Si recorremos las distintas zonas rurales comprobamos que todas sufren las consecuencias del éxodo de las familias a las zonas urbanas. Es inevitable que no se produzca un dejo de melancolía ver casas deshabitadas o, mejor dicho “taperas”. Sin duda que es más triste ver muchas escuelitas rurales en estado de abandono. Claro, quien concurrió a ella y la ve en ese estado seguro que revive con nostalgia ese bullicio de los alumnos, esa campana que suena, esa canción patria que tantas veces se cantó y, por supuesto, recuerda a esa maestra que vivía en la escuela o viajaba todos los días por los medios que encontrase.
En Compartiendo Valores queremos resaltarlas, pero no con nostalgia sino con anécdotas que refleje el esfuerzo que hacían para cumplir con esa misión que se pusieron al hombro. Creemos lograr ese objetivo al elegir tres maestras del partido de Adolfo Alsina, ahora ya retiradas. Son ellas Lilian Vaz, Claudia Nievas y Alicia Núñez, las tres dispuestas a participar y con un propósito similar, traer lindos recuerdos que despiertan una sonrisa y puede pasar, desaten alguna lágrima.
Nuestras tres entrevistadas coinciden en que fue una tarea que requería mucho esfuerzo, las escuelas estaban muy alejadas de Carhué, donde residían. En muchos casos se quedaban de lunes a viernes, por supuesto que, sin ningún medio de comunicación, caminos de tierra muy deteriorados. Las tres coinciden en manifestar, como contrapartida, lo agradecidas que están con las familias de cada uno de los alumnos: “Ellos hacían que no nos sintiéramos solas “. Una frase reiterada en la conversación con nuestras entrevistadas era “Encontré una gente maravillosa”.
La primera en sorprendernos fue Alicia cuando nos cuenta que a los 19 años tuvo su primera experiencia en una Escuela Rural en las cercanías de Arano, primero como docente y pronto pasó a ser directora. Viajaba en tren hasta Rivera y luego tenía que buscar medios para trasladarse hasta la escuela, tanto para ir el lunes como para regresar el viernes. Aquí recuerda que desde Rivera a Carhué, a veces, los traía una persona que tenía una Rastrojera con cúpula y se subía atrás con su compañera e iban entre quesos y pollitos que trasportaba. «La cuestión era llegar a Carhué”!!!!!. No menos complicado era al salir de la escuela y llegar a Rivera. Hacían “dedo” pero se pasaba el rato y debían acudir a otro medio de transporte muy original y así lo solucionaban, subían a una ZORRITA que iba por las vías del tren llevando los trabajadores que arreglaban las vías. Lo podemos definir así: un medio muy precario, pasaban mucho frío, pero felices porque las ayudaba a llegar a casa.
Otra experiencia muy original que vivió Alicia fue en el año 1985 siendo docente en la Escuela N° 15 de Paraje La Conquista.
Era la época de las grandes lluvias a tal punto que se produjo la tan comentada inundación de Epecuén. Los caminos se tornaron intransitables por lo tanto recorrían en auto con su compañera hasta que llegaban a un lugar por asfalto y tenían que bajar al camino de tierra, digamos de barro. Allí las esperaba un papá con el tractor y las llevaba. Aquí viene lo más notable, Alicia estaba embarazada. “Mi panza parecía un bombo”, dice agregando: “Me hacía sentar en el asiento del tractor y el papá manejaba desde el costado.” Qué historias por favor…Ni se les ocurría pedir licencia!!!
También fue docente en la Escuela N° 8 en la Estancia La Concepción, camino a Salliqueló, allí fue protagonista de la creación del primer Jardín Rural en el Partido de Adolfo Alsina. Refleja, a través de su relato, la pasión por la docencia a tal punto que al contar con alumnos muy humilde cuyos padres no sabían ni leer ni escribir, es más, algunos no conocían la hora, Alicia trató de enseñarles lo básico a esos papás para leer un mensaje breve o, al menos, sepan la hora para llevar a sus hijos a la escuela en el horario que correspondía.
Para distendernos de esta realidad tan conmovedora termina contando un hecho muy gracioso. Iba a la Escuela en un Citroën y paran a hablar con una familia del lugar quienes tenían una chiva: “Como buena chiva se puso a jugar y saltó arriba del capot del auto y de allí puso las patas en el techo”…Buen susto que se dieron!!!!
No menos conmovedoras son las historias que cuenta Claudia. Se inició en la escuela rural N° 8 ubicada en el camino a Salliqueló a 30 km de Carhué. También, al igual que Alicia, le tocó transitar esos caminos el año de grandes lluvias. Misión nada fácil. Cuenta que alguna vez hasta tuvo que viajar en tren ya que pasaba cerca de la escuela. Cuando iba llegando el maquinista disminuía la marcha a paso de hombre, ella saltaba al piso y el guarda le tiraba el bolso.
Algunas veces iban a dedo, “recuerdo una vez que salí caminando con mi compañera y recién después de hacer 20 km conseguimos que nos llevaran los 10 km que nos quedaban”, relata Claudia, luego agrega “nuestra familia nos estaba por salir a buscar dado que se hizo la noche y no aparecíamos”.
Otras veces viajaban en una camioneta, pero el día que había barro se le complicaba porque a menudo se encajaban. Cuenta Claudia, con mucho humor, la vez que se quedaron atascada y su compañera por empujar la camioneta se cayó en el barro “de panza”. ¡¡Cuántas aventuras!!
Claudia nos sigue relatando su experiencia en las escuelas rurales, anécdotas de las más variadas. Hay una que vale la pena compartir, cuando fue maestra en la escuela 27 en el Paraje “La Porota”. de Carhué.
Llegaba a la escuela en un Citroën que se había comprado. “lo mejor para manejar y andar en el barro”, dice convencida. Como algo cotidiano los caminos eran intransitables, más aún los días lluviosos. Así es que en una oportunidad tuvo que faltar dos días y, a pesar de la insistencia de los padres diciendo que no vaya, decidió jugarse por sus alumnos y confió en su autito. “Me pareció un despropósito seguir sin atender a mis alumnos” afirmó con énfasis. El esposo de Claudia adiestraba palomas mensajeras, ¿a qué viene este comentario? A que antes de salir le preparaba una caja con alguna paloma y cuando llegaba airosa a la escuela le ponía un papelito en la pata que decía “llegué bien”. Luego la soltaba. Y, al poco rato, la recibía su esposo dándole tranquilidad. ¡¡Qué notable!! ¿Quién dijo que se necesita celular para estar comunicado?
Claudia también ejerció en la escuela rural N° 2, donde compartió la tarea con Lilian. Aquí vamos a contar dos anécdotas que quisieron narrarlas juntas. Al hacerlo se refleja la pasión con que cumplían el rol de docente ¿por qué decimos esto? por el humor que le ponen al relato a pesar de la precariedad de los recursos para viajar hasta la escuela y los medios que tenían para calefaccionarla durante la clase.
“Íbamos en mi autito muy viejo y lleno de agujeros”, acotó Lilian mientras Claudia cuenta “Salíamos dos horas antes porque dependíamos de que alguien pasara y nos ayudara a empujarlo”. Para regresar a Carhué ya contaban con padres que se le asignó esa tarea, o sea para empujar. Un día de mucha lluvia pasaron unas vías del ferrocarril y cayeron en un pozo con agua. Como es de imaginar entró agua en el habitáculo hasta las piernas. “Hasta en esos momentos encontrábamos algún detalle para divertirnos” Nos dice Claudia mientras su compañera y amiga agrega “Claudia hizo un barquito de papel y nadaba de aquí para allá, de aquí para allá dentro del auto”.
Un día llegaron a la escuela tres señores del Club de Leones para hacer pesquisamiento de la visión de los alumnos. Tenían un calentador “Bram Metal” para calefaccionar el aula, “Arriba siempre poníamos una cafetera grandota de aluminio “, dice Lilian. Ese día, mientras los visitantes recorrían la escuela, Claudia, por vergüenza, escondió semejante cafetera y la metió debajo del escritorio para ocultarla . Cuando entraron al aula dos de los integrantes del Club de Leones empezaron a hacer su tarea mientras que el restante se sentó en el escritorio. Conclusión: Mientras Claudia sufría porque este hombre le pasaba casi rozando con la pierna a la cafetera debajo del escritorio Lilian iba de aquí para allá buscándola en vano para convidar con un café. La cafetera no se volcó, pero tampoco tomaron café.
Ahora le corresponde a Lilian que nos cuente sus experiencias más allá de las que vivió con Claudia. Nos dice que si bien cuando era chica vivió en el campo nunca conoció una Escuela Rural. Tenía 22 años recién cumplidos cuando la designan maestra en la Escuela N°25, Estancia La Verde a 125 Km de Carhué. Se iba en tren Hasta Darregueira y de allí la llevaban en un carro hasta la Escuela. Por ser su primer trabajo lo enfrentó con mucha entereza si pensamos que estaba de lunes a viernes en un lugar muy inhóspito entre montes de piquillín muy cerca de la Provincia de La Pampa, por la zona de Guatraché. “No tenía experiencia en dar clase, pero la predisposición de los mismos alumnos hacía que, sin ellos darse cuenta, me enseñaran”, dice.
Un día le preguntó a alguien del lugar si había pumas, por supuesto esperando una respuesta negativa, ¡vaya sorpresa cuando le dijo que sí! Le explicó que aparecían a la noche. Fue suficiente para despertarse por las madrugadas pensando si el puma estaría afuera. Por suerte el puma nunca apareció.
Posteriormente la nombraron en la Escuela N°11 de la Colonia Montefiore, allí vivió en una casa de familia, una experiencia distinta. Agradece a quienes la alojaron ya que la hicieron sentir muy bien. De allí pasó por otros establecimientos, entre los que contamos la Escuela N°4 de Arano, “Donde viví una situación especial ya que en esa Escuela se educaron mis padres”, dice con orgullo. Cuando estaba en la Escuela N°16.” Era una Escuela hermosa pero un día llegó la orden de cerrarla”, dice con nostalgia, “Claro que justificaban el cierre por quedar solo 2 alumnos”.
Por último, aunque nos quedan otras historias por contar, haremos un comentario de su paso por la Escuela N°31 del Paraje Las Torres a 45 km de Carhué. “El camino era horrible, cuando llovía era barro, barro y barro”, dice Lilian. Una vez estuvo encajada con su autito como 12 horas. Se disponía a pasar la noche allí cuando vio a lo lejos una luz ¡¡El primer auto después de tantas horas!!!! Eran trabajadores que regresaban a sus hogares, la ayudaron a sacar el auto y la acompañaron hasta Carhué.
Intentamos poner de relieve la tarea de la Maestra Rural, sabemos los inconvenientes que tenían para trasladarse, pero al pensar que un puñado de alumnos de distintos grados radicados en el campo las esperaban para que le abrieran el camino al aprendizaje todo resultaba más fácil. Si bien invitamos a Compartiendo Valores a Lilian Vaz, Claudia Nievas y Alicia Nuñez hay muchas docentes rurales más con historias notables de superación, compromiso y vocación. Agradecemos el tiempo que nos dispensaron, pero, fundamentalmente, el ejemplo que nos dan, la pasión por la docencia y por elegir el camino del sacrificio para dejar una huella y ser felices.
Nos quedamos con una frase de Walt Disney que nos hace llegar Lilian: «TODOS NUESTROS SUEÑOS SE PUEDEN VOLVER REALIDAD SI TENEMOS EL CORAJE DE PERSEGUIRLOS»
(*Por Alberto Rantucho/Compartiendo Valores)