Más allá de un debate poco menos que interminable sobre el número preciso de la capacidad productiva de alimentos de nuestro país, atendible desde donde se lo mire, cierto es que, en relación a los 46.234.830 habitantes (censo del Indec 2022; actualizado a 2023), se presume de una cifra de alrededor de 10 veces superior.
El cálculo viene a cuento tras conocerse el informe Estimación de los efectos del impacto inflacionario posdevaluación – Escenario a diciembre 2023 y enero 2024 del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), donde, entre otras variables, se registra que la tasa de pobreza en Argentina llegó al 57,4 %.
Las razones se encuentran en el incremento de los niveles de inflación y del costo de la Canasta Básica Total (establece la línea de pobreza) y de la Canasta Básica Alimentaria, un paso superior que determina la indigencia. Esto es, poco más de 27 millones de compatriotas han caído en la pobreza y unos 7 millones ya forman parte de la indigencia. (Referencia de la misma fuente: 44,7 % fue la pobreza del primer trimestre de 2023 y 49,5 % en este diciembre. En 2002, año de la salida de la convertibilidad, había sido del 54 %, Indec).
Tras el (necesario y coyuntural) prólogo, la pregunta es: si producimos alimentos para 400 millones de habitantes (300, 200 o 100, ya que algunas de las 120 millones de toneladas anuales en forma de soja y maíz se destinan a consumo animal y de allí la irrelevancia a los efectos de este planteo), ¿cómo se explica que entre la indigencia y la pobreza haya unas 34 millones de personas en situación de vulnerabilidad que, muy probablemente, no almuercen o cenen todos los días?
Una primera respuesta la ensaya el historiador Roy Hora, doctor en Historia por la Universidad de Oxford; investigador principal del Conicet y profesor en la Universidad Nacional de Quilmes y en la UdeSA: “A mí no me gusta ese tipo de razonamiento, porque hacerlo indicaría que, en primer lugar, deberíamos resolver los problemas de alimentación que hay en el país y, si sobra algo, recién se podrá exportar. Me parece que tiene más sentido que armemos una industria de exportación potente y con los recursos generados se podría sacar de la pobreza a más de media Argentina que está con el agua al cuello”.
Hora aclara que tal decisión no sólo tendría cabida para el momento actual, sino en términos de un proyecto de crecimiento de país (en el que también las retenciones están en discusión).
“Es una mala manera de concebirlo (al planteo de los alimentos para 400 millones), más que nada porque hace mucho tiempo que hay gente que está mal y eso sucede, entre otras cuestiones, porque la economía argentina crece poco y no genera empleo. Y esto involucra a todos los sectores”, indica.
“¿El rol del campo? No tiene que ser el responsable de generar más puestos de trabajo, ya que su función fundamental es mover la rueda de la actividad económica vía la generación de exportaciones. En este sentido, desarrollo exportador implica más capacidad de importar y armar una económica, basada en el mercado interno, mucho más sólida y que genere puestos de trabajo”, amplía Hora.

Roy Hora, doctor en Historia por la Universidad de Oxford.
Una visión —con eventual solución incluida— ofreció oportunamente un economista en una de sus recorridas por paneles de debates sociopolíticos de la tevé nacional.
“Argentina produce alimentos para 400 millones de seres humanos, por lo que tomando la presión impositiva media del 50 %, el Estado podría dar alimentos gratis para 5 poblaciones argentinas. Sin embargo hay un montón de personas cagándose de hambre (…)”, sostuvo el Dr. Javier Gerardo Milei, hoy presidente de la República Argentina, por Twitter (hoy X) el 18 de noviembre de 2018.
Argentina produce alimentos para 400 millones de seres humanos por lo que tomando la presión impositiva media del 50%, el Estado podría dar alimentos gratis para 5 poblaciones argentinas.
Sin embargo hay un montón de personas cagándose de hambre.
POLÍTICOS CHORROS DE MIERDA.— Javier Milei (@JMilei) November 18, 2018
Para el Lic. Iván Ordóñez, con un posgrado en agronegocios de la UBA y coautor de los libros Campo, el sueño de una Argentina verde y competitiva y La soja en la Argentina, en nuestro país no faltan alimentos y así proyecta la cuestión: “¿Qué debería suceder? Que el mercado interno compita con el externo, que se exporte más, se genere más riqueza y, por ende, más empleo”.
En razón de los argumentos expuestos, salir por arriba parece la manera más adecuada de poner las energías en el lugar indicado. Está claro de que el debate sobre alimentos argentinos para millones de habitantes, cantidad de toneladas y demases puede zanjarse con una mayor producción que derrame recursos, en el mejor de los casos, para resolver las (cada vez más importantes) desigualdades sociales.
(La Nueva)