Las auroras que se observaron durante el fin de semana pasado no constituyen un evento único y sin repetición. La vigorosa actividad solar, marcada por las tormentas solares y las emisiones de partículas energéticas, seguirá generando estos fenómenos en el futuro cercano.
La Tierra está siendo impactada por una notable carga de plasma y energía proveniente del Sol. De hecho, desde el viernes hasta el lunes, experimentó la tormenta geomagnética más intensa en más de dos décadas, como resultado de la embestida de partículas solares.
Este suceso desencadenó auroras vivaces no solo en los polos, donde son comunes, sino también en latitudes más bajas, permitiendo a millones de personas disfrutar del espectáculo de luces en el cielo nocturno.

La prolongada alteración del campo magnético terrestre comenzó cuando al menos siete tormentas solares, conocidas como eyecciones de masa coronal (CME), impactaron contra nuestra atmósfera protectora.
Estas eyecciones, lanzadas al espacio la semana pasada debido a erupciones solares de una única y masiva mancha solar, denominada AR3664, que es 17 veces más grande que la Tierra, mayormente pertenecían a la clase X, la forma más potente de explosión superficial solar.
La incidencia de las CME debilitó temporalmente el campo protector terrestre, permitiendo que las partículas cargadas del Sol penetraran profundamente en la atmósfera, excitando moléculas de gases como oxígeno y nitrógeno, desencadenando así las impresionantes auroras en latitudes no tan comunes.

Las auroras se avistaron en lugares inusuales, como el sur de Florida, México, Puerto Rico y partes de Europa en el hemisferio norte, así como en la Patagonia argentina y chilena, e incluso en gran parte de la costa bonaerense en el hemisferio sur.
Para los científicos, estas auroras fueron una evidencia de que el Sol se está acercando al punto máximo de su ciclo de actividad de 11 años.

La región activa 3664 del Sol envió al menos siete explosiones de plasma magnetizado, o eyecciones de masa coronal, en dirección a la Tierra a velocidades de hasta 1.800 kilómetros por segundo, junto con ondas de partículas cargadas y otros desechos solares.
Los operadores de satélites, administradores de redes eléctricas y otros encargados de la infraestructura tecnológica están evaluando los impactos de este evento histórico: la tormenta geomagnética más severa desde 2003. Sin embargo, la mayoría de los sistemas importantes parecen haber resistido el embate.

Se espera que haya más tormentas, ya que las más poderosas de un ciclo solar pueden ocurrir después de su máximo, previsto para finales de este año. La región activa 3664 es probablemente la más grande y compleja observada durante el ciclo solar actual, que comenzó en 2019. (Infobae)
