
El fin de semana próximo se reeditará la peregrinación a caballo hacia uno de los monumentos religiosos más imponentes de la región: la centenaria iglesia Nuestra Señora del Carmen de López Lecube, en el distrito de Puan.
La 13ª Cabalgata-Peregrinación se desarrollará el domingo 28, organizada por el Centro Criollo Atahualpa Yupanqui y el grupo Amigos de la Iglesia, con la colaboración de la comuna puanense. La participación, como siempre, será libre y gratuita.

Esta nueva muestra de tradición y fe comenzará a las 8, con la concentración de jinetes en el campo de doma del Centro Criollo Atahualpa Yupanqui, en la localidad de Felipe Sola.
Allí se concentrarán los representantes de los centros tradicionalistas de la región, así como los jinetes que deseen sumarse en forma individual. Como novedad, este año se realizará la 1ª Cabalgata de Mujeres Gauchas, quienes acompañarán la procesión a lo largo de los 17 kilómetros que separan al pueblo de Felipe Solá de López Lecube.

“La gente suele llegar en auto, caminando, a caballo y hasta en bicicleta. Todos son bienvenidos”, refirió comentó Andrea Ferreyra, enfermera responsable de la sala de primeros auxilios del pueblo y miembro activo del grupo de vecinos que se encarga de los trabajamos de mantenimiento y restauración de la iglesia, como también de recibir a los turistas que visitan el templo durante todo el año.
Tras la concentración en Felipe Solá, se iniciará la marcha hacia López Lecube, con el objetivo de arribar a este pequeño pueblo de la llanura pampeana alrededor de las 12.30 y realizar el tradicional desfile de jinetes frente a la iglesia, que forma parte del Patrimonio Histórico Provincial.
“Como cada año, habrá paseo de artesanos y emprendedores, servicio de cantina, juegos para los más pequeños, espectáculos regionales y se podrá visitar el Paseo Ramón López Lecube”, se indicó desde el área de Turismo comunal.

En el lugar habrá servicio de cantina para todos los que deseen almorzar y merendar con la comunidad local y los jinetes invitados.
A las 13 comenzará el acto protocolar con las autoridades invitadas, tras el cual actuará el grupo Desde el Alma, de la vecina localidad de Villa Iris.
A las 15 comenzará la tradicional misa, y a las 16 el grupo Los Gigantes del Ritmo cerrará el encuentro con un gran baile popular.
Los organizadores adelantaron que el sábado 27, en la previa de la cabalgata, se podrá disfrutar una Noche de Peña en el salón de Bomberos Voluntarios de Felipe Solá.
Comenzará a las 21.30, organizada por el Centro Criollo Atahualpa Yupanqui, con servicio de cantina y la actuación de Los Hermanos Montané.
Por una promesa

Tres días después de la cabalgata-peregrinación, la iglesia Nuestra Señora del Carmen de López Lecube cumplirá nada menos que 109 años.
El templo, inaugurado el 31 de agosto de 1913, es considerado una de las siete maravillas del distrito de Puan. Esta calificación no sólo se debe a su majestuosa e imponente arquitectura, que se yergue como un gigante sobre la roma llanura pampeana, sino también al curioso hecho histórico que propició su construcción.
El protagonista de esa historia fue el hacendado Ramón Abraham López Lecube, quien llegó a Bahía Blanca en 1880 con la inquietud de colonizar el sur del país.
Amigo de Julio Argentino Roca, había obtenido del presidente de la Nación 50 mil hectáreas en la zona que hoy ocupan las localidades de Pelicurá, López Lecube, Piedra Echada y Estela. La única condición era que transformara ese “campo salvaje” en tierras productivas y prósperas.
n presos por delitos menores- fue delimitando sus tierras y construyendo lo que denominó como Rancho Grande, una suerte de estancia con varios puestos desde los cales se podía desarrollar la producción y, al mismo tiempo, repeler las incursiones de los aborígenes.

La historia que da origen a la iglesia, precisamente, tiene que ver con un malón ocurrido en 1887.
«Era la hora del atardecer, y mi abuelo, su mayordomo (Eduardo Graham) y un grupo de peones estaban por llegar al rancho. De pronto divisaron a lo lejos un malón que venía hacia ellos a gran velocidad, y se dieron cuenta de que no llegarían a ponerse a resguardo, por lo que todos salieron disparando en distintas direcciones”, relató alguna vez Alejo López Lecube, nieto del recordado estanciero.
En medio del caos de violencia y sangre, Ramón López Lecube encontró una vizcachera y decidió guarecerse allí. Pasó allí largas horas de terror, encomendando su vida a Dios mientras escuchaba cómo los indios destruían, robaban ganado y saqueaban el rancho.
En medio de sus oraciones el estanciero hizo una promesa: si salía con vida de esa encrucijada, construiría en ese mismo lugar un templo en honor a la Virgen del Carmen, de la cual era muy devoto. No se supo nunca más nada del mayordomo y los peones, aunque no es difícil suponer qué les ocurrió. Ramón, en cambio, logró sobrevivir para honrar su promesa.
La construcción comenzó en el año 1900. Nada menos que 13 años tardó en levantar el edificio, pero lo hizo tal como lo había pensado cuando se ocultaba en la vizcachera: con los mejores materiales que pudo conseguir.
Así, las imágenes religiosas fueron talladas en mármol de Carrara por renombrados artistas europeos, como el italiano Vittorio Caradossi. Los 14 vitrales, en cambio, fueron fabricados en Austria. Todo llegaba al puerto de Ingeniero White en barcos procedentes del Viejo Mundo, y se trasladaban 100 kilómetros en carreta.
El templo cuenta con una sola nave central, sus pisos son de mosaico granítico y toda la madera existente en su interior es de cedro importado de Europa. En el bronce de una de las campanas de la iglesia se halla impresa una frase del fundador: «Confortado con la fe cristiana, llegué a estos campos el 8 de noviembre de 1880, en los que labré mi felicidad».

La construcción de la iglesia atrajo a los colonos. A cada familia López Lecube le dio un pedazo de tierra; de esta forma, poco a poco, las casas fueron rodeando a la iglesia. Luego llegaron los comercios, y la comunidad comenzó a tener una vida floreciente alentada por el auge del campo y el ferrocarril (que llegó en 1905).
La iglesia fue inaugurada el 31 de agosto de 1913. A la ceremonia asistieron más de 300 invitados de toda la zona, quienes quedaron admirados por la línea arquitectónica que asemeja el templo a algunas típicas catedrales europeas.
Ramón López Lecube vivió siete años más, hasta el 16 de mayo de 1920. Falleció a causa de una miocarditis en Capital Federal. Su cuerpo fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta.
Para ese entonces su pueblo, el que llevaba sus apellidos, tenía unos 1.000 habitantes, así como hoteles, peluquerías, bares y hasta cancha de tenis. De todo esto hoy no queda más que el recuerdo: apenas 20 personas le siguen dando vida al pueblo, con la iglesia como sostén y bastión.
Los hijos de López Lecube, Alejo y Ramón, continuaron su legado durante años, y luego sus nietos.
En la zona Ramón fue uno de los primeros en introducir cabañas ovinas, bovinas y equinas, donde crió animales de raza con los que obtuvo premios y galardones en la muestra de la Sociedad Rural de Palermo.
Además fundó tres famosas estancias en el sudoeste bonaerense: San Ramón y San Rafael, cercanas al pueblo que lleva su nombre, y San Alejo, en Pelicurá. Todos fueron establecimientos ganaderos modelos de la época.
Pese a todo esto, pasó a la historia por el que tal vez sea su logro más inesperado: la construcción de uno de los templos católicos más hermosos de la zona. (La Nueva)
