El suarense Luis Biagioli no perdió el sentido del humor después de aquel accidente brutal que tuvo en el campo en noviembre de 2021 en el cual perdió su pierna derecha. Una prueba de eso es que le puso nombre a su prótesis: Panchita.
Desde que lo amputaron el 18 de noviembre de ese año ganó una nueva manera de ver la vida que hoy comparte con quien quiera conocer su historia.
«Después del accidente me di cuenta de que la discapacidad la tenía antes, cuando pensaba que todo había que hacerlo de una manera, bien y rápido. Ahora creo que la única discapacidad que existe en la vida es una mala actitud», reflexionó.
«Hoy me siento más entero, más pleno y soy feliz con menos cosas: con poder disfrutar de los amigos, de los buenos momentos, bañarme…¡caminar! Caminar es algo espectacular», subrayó y contó que estuvo 9 meses sin poder hacerlo.
Luis nació en 1991, trabaja en el campo en una empresa familiar desde los 17 años y desarrolla muchas actividades allí, una de las cuales es ser tractorista.
«Estaba en el tractor y llevaba una sembradora enganchada. Bajé del tractor en marcha y una rueda me agarró la pierna derecha y me arrastró una hora y media», recordó.
«Hasta que un compañero de trabajo, un verdadero héroe, paró el tractor y me salvó la vida», contó.
Desde Suárez lo derivaron al Hospital Penna de Bahía Blanca donde estuvo internado 34 días.
«Quizás una de las cosas que más me ayudó a procesar lo que estaba pasando fue que viví todo de forma consciente desde el primer momento. Vi todo lo que hacían y lo que iba pasando», dijo.
«Además, me ayudaron los amigos, la familia y un montón de gente que estuvo en ese momento y es la que te quiere. Uno se siente muy acompañado en ese momento tan difícil», aseguró.
Por otra parte, comenzó terapia psicológica por consejo de los médicos.
«No me parecía necesario, pero me hizo bien. En el hospital lloraba y extrañaba mi pierna pero lo que peor me hacía eran los dolores.», admitió.
«Hoy sé que disfrutar de las cosas pequeñas es lo más importante y lo que me hace feliz», confió.
«Esta segunda oportunidad se la agradezco a la vida y a mi amigo Adrián Rodríguez que es quien me salvó la vida. Yo creo que los verdaderos héroes están más cerca de lo que nosotros pensamos», dijo.
–¿Te pesa la mirada de los otros respecto a tu nueva condición o te pesó en algún momento?
–La mirada no.Entiendo que para muchos amputados es todo un tema cuando te miran la prótesis. A mí no me cambia mucho la vida pero sí creo que una palabra hiere más que una mirada. Por ahí salta uno y te dice:¡qué desgracia lo tuyo! o ¡qué terrible lo tuyo! Y yo no lo vivo así. Lo vivo como una segunda oportunidad, un aprendizaje y una experiencia de vida o sobre cómo sobreponerse.
Cuando me dicen algo negativo no contesto pero me quedo pensando que mucha gente cree que una persona con discapacidad no puede ser feliz y nada que ver. La felicidad está en otro lado.
-¿Cómo se te ocurrió ponerle Panchita a tu pierna ortopédica?
–Cuando llegó el momento de la prótesis, digo, ah…hay que bautizarla. Tiene que tener un nombre. Tenía sentido del humor, siempre hacia mí, no hacia otras personas, y pensaba ¿Cómo se va a llamar la pata? Y quedó Panchita porque yo siempre digo que la prótesis no hace al usuario. Vos tenés una prótesis y cuando te vas a acostar la dejás parada. Ella sola no hace nada. Vos la tenés que mover para que funcione. Y por eso le puse Panchita.
Realmente la aprecio un montón porque es un elemento que me hace libre y me hace sentir pleno al momento de poder desarrollar mi vida naturalmente y sentirme útil en el trabajo, con mis amigos, mi familia y salir a caminar al centro.
–¿Cómo fue el desafío de volver a empezar?
–Es todo un tema cómo llegás a tener una prótesis. Y más cuando vivís en en pueblo. Es un mundo nuevo por conocer. Hacía las rehabilitaciones en Bahía Blanca y cuando volvía a casa lloraba y pensaba: «No voy a caminar nunca más» Es muy distinto a caminar con dos piernas. La prótesis es un desafío enorme: uno se tiene que hacer una coraza y decir «Yo soy más fuerte que esto y lo tengo que atravesar».
–¿Cómo es el vínculo con Adrián, quien te salvó la vida?
–Era un empleado mío pero a mí ese concepto de liderazgo no me gusta. Para mí era un compañero de trabajo. A Adrián le debo un montón. Hizo todo lo que era correcto. ¿Cómo se lo agradecés? Siempre le digo ¿Cómo te agradezco? Es imposible ¿Qué hago? ¿Te doy un abrazo? Entonces, cada vez que lo veo le doy un abrazo. Es como mi segundo papá, y me conmueve mucho decirlo: me dio la segunda vida.
(La Nueva)