
El mensaje de Julio Rubén Cao a sus alumnos
Mis queridos alumnos de 3° D:
No hemos tenido tiempo para despedimos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: defender la Bandera. Espero que ustedes no se preocupen por mí porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todo el país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder. Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando […] Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes […]
Julio Rubén Cao era maestro en la escuela N° 32, de Laferrere, en una zona humilde del Gran Buenos Aires. Murió en combate en junio de 1982. Oriundo de Ramos Mejía, tenía 22 años. El comedor de la escuela Islas Malvinas, del barrio porteño de Mataderos, lleva su nombre.
El sargento ayudante GN Ramón Gumersindo Acosta a su hijo Diego: “Te considero un hombrecito”
Puerto Argentino, 2 de junio de 1982
Querido hijo Diego, ¿qué tal muchacho? ¿Cómo te encuentras?
Perdóname que no me haya despedido de ti, pero es que no tuve tiempo, por eso es que te escribo para que sepas que te quiero mucho y te considero todo un hombrecito y sabrás ocupar mi lugar en casa cuando yo no estoy.
Te escribo desde mi posición y te cuento que hace dos días íbamos en un helicóptero y me bombardearon, cayó el helicóptero y se incendió, murieron varios compañeros míos, pero yo me salvé y ahora estamos esperando el ataque final.
Yo salvé tres compañeros de entre las llamas. Te cuento para que sepas que tienes un padre del que puedes sentirte orgulloso y quiero que guardes esta carta como un documento por si yo no vuelvo: o si vuelvo para que el día de mañana cuando estemos juntos me la leas en casa.
Nosotros no nos entregaremos, pelearemos hasta el final y si Dios y la Virgen permiten nos salvaremos. En estos momentos estamos rodeados y será lo que Dios y la Virgen quieran. Recen por nosotros y fuerza hasta la victoria final. Un gran abrazo a tu madre y a tu hermana, cuídalos muchos, como un verdadero Acosta. Estudia mucho. ¡Viva la patria!
El sargento Acosta, por su arrojo, se hizo acreedor a la Medalla “La Nación Argentina al Valor en Combate”. Estas líneas fueron escritas poco antes de morir en acción.

El envío que no llegó y una sentida respuesta
Islas Malvinas, 7 de junio de 1982
Queridos papá, mamá, Juani y Juanjo:
Perdonen que hace 8 días que no les mandaba nada, pero aquí nos dijeron que no sale ni entra nada. Yo igual voy a intentar mandar una. […] Me imagino lo preocupados que ustedes estarán por las últimas noticias. Es cierto que los ingleses están muy cerca, pero a mi puesto de combate les juro no me ha venido ninguno a “visitar” y espero no lo hagan.
Hay que seguir rezando y pidiendo a la Virgen para que esto se arregle en “paz” y se acabe ya. Cada vez tenemos más ganas de volver cada uno a su casa sea como sea, ganando o perdiendo, pero volver y pronto. Al final se nos quedó en el tintero el viaje, pobre papá, tanto juntar y organizar y yo le tiré abajo todo, aunque deslindo responsabilidades en el loco de nuestro presidente y su desvelo de grandeza. Acá todos, pero todos, lo agarraríamos del fundillo de los pantalones y lo pondríamos como nosotros 55 días; en estos pozos. Y yo con él a todos esos patriotas de ciudad que por lo que ustedes dicen allá está minado. Acabé el discurso. Ja. Ja. […] Besos y abrazos para los cuatro, siempre, siempre los tengo en mis pensamientos. Los quiero mucho. Chau, José Luis
25 años después, su hermano contesta la carta:
José Luis no llegó ni antes ni después de esta, su última carta. Se quedó allí, en las Malvinas, y hoy es una de las tantas cruces de argentinos en el cementerio de Darwin. Hoy ni mi mamá ni mi papá están con nosotros. Se fueron con él, demasiado pronto, demasiado jóvenes, ya que no pudieron soportar una ausencia tan larga.
José Luis, mi hermano, no quería ir a la guerra, no quería ponerse la ropa de combate, camuflarse, matar gente […] No quería pelear con un enemigo que escuchaba la misma música que él: Queen. No quería ser –como fue su destino– “un héroe de Malvinas”.
José Luis, a sus 19 años, estaba iniciando la carrera de Ingeniería Aeronáutica en la Facultad de Ingeniería de La Plata. Quería ser un profesional, formar una familia y vivir la vida que Dios le había dado en esta bendita tierra.
Pero, lamentablemente, en el año ‘82 el presidente de aquel entonces y el patriota de ciudad –al cual vos te referís en la carta– invadieron las Malvinas y fueron de celeste y blanco a la Plaza de Mayo. Ellos, los patriotas de ciudad y su presidente, les gritaron a los ingleses “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, pero lógicamente desde Buenos Aires, bien lejos de la guerra.
[…] Tu patriota de ciudad llena un lugar en los palcos oficiales, en las calles, para repetir una vez más, en estas fechas, que las Malvinas son argentinas y cantar el himno bien fuerte, especialmente la parte que dice: “con gloria morir”, siempre y cuando no le toque a él, porque él debe seguir siendo un patriota. Asimismo, el cobarde indolente y mariquita de uniforme bien planchado que te mandó al frente con hambre y frío, mientras él planeaba desde su bunker con calefacción y buena comida cómo vos tenías que resistir en una trinchera, hoy –ese mismo criminal– está entre nosotros, condecorado como un valiente.
Gracias a vos y a tus compañeros hoy vivimos en una democracia que nos permite decir lo que en la guerra y en el regimiento no podías manifestar, pero lo sentías. Hermano, debo decirte la verdad: lamentablemente tenías razón, tu patriota de ciudad no te respetó, te mandó a la guerra y te olvidó. […]
Juan José del Hierro
José Luis del Hierro tenía 19 años. Había terminado el colegio secundario en el Instituto Peralta Ramos de los hermanos Maristas de Mar del Plata. Hizo el servicio militar en el Regimiento 7 de Infantería de La Plata y en noviembre de 1981 le habían otorgado la baja, pero fue reincorporado el 9 de abril de 1982 y, trasladado a las islas. Murió en la madrugada del 14 de junio de 1982, durante la última jornada de combates.
Una semana después su familia lo fue a buscar a la puerta del Regimiento; el Ejército no les había avisado del trágico desenlace. Junto con otros familiares, esperaron su arribo desde primera hora de la mañana. Pasaron nueve meses sin noticias. En marzo de 1983 su padre viajó a Ginebra, sede de la Cruz Roja Internacional, y supo que José Luis había muerto y su cuerpo sepultado en las Islas Malvinas, después de estar cubierto por la nieve durante cinco meses.
Una conmovedora “Carta abierta”
Sr. Presidente de la Nación:
Demasiado tiempo ha pasado, son 25 años de la Guerra de Malvinas. Una verdadera historia que nos ha marcado y mucho. Ya casi no se habla de aquello y eso está mal. Fueron muchos los soldados que marcharon a esas islas a dar la vida, a defender nuestro territorio. Mucha sangre derramada. Muchas familias destruidas, muchas vidas perdidas por consecuencias más que obvias y otros que no pudieron soportar seguir viviendo con tanto dolor interno y terminaron en suicidios. El número de ex combatientes suicidados es aterrador y supera al número de caídos ¿Qué se hizo para evitar eso desde nuestro gobierno? ¿Quién se acordó de nuestros héroes cuando terminó la guerra?
Qué difícil y qué duro es contar la realidad. De eso no se habla les decían y ¿por qué? Acaso el gobierno no era el responsable de los hechos ocurridos; tenía que hacerse cargo de esos soldados que volvían abatidos, muertos de hambre y frío, habiendo perdido algún compañero porque quedó allá y lo enterraron, donde es muy difícil acercarle una flor. Siento que lo que ocurrió fue abandono de persona y eso es un delito. Nadie se ocupó de ellos. Se los dejó solos, sin ayuda y sin ver cuáles eran las necesidades precisas de cada uno y sus familias. Me refiero a ayuda psicofísica, terapia, ayuda grupal. Muchos fueron discriminados por volver de una guerra y tener secuelas. Los discriminaban a la hora de conseguir un trabajo, los discriminaba la sociedad por ser ex combatientes. Les costó mucho volver a insertarse en ella. Recuerdo que en algún momento intentaron hacer un plan de viviendas para los excombatientes, pero fracasó, y no es la palabra justa. No lo llevaron a cabo porque en ese entonces quedó parada la obra y no se continuó, sucedió en la provincia de Buenos Aires y sin ir más lejos nosotros con mi marido, un gran héroe, pagábamos ese plan y fue una estafa más por parte de las autoridades del Fonavi. Es cruel y duro pero no se les ocurrió que todavía hay muchos que no tienen su vivienda y que no hay un acceso fácil y directo para llegar al sueño de la casa propia. Siempre tuve la idea que cuando un soldado volvía de la guerra, se lo esperaba con todos los privilegios, era condecorado, agasajado como sucede en la mayoría de los países; pero creo que eso no sucedió con los nuestros.
Muchos años después y con la insistencia de los centros de excombatientes aparecen las pensiones de guerra. Gracias al esfuerzo que estos veteranos han hecho, lograron llegar a donde están hoy, pero todavía falta algo muy importante que es el reconocimiento personal y familiar de cada uno de ellos y el reconocimiento histórico, que es lo que todos están esperando.
Fui esposa de un excombatiente de Malvinas, fallecido posguerra y madre de tres hermosos hijos que tuvimos en tiempos felices. Doy gracias al cecim La Plata que está siempre al lado nuestro. Doy gracias a los amigos de Jorge, que siempre lo tienen presente.
María Laura Capparelli
Esta historia la dio a conocer el diario Hoy de La Plata en 2007. María Laura Capparelli había conocido a Jorge Mártire el día en que Raúl Alfonsín asumía en diciembre de 1983. Se casaron y tuvieron tres hijos. Pero él vivía acosado por el stress post-Malvinas y resolvió quitarse la vida, el 1 de marzo de 2003. Cuatro años después María Laura quiso contarle su dolor al presidente Néstor Kirchner.
“¿Usted qué piensa?”
El teniente coronel Enrique Neirotti, conocido porque dio a conocer una “carta al soldado inglés que maté en Monte Logdon” reflexiona: “Hoy, hasta los artificios de la Fiesta de la Vendimia, en Mendoza, me recuerdan esa batalla. Es que con esos recuerdos uno tiene que aprender a convivir. Y no es fácil”. Por sugerencia de su terapeuta le escribió una carta al soldado inglés “que partí en dos con mi ametralladora pesada”.
Con 67 años, en 2017 declaraba: “¿Sabe qué pasa?… No me puedo olvidar de lo que hice. Aunque sé que en el campo de batalla es matar o morir y ésa era la consigna que teníamos que cumplir para defender la Patria, yo siento que pude haber ayudado a una persona y no lo hice. Después de que le disparé él gritaba, pedía ayuda y yo en lugar de intentar salvarlo, le disparé. Por eso me duele más su muerte que la del otro soldado”. El oficial mendocino comenta: “Me empecé a sentir mareado. Fui hasta el puesto de socorros y les dije que no podía seguir combatiendo”. Desde aquel momento no pasó demasiado tiempo para que llegara la orden de replegarse, puesto que, a una hora y media de haber comenzado el ataque inglés, a Enrique y sus compañeros se les terminaron las municiones. Solo en la sección que el mendocino comandaba murieron 15 soldados argentinos y otros 20 resultaron heridos a causa del cruento despliegue militar británico.
“Queremos que se sepa la verdad. Queremos que alguien nos diga ‘gracias por lo que hicieron’ señala la crónica que recalca que ese es el reclamo más común de los veteranos de guerra, todavía hoy, 40 años después. En 2002 Neirotti había subrayado: “Hoy con tristeza y con impotencia veo a mi patria, por la que tantos hombres ofrendaron sus vidas, diezmada por intereses mezquinos. Y tengo miedo de que esa traición sea aún mayor, más terrible y más destructiva que la de hace 20 años. Tampoco hay un día en el que no me pregunte si sirvió de algo el sacrificio de tantos héroes. ¿Usted qué piensa?”, pregunta y se pregunta… (La Nueva)
