La radio en mi
Parecerá egoísta el título, pero para contar esta historia debo partir de lo que significó en un niño la Radio, ese receptor que para la época en que nací era el más Importante en cuanto a la inmediatez y comunicación de las noticias; después estaban los diarios, las revistas.
A mi pueblo, Rivera, partido de Adolfo Alsina, provincia de Buenos Aires, los diarios llegaban el día después de editados, en tren, por entonces Ferrocarril Sarmiento. En mi casa mi padre compraba el diario La Razón, y leía las noticias del lunes el miércoles, y así, mirando las fotografías y ahondando un poco más en la información, completábamos el panorama de la noticia que habíamos recibido por radio, como adelanto.
En Rivera las radios de Bahía Blanca se escuchaban como si fueran locales y se tomaba muy en cuenta lo que en ellas se decía para conocer cuestiones de la región; en algunos casos de nuestros pueblos a través de los “boletines de la zona», y merced al llamado que algún vecino hacia a la radio para comunicarlo, oficiando de “corresponsales”.
Bahía Blanca fue la ciudad a la que miramos como preponderante en la región, y a la que nuestras familias concurrían por cuestiones de salud, fundamentalmente, a visitar a médicos especialistas o para atenderse en sus hospitales por cuestiones más complejas que las que pudiera atender el hospital “Noé Yarcho”, y por razones comerciales en segundo lugar. Los comerciantes acudían allí para adquirir algunos artículos, aunque también había buena comunicación con Buenos Aires, diaria, a través del tren.
La radio traía su frescura propia y como todo niño siempre miraba detrás del receptor que había en casa para entender cómo salía esa voz de su interior y hablaban de cosas tan actuales de interés para los mayores, como las noticias.
Recuerdo siempre la noticia del asesinato del presidente de los EEUU John Kennedy, en 1963, porque mu padre llegó de su trabajo al mediodía y lo comentó con mi madre, y Juntos ellos, detrás yo, fuimos basta el “aparador” a escuchar de cerca lo que la radio decía. Yo tenía 5 años por entonces, pero lo recuerdo como si fuera hoy.
Transcurría la década del 60; llegaba la música de Los Beatles y mi papá, Juan, no dejaba de comentarle a Elbe, mí mamá, lo que cantaban “esos tipos de pelo largo con flequillo arriba del escenario”, y la gente, la juventud, enloquecía ante sus gritos, Para él no había otra música que el tango. A veces un poco de folklore, pero por sobre todo la
admiración por Pugliese, Troilo, Julio Sosa, Carlos Gardel, Agustín Magaldi.
Llegó el hombre a la luna, en 1969, y segulmos todo el relato por la radio de casa, para entonces una de marca Vostok, el orgullo de mí abuelo Alberto porque ese el nombre de un cohete Ruso. El había venido de Ucrania en su adolescencia.
Para entonces tanto “misterio” electrónico había despertado interés en mí y concurría al taller de Nicolás Timoschenko, uno de los técnicos electrónicos del pueblo para ver, para mirar, que hacía, como soldaba cables en el interior de esos aparatos y salían funcionando. Su taller estaba a tres negocios de la Bicicletería Baltián, la de mi padre, en la calle Teodoro Herzel 141.
Nicolás me prestó un soldador por un fin de semana y pegué varios elementos electrónicos entre sí, sin ninguna relación; pero era un principio de empezar a soldar y conocer cómo funcionaba lo del estaño.
Un tiempo más tarde concurrí al taller de Moisés Roitburg, el otro técnico electrónico riverense, que por entonces ya representaba la vanguardia porque comenzaba a arreglar los primeros televisores del pueblo. Ya había llegado la televisión a la región, otra vez a través de los canales 7 y 9 de Bahía Blanca. En ese taller trabajaba un muchacho muy
atento y paciente, Raúl Resler, quien se convirtió en mi guía para desentrañar lo que decían y significaban muchos planos electrónicos.
En esa época convivían los aparatos a válvula, o lámparas como le llamábamos vulgarmente, y los recién llegados transistores. Las radios portátiles eran el suceso para entonces, y la joya era la “Spica”, que muchos llevaban al partido los domingos para —mientras veían jugar a sus equipos de Independiente o Deportivo Rivera, seguían el relato de José María Muñoz con algún Boca, River o San Lorenzo como era el caso de mi viejo.
Yo quería tener una radio y mi objetivo era hablar por radio. Capricho de niño.
Mi padre tenía en el galpón de casa varios libros de Mecánica Popular, otros más antiguos tipo enciclopedia donde se comentaban las novedades en electrónica, carpintería, ebanistería, consejos para hacer en casa y también electrónica, y algunos relatos de la segunda guerra mundial, donde se mostraban los aparatos de radio -muy pesados- que transportaban en mochilas sobre sus espaldas los soldados.
Apareció por allí un plano de un transmisor a dos válvulas, muy elemental supe después, pero que cumplía los efectos y que transmitía en Onda Corta. Por entonces se escuchaban radios en Amplitud Modulada AM, u Onda Larga como le llamábamos comúnmente y la Onda Corta, que permitía transmisiones a muy larga distancia. Por las noches mi padre sintonizaba radios de Alemania, Moscú, Estados Unidos con transmisiones en castellano, y así pasábamos las noches escuchando, de argentina Radio El Mundo.
En Buenos Aires, en la calle Cangallo, había un local de electrónica llamado Daxon Radio. A ellos comencé a pedirles -vía correspondencia postal- algunos elementos electrónicos, como resistencias, condensadores, y mi primer cassette de audio (no tenía grabador pero por las dudas lo compré). Y desde allí me enviaron un catálogo de aparatos de radio, tocadiscos y transmisores. Casualmente uno de esos transmisores cuyos planos consulte y comparé eran prácticamente similares a los que visto en las revistas del galpón. La consulta a Raúl, y la comprensión del funcionamiento como cátodos, ánodos y grilla; y que las válvulas se alimentaban con 6 y 12 voltios…. Etc… muchos otros datos electrónicos que no vienen al caso ahora.
Lo más importante es que entre marzo y abril de 1972 salió al aire Radio Rivera.
Fue muy emocionante para este niño que quería ser adulto con sus “juguetes” escuchar que cuando encendió el aparato y tocó el micrófono, se escuchó la descarga en el receptor de la casa…. Y a continuación vendría un tímido… “… hola»… Se sucedieron varios “hola, hola”, y después había que decir algo más…!
Revivo aún hoy los latidos fuertes de mi corazón de adolescente de 13 años, y que compartí la noticia con mis compañeros de primer año del secundario Mariano Moreno. Eduardo, Moira, Judith , Humberto y Horacio.
Al aire!
Un alambre blando de 40 metros que tenía Horacio, amigo y vecino sirvió de antena, que até a un poste en casa —aislador mediante- y en el otro extremo en la casa de Humberto, a la torre de la antena de televisión.
Entre los días jueves y viernes santo, sábado y domingo de Pascua de 1972 salió al aire la emisora Radio Rivera, en la frecuencia de 1560 kilohertz.111!
Muy cerca sintonizábamos la radio de Carhúe, LUZ2S recientemente inaugurada.
Por entonces las radios difundían música sacra o clásica, asociándose a las jornadas religiosas. Claro que en aquel adolescente sólo había música de Los Beatles de discos de vinilo, Sandro, Palito Ortega, Leo Dan, Caravelll, Ray Connif y otros que no recuerdo, todos de 33 RPM, y los de 78 Revoluciones por minuto de mi viejo, que eran tangos.
Todo eso fue al aire, con la interrupción de algunas frases que decía por el micrófono de identificación, ….. “Transmite Radio Rivera” desde sus estudios en Teodoro Herzel 438.
Mi madre estaba muy preocupada por la cantidad de gente que comenzó a entrar al patio…“Cacho, (mi sobrenombre) limpiaste el galpón?, como vas a dejar que la gente mire todo el lío que tenés ahí, sin acomodar”.. Los que venían, grandes y chicos querían saber de que se trataba y cómo era el transmisor.
Los años me permitieron conservar el aparato, cuya foto acompaño aquí. Hoy lo miro y no puedo Creer que esa mezcla de cables y con tanta tensión eléctrica le diera vida a la transmisión de mi voz y en particular que se escuchara en las radio.
La repercusión fue inmediata. Corrió la voz y siguió la transmisión el viernes, ya con la ayuda de mis hermanas Adriana y Laura, que leían una tanda que improvisamos con avisos de revistas de la época. Todo gratis. El sábado y el domingo, sin horarios determinados comenzaba la transmisión.
El lunes fue el gran día de las novedades. El comentario en el colegio secundario entre todos mis compañeras, tenía compañeros de estudio del pueblo de Rolón, en La Pampa, que también habían sintonizado a 15 km… y la visita de la autoridad del Correo argentino a mi padre.
El Correo tenía por entonces la responsabilidad de controlar las emisiones radiofónicas, tareas que llevaba adelante el Comité Federal de Radiodifusión. Los términos de la charla —orden fueron más o menos así… “Juan decile a tu hijo que apague ese aparato, sino vas a ir preso vos”…. Y así terminó su transmisión Radio Rivera.
Vino la decepción del adolescente que no entendía cómo el aire tenía dueño; la ignorancia de la existencia de reglas y ordenamiento para las transmisiones y la frustración, porque el aparato que había sido la ilusión, el descubrimiento, la reunión de tantas emociones con el resultado quedaba apagado. …
Pasó un tiempo largo.. llegaron otros experimentos electrónicos.
Vendrían luego modificaciones al aparato para transmitir en Onda Corta y así poder sintonizarlo únicamente por un solo receptor que luego se transformaría en el “Equipo Móvil” de Centro Publicidad, propiedad de Saúl Milner, y con el que iba a transmitir en los actos del 25 de Mayo, 9 de Julio, 17 de Agosto a las plazas Sarmiento o San Martín, y que saldría por los altoparlantes distribuidos en distintos techos y sectores del pueblo.
De la mano de todo ese impulso también llegaban el interés por el periodismo, la locución, el estudio de las leyes y el derecho… la llegada a la radio profesional, seis años mas tarde. Eso será materia de próximos capítulos..
*Por Rubén «Cacho» Baltián