Cristo en la cruz, en medio del campo, montada la escultura sobre un modesto pedestal. Una obra solitaria, que se recorta en la llanura, con el horizonte interrumpido por la silueta de las sierras.
La obra está en un campo privado de Estomba, a pocos kilómetros de Saldungaray. Fue inaugurada el 30 de agosto de 1937, en el lugar exacto donde un año antes –el 30 de agosto de 1936– se había estrellado el avión Puss Mouth V 209 del Aero Club Bahía Blanca, con el penoso saldo de tres personas fallecidas.
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La nave, un monoplano de tres plazas de la fábrica británica Havilland Aircraft, había despegado de Villa Harding Green, cerca del mediodía. La idea de viajar por ese medio hasta Saldungaray fue de Estela Saldungaray, nieta del fundador de esa localidad, una joven de 26 años, apasionada por la aviación, quien además convenció a su tío, Juan Bautista Gil, para que la acompañara.
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El diputado Santiago Saldungaray, hermano de Estela, prefirió hacer ese trayecto en su automóvil, acordando encontrarse después del mediodía con ellos para ser parte de la celebración por el aniversario del pueblo.
El piloto era Raúl Mancini, experimentado piloto bahiense de 35 años de edad, egresado de la escuela de Francisco Ragadale. El día anterior al accidente había realizado varios “virajes escarpados”, probando el buen funcionamiento de la máquina. Cerca del mediodía, con un cielo despejado y algo de viento, el avión rodó sobre la pista de tierra y lentamente ganó altura.
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La tragedia
El Puss Moth podía desarrollar hasta 200 km/h, así que el viaje a Saldungaray sería breve. Unos días antes el piloto había volado a Tornquist con unos periodistas del diario El Atlántico, así que conocía al detalle la ruta.Sin embargo la historia tuvo un trágico final.
A la altura de Estomba, acaso afectada por el viento, la nave comenzó a perder estabilidad, hizo unas volteretas en el aire y finalmente comenzó a caer hasta estrellarse contra la tierra. El impacto fue devastador. El motor quedó a varios metros del lugar y la máquina reducida a una masa de hierros, entre los cuales quedaron los cuerpos de sus tripulantes.
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Testigos de la caída se apresuraron a comunicarse con las autoridades de Tornquist y Saldungaray, quienes rápidamente acudieron al lugar. Al Aero Club bahiense también llegó la noticia y sus directivos emprendieron rápida marcha hacia Estomba. A media tarde un gentío rodeaba el sitio.
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Las víctimas
Estela Saldungaray tenía 26 años y era, de acuerdo a una descripción de la época, “una gentilísima niña”, muy conocida en nuestra ciudad y la región “tanto por sus dotes de cultura como por su belleza”. También se destacaba por la gran cantidad de obras de caridad que realizaba. Todo estas cualidades, sumadas a su juventud, generaron entre los vecinos una verdadera conmoción.
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Juan Bautista Gil era el delegado municipal de Saldungaray y tío de Estela. Era conocido además por ser el presidente del club Independiente de esa localidad y un ex destacado deportista.
Mancini, por último, era uno de los pilotos más experimentados del Aero Club. Nadie pensó que lo ocurrido pudiese haber sido consecuencia de un error de manejo o una maniobra imprudente. Si bien no se pudieron establecer con claridad las causas del accidente, sin dudas fue algo que excedió cualquier capacidad de respuesta.
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Estela Saldungaray y Juan Bautista Gil fueron sepultados en el cementerio de Saldungaray, acompañados por un cortejo como nunca antes se había visto en el pueblo. Mancini fue velado en su vivienda familiar de avenida Colón al 100 de nuestra ciudad e inhumando en el cementerio local.
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La cruz y su Cristo
Al cumplirse el primer aniversario del accidente, las autoridades del club Independiente de Saldungaray decidieron erigir el Cristo en el campo donde ocurrió el fatal desenlace. En el pedestal se colocaron dos placas. Una con el nombre de los tres fallecidos, otra dedicada exclusivamente a Gil.
Por estar en un campo privado y con el paso del tiempo, la obra fue cayendo en el olvido. La rescató de esa situación una particularidad inesperada.
Fue cuando, en la década del 90, salió a la luz una obra arquitectónica hasta entonces ignorada, la realizada por el arquitecto Francisco Salamone durante la gobernación de Manuel Fresco, entre 1936 y 1940.
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Entre las decenas de palacios municipales, mataderos, plazas, mercados y portales de cementerio construidos en cerca de 20 localidades, Salamone diseñó un modelo de Jesús en la cruz, el cual fue materializado por el escultor José Santiago Chierico y colocados en distintos lugares y capillas, incluso en las de los cementerios de Azul, Laprida y Saldungaray.
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La cruz de Estomba fue certificada hace pocos años como parte de ese legado, con lo cual ha sido incluida en la ruta diseñada por el Centro de Interpretación de las obras de Salamone que funciona en Saldungaray, donde se puede gestionar una visita al lugar. También ha sido declarada bien patrimonial provincial por su valor artístico. Este Cristo es incluso una obra anterior a la construcción del portal del cementerio de Saldungaray, aunque es claro que ya Salamone trabajaba en sus diseños.
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Final
Estomba es un paraje que lleva el nombre del fundador de Bahía Blanca. Tomó forma como tal en 1903, cuando se habilitó la estación de trenes, magnífico edificio de arquitectura ferroviaria inglesa, hoy abandonado a su suerte. Poco después fue acompañado por el inmueble –también hoy en desuso–, construido para la escuela primaria Nº 5. A esta particular oferta de bienes vandalizados se suma ahora este particular Cristo.
Que es arte en la llanura pero que también ahonda e intensifica el silencio del lugar, evocando una historia que llenó de pena y angustia a toda la región.
(Por Mario Minervino / La Nueva)