El uso medicinal del cannabis está permitido en el país desde 2017, para tratar diversas enfermedades, incluyendo epilepsia refractaria, dolor crónico y cáncer, entre otras. Y, en la práctica, también muchas familias con hijos diagnosticados con Trastornos del Espectro Autista (TEA) utilizan de forma experimental ungüentos y gotas a base de esta planta, y afirman que su consumo logra cambios en la conducta y en la sintomatología y que, por eso, alcanza una mejora en la calidad de vida de sus hijos y de la familia, al bajar los niveles de estrés. Sin embargo, aunque el uso medicinal del cannabis en la Argentina es legal, aún no hay evidencias sobre población local (aunque sí a nivel internacional) para conocer científicamente cómo actúa y cómo puede utilizarse de forma segura.
Por esta razón, un equipo médico del Hospital General de Niños Ricardo Gutiérrez se prepara para iniciar el primer ensayo clínico del país que estudiará el cannabis en chicos de entre 5 y 13 años, diagnosticados con TEA. Todavía la investigación no tiene fecha de inicio, ya que depende de muchos factores, entre ellos, la disponibilidad de recursos, se explica, pero la idea original sería realizarlo durante el año próximo. Será, a su vez, el segundo ensayo clínico de cannabis en pediatría que se hará en el país. En 2018, en el Hospital Garrahan se realizó el primer estudio en América Latina, que aportó información clínica clave para apoyar su uso para niños con epilepsia refractaria.
Ahora, según explica el psiquiatra Gabriel Kunst, que dirigirá el estudio en el Gutiérrez, se intentará estudiar y determinar algo que muchas familias han ido utilizando de manera experimental: que las propiedades del cannabis también sirven para tratar la sintomatología de TEA. El primer estudio, el del Garrahan, permitió determinar que el uso de esa medicación era seguro para la población pediátrica.
Los resultados más prometedores, afirman los especialistas, se registran en el comportamiento social, que se encuentran entre los síntomas primarios o centrales del autismo, como las dificultades en la comunicación y la interacción social, y patrones repetitivos de comportamiento e intereses restringidos. Justamente, algunos estudios internacionales demostraron que los pacientes que recibieron ese tratamiento, después de seis meses, evidenciaban menor irritabilidad, menos hiperactividad y niveles más bajos de ansiedad. También mejoraron su descanso, su alimentación, y, en consecuencia, mejoró la calidad de vida de los pacientes y también de la familia en general, al descender los niveles de estrés.
El vínculo entre la investigación del Garrahan y la del Gutiérrez no es casual. La evidencia demostró que muchos pacientes pediátricos con epilepsia también tienen alguna condición del espectro autista. Una investigación realizada en Israel en 2017, el primer ensayo clínico del mundo con cannabis en niños con autismo, aportó que la epilepsia afecta a entre un 20% y 30% de los niños con TEA. La investigación aportó que los pacientes no solo reportaban mejoras para la epilepsia, sino también en el comportamiento.
Documentar cambios
El ensayo clínico que dirigirá Kunst involucrará por lo menos a 100 chicos, que como requisito deben haber sido diagnosticados con TEA y no haber realizado con anterioridad tratamientos con cannabis, de forma de poder comprobar clínicamente los cambios. Se estudiarán los posibles efectos terapéuticos de una fórmula de CBD y THC. De todas maneras, todavía no se inició la inscripción de voluntarios, que se comunicará oportunamente, se aclara.
El estudio ya cuenta con la aprobación del Comité de Ética del hospital Gutiérrez y tendrá modalidad doble ciego, con placebo. Mediante una batería de entrevistas, se intentará determinar, las potenciales mejoras o no en el comportamiento de los niños, en el sueño, en las relaciones intrafamiliares y con los pares, y también se considerará la intensidad de las reacciones. Para ello, se entrevistará a los mismos chicos, también a sus padres, a sus docentes, a los cuidadores familiares o externos para documentar desde distintas perspectivas los cambios que se produzcan.
En septiembre de 2022, se publicó en la en la revista científica Nature los resultados de un estudio abierto (los participantes conocían la droga que recibían), que involucró a 82 chicos con TEA y que duró seis meses. Las conclusiones fueron que aquellos tratados con cannabis rico en CBD lograron importantes cambios en su comportamiento social. Los pacientes que recibieron ese tratamiento, después de seis meses evidenciaron menor irritabilidad, menos hiperactividad y niveles más bajos de ansiedad. También mejoraron su sueño, su alimentación, y en consecuencia aumentó la calidad de vida de los pacientes y también de la familia en general, al bajar los niveles de estrés.
En la Argentina, distintas agrupaciones de familiares de chicos con TEA, como Mamá Cultiva y otras, que apoyan el uso medicinal del cannabis comparten en las redes sus experiencias y sus recetas. Y se involucraron activamente en la promoción de la ley de uso medicinal. Ahora, esperan que la ciencia aporte esa evidencia que ellos comprueban en sus casas.
Recomendación de la Academia de Medicina
En el plenario de la Academia Nacional de Medicina, aprobado hace cuatro días, se recomendó avanzar en la evidencia científica del uso medicinal del cannabis, para desalentar el uso hogareño. “La planta de cannabis contiene más de 500 moléculas conocidas incluyendo más de 100 cannabinoides, más de 200 terpenoides (terpenos) y abundantes flavonoides. Los dos cannabinoides más importantes, el 9A-tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD), se hallan en concentraciones muy variables dependiendo de la cepa de cannabis considerada, lo cual es determinante para comprender los efectos biológicos del compuesto en estudio, ya que THC y CBD difieren farmacodinámica y farmacocinéticamente”, detalla el documento y destaca que las investigaciones internacionales hallaron “limitada utilidad para el empleo de cannabis de grado farmacológico para el tratamiento complementario de un escaso número de patologías, con la única excepción de algunos cuadros epilépticos severos de la infancia”, agrega.
Y recomendó: “El estado actual del conocimiento solo permite concluir que la prescripción de cannabinoides de grado medicinal deberá limitarse a los síndromes en los que se ha hallado evidencia de eficacia terapéutica, debiendo seleccionarse cuidadosamente los preparados según la composición y la forma farmacéutica apropiada en cada caso. Se desaconseja el uso de productos ‘caseros’, ‘artesanales’ o de origen indeterminado ante la imposibilidad de establecer su composición química real y asegurar que se hallen libres de contaminantes potencialmente peligrosos para la salud”.
Desde la Red de Cannabis de Uso Medicinal e Industrial del Conicet (Racme), un espacio multisectorial de discusión que nuclea a profesionales de diversas áreas que investigan y trabajan el cannabis medicinal, apuntan: “Recordamos que en la Racme, investigadores y organizaciones, trabajan seriamente en la búsqueda de evidencia robusta, que permita avalar eficacia y seguridad para nuevas indicaciones terapéuticas y paliativas del cannabis medicinal. Los resultados de la investigación que impulsa Kunst podrían tener la respuesta. (La Nación)