De clásicos vivimos los argentinos. Los que se disfrutan? y los que se sufren, claro. Brasil es nuestro objetivo. La medida de todas las cosas en el deporte. Por la rivalidad, desde siempre. Y, de manera menos reconocible por nuestra personalidad, es posible que también por algo de admiración. Puede ser. Pero ganarle a «ellos» es algo especial, distintivo e inolvidable.
En días de incertidumbre social, política y económica, de dolores varios que nos atraviesan hasta por una pantalla de TV, evadirse (por un rato) de los problemas encuentra una fuga directa al paraíso con un disfrute histórico en el mano a mano con nuestro rival. Es, al fin de cuentas, el deporte. El mágico mundo del deporte.
Por primera vez y en simultáneo, la Argentina ostenta el reinado continental en fútbol, básquetbol y voleibol. Y, para que sea completo el triángulo, los tres títulos se obtuvieron ante el adversario preferido y en territorio brasileño. Como si fuera una película.
El fútbol está por encima de todo. Allí Brasil tuvo su época de dominio, pero ahora le toca a la Argentina, que goza de un momento magistral en la pulseada continental. El éxito en el Maracaná en la final de la Copa América 2021 cambió la vida de Lionel Messi y de todo un país. El 10 de julio, con una clase de Angel Di María a cielo abierto y rodeados de mascarillas, en plena pandemia. Ellos, sobre todo ellos. Y el resto: Otamendi, Dibu y las jóvenes promesas. Más tarde, llegó Qatar: pero esa es otra historia.
Río de Janeiro fue el principio de este particular hat-trick de victorias en disciplinas de equipo, a los que se le sumaron, el título del básquetbol, en Recife, el 11 de septiembre de 2022, en un reñido 75-73. El equipo dirigido por Pablo Prigioni se impuso en el Estadio Geraldao Arena de Pernambuco, en Recife y conquistó la AmeriCup. Tuvo a Gabriel Deck como figura del encuentro con 20 puntos y 7 rebotes; además, recibió el premio MVP al mejor jugador del torneo.
Y ahora, el impacto del voleibol. Una escalera, año a año: uno, dos y tres.
La efervescencia en los festejos permite dimensionar la conquista. El silencio respetuoso de unos 15.000 brasileños multiplica el impacto. En Recife, la selección argentina masculina de voleibol sacudió los libros, y cortó con 72 años de reinado. El equipo que conduce Marcelo Méndez le arrebató el trono sudamericano por primera vez al gigante y local y terminó con el récord que ostentaba el seleccionado verdeamarelho desde 1951: coronarse en 33 sudamericanos de 34 posibles. El único que no había ganado era el de 1964, debido a su negativa a participar por conflictos políticos y que justamente ganó la Argentina ante Venezuela. Grita Luciano De Cecco, el mago. Canta Bruno Lima, un lugarteniente. Se desahoga Facundo Conte, tan lejos, tan cerca, otra vez.
El golpe sobre la mesa llegó con contundencia, con un 3-0 y ante una multitud que se reunió con la idea de continuar con su cosecha de 28 títulos consecutivos. El voley es casi, casi como el fútbol en el país del carnaval. Se respiran bloqueos, en las playas, en los estadios, en la TV. A toda hora. La selección argentina demostró que su potencial no tiene techo, que consiguió tener un equipo equilibrado entre experiencia y juventud. Y volvió a castigar a Brasil, así como cuando consiguió ganarle en el choque por la medalla de bronce en Tokio 2020. Cómo olvidarlo.
El equipo nacional se impuso por 3-0 con parciales de 25-19, 29-27 y 25-22. Facundo Conte fue el máximo anotador, con 15 puntos. El goleador del partido fue el brasileño Alan, con 19. El plantel es la mezcla perfecta de sapiencia y futuro: Luciano De Cecco, Matías Sánchez, Bruno Lima, Pablo Koukartsev, Agustín Loser, Nicolás Zerba, Joaquín Gallego, Martín Ramos, Ezequiel Palacios, Facundo Conte, Manuel Armoa, Luciano Vicentín, Jan Martínez y Santiago Danani.
El Campeonato Sudamericano reunió a los cinco mejores seleccionados de esta parte del mundo, los cuales se enfrentaron en un formato de todos contra todos. En el debut, el 26 de agosto, la Argentina venció 3 a 0 a Colombia con parciales de 25-16, 25-15 y 25-22. Como siempre (como siempre que el físico lo deje), uno de los cerebros del plantel argentino fue De Cecco. El histórico armador fue protagonista del punto del campeonato cuando, en la efervescencia de la definición del segundo set y con el marcador 25-25, salvó una pelota con el pie derecho. En un gran gesto técnico, el número 15 habilitó a Zerva, que atacó contra el bloqueo y consiguió el punto. Algunos, futboleros, lo compararon con una clase de Leo Messi.
No tiene el voleibol (tantos años después de luchas internas, sospechas económicas y emblemas de otro tiempo) solamente un entrenador, Méndez, surgido en River y admirado en Brasil, por títulos y nobleza. Es mucho más que un hombre y su pizarrón. Vale el recuerdo, justo ahora. Hay que viajar a febrero de 2022. Se replica el prólogo de la historia. Se trataba de un argentino (un hombre del voley), al rescate de otro argentino (un hombre del fútbol) en el día a día de una guerra. Decía el entrenador…
«Todavía está caminando, pobre… Salió a las 8 de la mañana en auto, llegó a una ciudad que se llama Lviv, a 80 kilómetros de la frontera. Y, de ahí, con un compañero lituano que lo está ayudando, que le está dando una mano, dejaron el auto, porque los últimos 20 kilómetros los tiene que hacer caminando, con dos valijas».
«El pibe está medio desesperado. Le mandé la frontera que tiene que cruzar, le estoy dando el mayor soporte posible, pero todavía no llegó al cruce. Cuando llegue, va a tener que esperar unas 8 o 10 horas, porque está cruzando una cantidad terrible de gente y de autos».
«El pibe lo está padeciendo. Le estoy dando todo lo que puedo, cuando cruce, voy a ir a buscarlo o mandarle una persona para que lo vaya a buscar. Los ucranianos quieren venir a Polonia, pero tengo entendido que a los hombres mayores de 18 años hasta la edad de 60 o 65, en algunos casos, no los dejan pasar».
Lejos de las luces, ayuda, colabora. Cuando puede, muestra su mano, grande, enorme, como suele verse en el mundo del voley. Vivía en Rzeszów, la ciudad más grande del sudeste de Polonia, en donde trabajaba. En ese momento, quieto, en la frontera, esperaba el abrazo fraternal con una persona que no conocía, que nunca vio en su vida. Claudio Spinelli, un futbolista. Sin darse cuenta, le salvó la vida. En ese momento, el atacante jugaba en Ucrania y se escapaba. Hoy, se desempeña en Maldonado, de Uruguay.
Marcelo Méndez no sólo es un magnífico entrenador de voleibol, de 59 años. Indispensable en la inolvidable medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio. Aquella noche, aquella madrugada, frente al televisor, representa una postal que va a quedar archivada para siempre. Un 3-2 único, conmovedor. Méndez era el maestro y, lógicamente, lo sigue siendo.
Su proyecto comenzó en 2019. En River estuvo 10 temporadas, dio el salto a Europa como entrenador principal de Drac Palma (2005 al 2009) y consiguió siete títulos (3 Superligas, 1 Copa del Rey y 3 Supercopas); el subcampeonato de Challenge Cup en 2005 y otro en CEV Cup en 2006. Además, fue seleccionador de España durante un año, entre 2007 y 2008.
«Estar en París 2024 es el gran objetivo y el camino tiene que darse con el crecimiento de los jóvenes», decía Mendez, días atrás. Ese será el próximo objetivo, el torneo Preolímpico. Y fue más allá: «No somos un equipo fuerte desde lo físico, la diferencia la tenemos que seguir haciendo desde la técnica. El mejoramiento técnico individual es la base para seguir creciendo como selección».
La técnica. Y, sobre todo, el corazón.