Los datos de pobreza e indigencia en Argentina, que el Indec midió en el 52,9% y el 18,1%, no son acabados. Detrás de los números hay personas y circunstancias individuales que no se pueden cuantificar, pero que incluso en los intentos de medición superan el promedio.
De acuerdo con los datos oficiales, la incidencia de las carencias básicas registró un aumento de 11,2 puntos porcentuales con respecto al segundo semestre de 2023. El incremento fue de 6,2 unidades para quienes sus ingresos no alcanzan a saciar sus necesidades calóricas. Si se comparan estos indicadores con el mismo período de 2023, el salto es mucho mayor: de 12,8 puntos en los niveles de pobreza y de 8,8 en la indigencia. Se trata del guarismo más elevado en veinte años.
En definitiva, hay casi 25 millones de personas –6,2 millones más que en el mismo periodo de 2023– a las que los números golpean de forma desigual.
El 66,1% de los niños, niñas y adolescentes tiene sus necesidades básicas insatisfechas. Es un porcentaje muy superior al alto índice del 56,2% que arrojó el informe del primer semestre de 2023 o incluso al del segundo semestre de ese año (58,4%) que tanto criticó el actual presidente cuando estaba en campaña.
Unicef publicó en agosto su octava encuesta sobre la situación de las infancias en el país. Según esta organización, un millón de niñas y niños se van a dormir sin comer en Argentina, y 10 millones consumen menos carne y lácteos que el año pasado. Pero la pobreza monetaria no lo es todo. Además de comprometer la alimentación, tiene un gran impacto en la salud, la educación y las posibilidades de empleo futuras, por lo que las consecuencias también se verán a largo plazo. Según este mismo estudio, el 12% de los adolescentes busca trabajo.
La pobreza es más elevada en las regiones del noreste (62,9%) y noroeste (57,0%) del país.
El presidente Javier Milei mencionó en más de una oportunidad la situación de los niños y niñas de Chaco, sobre todo cuando intentó justificar el recorte en festivales que se financiaban, según sus palabras, “con el hambre” de los chicos de esa provincia. Pero los datos indican que, a pesar del superávit, y durante su gobierno, la situación empeoró. La pobreza pasó del 60,3% en el primer semestre de 2023 al 76,2% actual, y es el índice más alto del país. De esas personas, las que viven en condiciones de indigencia son el 38,6%, casi veinte puntos por encima del mismo período de 2023 (18,8%).
Precisamente respecto de la situación de niñas y niños en Argentina, el Comité de Derechos del Niño de la ONU expresó su preocupación “por la continua y drástica disminución de las asignaciones presupuestarias para la infancia, incluidas desinversión en salud y educación” que ocurrió en los últimos meses.
El aumento de estos indicadores de pobreza se explica, según el CEPA, por los elevados índices de inflación de alimentos (del 9,4% en promedio en el primer semestre), la tasa de desocupación del 7,6% (el mayor registro desde la pandemia) y la pérdida de poder real de los salarios (-29,5% para los trabajadores no registrados y del 28,5% en el caso del salario mínimo vital y móvil).
Es precisamente este último indicador el que tiene un impacto directo en los niveles de pobreza. En Argentina, con altos niveles de informalidad, y tal como explicó la abogada Florencia Rojo, muchas cuotas alimentarias se fijan en base al Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM), que el Gobierno volvió a actualizar unilateralmente y que en septiembre es de $ 268.056. En la mayoría de los casos las personas a cargo reciben alrededor de un 40% del valor de este salario, lo que alcanza para cubrir la cuarta parte de una canasta de crianza, que, para un niño de entre 6 y 12 años, fue de $ 454.568 en agosto.
La pobreza infantil, alertaron desde Unicef, “afecta especialmente a las personas que viven en hogares con menor acceso educativo, monomarentales, o cuando están situados en un barrio popular”.
Pobreza: la situación para los inquilinos
En el cálculo del costo de la canasta básica del Indec, que para una familia tipo fue de $ 939.887 en agosto, no se tiene en cuenta el alquiler. Si se incorpora este dato, y según las estimaciones de la asociación de Inquilinos Agrupados, el 72% de los que no son propietarios y viven solos son pobres, mientras en los hogares de tres integrantes, la pobreza alcanza a casi el 80%. En una familia de cuatro, este número se eleva al 88%.
La última encuesta que elaboró esta organización en conjunto con el Colectivo Ni Una Menos arrojó, además, que el 24,7% de las mujeres se endeudaron para pagar el alquiler, mientras ese porcentaje se reduce al 6% para los hombres.
La pobreza y los jubilados
Otro motivo del incremento de la pobreza se da por el lado de la pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones. “Durante el primer semestre de 2024, la jubilación mínima con bonos muestra una sensible desmejora de 19,7% en relación con el primer semestre de 2023. Respecto del semestre inmediato anterior se observa una disminución de 17,2%”, explicaron desde CEPA.
De acuerdo con los cálculos de la Defensoría de la Tercera Edad, la canasta de un jubilado es de $ 912.584, mientras la jubilación mínima para septiembre fue de $ 234.540,23 más el bono de $ 70 mil. Con estos datos, afirmó Eugenio Semino a PERFIL, la pobreza afecta a 5 millones de jubilados, un porcentaje mucho mayor al que estima el Indec. Según los cálculos oficiales, el 29,7% de la población mayor de 65 años está en esa situación.
Frente al primer indicador de pobreza de la actual gestión, el ministro de Economía, Luis Caputo, afirmó en la red social X: “Si no hubiéramos evitado la catástrofe que muchos predecían, la pobreza podría haber llegado a niveles del 80% o 90%”.
Ese cálculo, explicó Hernán Letcher a PERFIL, “es de la misma saga del 17.000% de inflación y ese tipo de estimaciones que hace el Gobierno que no tienen ningún asidero”. Para adelante, estimó el economista, el número podría bajar, “dado que lo vemos es pobreza o indigencia por ingresos, y el hecho de haber apreciado el tipo de cambio y haber tenido una curva de descenso de la inflación e ingresos, probablemente pueda generar un indicador algo más positivo que en el primer semestre, pero en niveles altísimos”. Aunque, advirtió, lejos de ser una buena noticia, “implica un riesgo igual o peor, que es que se consolide la pobreza en niveles extremadamente elevados”.
En tanto, Claudio Lozano, fundador del Instituto Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP) sostuvo: “Aunque la desaceleración de la inflación haya traído una leve mejora, los riesgos de inestabilidad financiera y el impacto de una recesión prolongada sugieren que el deterioro social podría continuar”.
(Perfil)