin de evitar las maniobras especulativas y la cartelización del sector alimentos”, que haya un aumento de suma fija para los trabajadores y que se grave “un impuesto especial a los formadores de precios de alimentos”. Además apunta que deben fortalecerse circuitos alternativos de distribución y oferta de los alimentos, como ferias y mercados de proximidad de productores y MiPyME, así como la creación de una Empresa Nacional de Alimentos.
(el Diario Ar)