Una vieja parroquia, escuela, delegación municipal y la clásica plaza del pueblo: Goyena, en el distrito de Saavedra, a 134 kilómetros de Bahía Blanca, sigue luchando contra el olvido y la desolación.
Goyena es una colonia mallorquín situada al sur de la provincia de Buenos Aires que intenta mantener las costumbres, cultura y comidas típicas de sus ancestros. La mayoría de sus 500 habitantes es descendiente de Son Servera, a orillas del mar Mediterráneo, y sus primeros pobladores se instalaron luego de la Guerra Civil Española gracias a un inmigrante que compró una porción de tierra.
Fue así que se arribaron numerosas familias en busca de la tierra prometida, escapando del hambre y la desolación.
Cada 2 de abril se celebra el aniversario del pueblo. Años atrás se festejaba con los bailes típicos similares a las romerías españolas. La “Jota” era siempre protagonista.
“Pero de a poco va quedando menos gente mayor, que es la que mantenía la cultura, y se van perdiendo algunas costumbres. Los jóvenes emigran”, dijo a La Brújula 24 Graciela Del Tour, delegada de Goyena, descendiente de mallorquines y gran conocedora del lugar.
Graciela es además, mamá de Lucas y Laura, jóvenes profesionales que emigraron en busca de progreso. Hoy Lucas es médico y Laura doctorada en Relaciones Internacionales.
“Aman su pueblo, pero se fueron, como se van todos los adolescentes. En 2022 egresaron 13 estudiantes y la mayoría partió hacia nuevos rumbos, La Plata, Buenos Aires, Bahía Blanca…”, comentó.
Ya no quedan inmigrantes en Goyena, aunque sí descendientes, hijos, nietos y bisnietos que suelen reunirse a compartir las especialidades de sus ancestros, entre ellas la sobrasada, embutido crudo curado, elaborado a partir de carne seleccionada del cerdo, condimentadas con sal, pimentón y pimienta negra. Se embute en tripa y presenta una lenta maduración.
También la torta mallorquina, una especie de pizza con mucho perejil cuya masa debe ser tan fina como una hoja de calcar donde “se pueda leer un poema”.
Son Servera, pueblo de origen de los inmigrantes que llegaron a esta tierra de América, suelen tener un gesto de hermandad con Goyena cada 2 de abril engalanando los edificios con el escudo de esta localidad bonaerense.
“El Ayuntamiento de Son Servera, en Mallorca, España, se suma a los festejos consolidando día a día los lazos históricos que unen a ambas localidades”, informó la Municipalidad de Saavedra-Pigüé durante el anterior aniversario de Goyena, que celebró 120 años.
Son Servera engalanó sus balcones de la administración comunal con el escudo de Goyena posando en una foto la alcaldesa y su equipo de trabajo, mientras que esta última población hizo lo propio frente al edificio municipal en reciprocidad con este gesto simbólico de unión entre ambos países.
“Tenemos dos grandes proyectos que provienen de los descendientes: por un lado, remozar la vieja estación del ferrocarril. Por otro, crear lazos entre Goyena y Son Servera a través de intercambios, Zoom y proyectos escolares ya que consideramos que este lazo nunca debe perderse”, dijo Miguel Mascaro, ingeniero agrónomo y docente de la Escuela Secundaria Agraria N°1 “Ezequiel Martínez Estrada”.
Miguel es un docente que no se queda en palabras y suele concretar interesantes proyectos. El año pasado fue distinguido entre más de 4000 educadores de todo el país durante el certamen Clarín-Zürich que premia a quienes han logrado dejar huella entre los estudiantes.
Este “profe” da clases en la misma comunidad donde nació. A lo largo de sus 17 años de trayectoria docente desarrolló más de 70 proyectos educativos con los que más de 300 estudiantes alcanzaron instancias nacionales y regionales en diversas competencias.
Hijo de un mallorquín dedicado a las tareas agropecuarias, Miguel es un referente indiscutible en el pueblo.
Laura Biasoli: “Mi lugar en el mundo”
Laura Biasoli es nativa del distrito: es oriunda Pigüé, aunque hoy se siente goyenense, ya que hace más de tres décadas se instaló en esta localidad para acompañar a su esposo, Eduardo Taverna, el médico del pueblo.
Y desde entonces, esta docente considera a Goyena como su lugar en el mundo.
“No lo cambio por nada. Es un lugar ideal para vivir con una tranquilidad inigualable, donde existe el vecino y donde podemos dejar una puerta sin llave o una bicicleta afuera”, describe.
“En verano tenemos una pileta municipal donde va todo el pueblo; en invierno hay talleres muy interesantes, de arte y folklore, impulsados por el Centro de Jubilados, que tiene una gran participación social. Jamás me aburro”, cuenta.
Con una familia ensamblada, la menor de sus hijos, Marcia, tiene 31 años y partió a Bahía Blanca, donde trabaja como terapista ocupacional.
“En general todos los jóvenes salen en busca de un futuro cuando terminan en la única secundaria del pueblo. Aquel que se queda acá tiene pocas posibilidades laborales, tareas rurales, una cooperativa eléctrica, una telefónica y los tres niveles educativos”, detalla.
“Goyena es espectacular y desde el día en que llegamos jamás pensamos en alejarnos. Llevamos una vida de pueblo, tranquila y segura. No podemos pedir más”, concluye. (*Por Cecilia Corradetti/La Brújula 24)