Fueron años de idas y vueltas. De entrar y salir de centros de rehabilitación o programas a regañadientes, arrastrado por su familia. Un raid, que incluyó robos con un condena en prisión cumplida y la responsabilidad de dos hijos, lo que lo condujo a hacer el click inmerso en la desolación.
«Mi vida era un desastre, había tocado fondo de muy mala manera. A los 34 años me di cuenta que de ya no podía estar más así. Me encontraba en mi casa del Z1 solo, devastado por tanto consumo, con muchos berretines encima, muy mal mental y socialmente. Al no estar bien conmigo mismo, me llevaba mal con el resto. Estaba muerto en vida por los vicios», recordó.
Con el apoyo incondicional de su madre tomó la decisión de mover la primera ficha para darse otra oportunidad. La recomendación de un amigo de su familia lo llevó a Fazenda de la Esperanza, una comunidad terapéutica, situada en la localidad bonaerense de Carhué, que se dedica a la recuperación de personas con problemas de adicciones. Doce meses y 25 hectáreas de «espiritualidad, convivencia y trabajo» fueron los pilares de uno de los capítulos más decisivos en su biografía.
Al principio lo hacía para zafar, como para ponerme un poquito mejor e irme. Pero después empezó una reconversión en mi persona que me cambió la perspectiva. Los primeros 90 días de desintoxicación son los más ásperos. Fueron días de trabajo, trabajo y trabajo», dijo al mencionar diferentes talleres y áreas -como huerta, «la chanchera», herrería o panadería- que ofrece el lugar. «Todo es a propósito, luego de das cuenta. Te hacen transpirar y laburar mucho en esos 90 días, para que el cuerpo se pueda desintoxicar. En ese tiempo hice pozos, moví postes, planté árboles, limpié un tanque australiano, todas cosas con mucha dinámica», enumeró. «Vas moviendo la tierra de tu vida, de tu corazón en una huerta donde se trata de plantar una nueva semilla y que caiga en tierra fértil. Nos levantábamos a las 6:30 de la mañana, meditamos la palabra del Evangelio, hacíamos un Rosario, desayunábamos y salíamos a trabajar hasta las 6 de la tarde. En el medio parábamos para almorzar. El tratamiento implica un proceso en el que cada trabajo te va vivificando», agregó al describir su rutina diaria en Carhué.
Luego de ese año de aislamiento terapéutico (reforzado por la pandemia de coronavirus que le impidió tener contacto con sus seres queridos), Darío afrontó el difícil desafío de regresar a Neuquén, donde los esperaban sus afectos pero también las miradas de «un pasado que pesa».
«No fue algo fácil y sigue sin ser fácil. Ya pasaron casi dos años de que volví a Neuquén y la gente me sigue mirando de reojo. Siempre soy juzgado de alguna manera, pero no me quedé con eso. Gracias a Dios conocí a dos personas que me acompañan al día de hoy. Una de ellas es el subsecretario Hernán Ingelmo, subsecretario de Ciudades Saludables y Prevención de Consumos Problemáticos y el Padre Diego Canale de la capilla de Alta Barda, que es un guía espiritual para mi vida», destacó agradecido. «Mis principales preocupaciones en ese momento eran seguir manteniendo mi sobriedad y hacerme cargo de mis hijos como un papá sano», subrayó.
De a poco, y gracias a una red de apoyo, Darío fue organizando una vida autónoma y afianzando el vínculo con sus hijos. En medio de ese nuevo camino, regresó a un viejo y fugaz amor: el remo. Una actividad que conoció a los 14 años en el Club Italiano junto a los palistas Sergio Mangín y Fernando Milla, un año antes de perderse en las drogas.
«Así comencé a conectar con la naturaleza de una manera muy linda y luego arranqué con las primeras actividades ecológicas, con una limpieza en el río Limay. Más tarde gente de Ecopet Patagonia nos invitó a limpiar el río Neuquén y después nació Yorio», dijo en alusión a la organización de alcance nacional originada por un grupo de personas de Villa La Ñata que promueve la limpieza y el cuidado de los ríos y sus costas, buscando su regeneración.
«Yo tomé algunas cosas para replicar acá. Tapamos un basurero abierto, luego me invitaron a compartir jornadas de limpieza en el río Luján, Paraná, Carapachay y el arroyo Caraguatá. Acá hice varias campañas, todo a pulmón. Con Pancho Baggio limpiamos la laguna de San Lorenzo Norte. Recién ahora se están sumando empresas como LP, que es la mayor recicladora de toda la Patagonia. También voy con activistas voluntarios a la barda, al Balcón del Valle. Mi viejo lo limpia hace 19 años, así que tomé también eso de él», deslizó.
«Ahora estoy organizando para limpiar el Arroyo Durán y tengo un proyecto para los ríos, los humedales y los lagos de nuestra provincia. Me parece importantísimo el recurso hídrico. Aprovecho esta nota para poder pedir una audiencia con Rolando Figueroa para presentárselo. Creo que hay mucho para hacer acá en Neuquén que tenemos un basural a cielo abierto», agregó.
«La reinserción social es una de las partes más difíciles que atraviesa una persona con consumo problemático. Por tu pasado muchos te juzgan. Es tarea de todos lo días el cambio y no solamente hablarlo, hay que mostrarlo con las actitudes», reflexionó al hacer un balance del camino que viene recorriendo desde hace tres años. «Con esa vida iba camino al cementerio o a la cárcel. Por suerte pude darme cuenta a tiempo que no quería terminar así», recalcó.
«Uno se tiene que dar cuenta que se equivocó en la vida. A partir de que uno va reconociendo sus errores, los puede empezar a modificar. Cuando empieza a modificar esos errores, empieza a cambiar el pensamiento y cuando empezás a cambiar el pensamiento, empiezan a cambiar las actitudes. Después de eso ya te empieza a cambiar un poquitito la vida, la mirada hacia la sociedad y el mundo que te rodea. Todo es un proceso, no se da de un día para el otro, y lo sigo viviendo hoy en día», remarcó.
«Actualmente me siento muy bien con mi vida, con quien soy, por lo que habla la gente hoy de mi. Después de un gran trabajo en mi vida, creo que los frutos se están viendo, estoy muy contento. La vida es linda y puede ser vivida de otra manera», resaltó.
«Hoy por hoy estoy limpiando toda la basura que saqué dentro mío. A partir de todo lo tóxico que había en mi, estoy tratando de sacar lo tóxico que hay en mi tierra, mi ciudad, mis ríos y mi país», concluyó. (La Mañana Neuquen)