El papa Francisco autorizó al cardenal Marcelo Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la promulgación del decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión del beato Artémides Zatti, conocido como “el enfermero santo de la Patagonia o el enfermero de los pobres”.
Zatti había sido beatificado por el papa Juan Pablo II en abril de 2002, por un milagro que lograron confirmar dos años antes los médicos de la Sagrada Congregación de los Santos en Roma, se publicó hoy en el Boletín Oficial del Vaticano.
El supuesto segundo milagro que el Vaticano ha aceptado para su subida a los altares es la “curación inexplicable” en 2016 de un hombre en Filipinas que sufrió un ictus isquémico y que derivó en otras complicaciones, según informó la Congregación Salesiana.
El camino hacia los altares tiene varias etapas: la primera es ser declarado venerable siervo de Dios, la segunda beato y la tercera santo.
Venerable Siervo de Dios es el título que se da a una persona muerta a la que se reconoce “haber vivido las virtudes de manera heroica”.
Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión, mientras que la canonización, como en el caso de Zatti, requiere un segundo milagro obrado “por intercesión” después de ser proclamado beato.
En 1976, el “Pariente de los Pobres”, como también lo llamaban, comenzaba su camino de santidad por la Conferencia Episcopal Argentina, luego que en 1980 fuera declarado Siervo de Dios, y venerable el 17 de julio de 1997.
Don Zatti murió el 15 de marzo de 1951, tras varios días de agonía. Había dedicado sus últimos 50 años a los enfermos de la capital rionegrina que eligió para vivir y morir, para cumplir la promesa de dedicar su vida a Dios si lograba curarse de la tuberculosis, la misma enfermedad que lo unió con otro santo patagónico, Ceferino Namuncurá.
Dirigió el hospital salesiano San José, que se erigía en el mismo lugar donde hoy se edifica el obispado de Viedma, y alcanzó a trabajar unos pocos años en el nuevo nosocomio, que con absoluta justicia lleva su nombre.
Artémides Zatti nació en Boretto (Reggio Emilia) el 12 de octubre de 1880. No tardó en experimentar la dureza del sacrificio, tanto que a los nueve años ya se ganaba el jornal como peón. Obligada por la pobreza, la familia Zatti, a principios del 1897, emigró a Argentina y se estableció en Bahía Blanca.
El joven Artémides comenzó enseguida a frecuentar la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, encontrando en el párroco don Carlos Cavalli, hombre piadoso y de extraordinaria bondad, su director espiritual. Fue este quien lo orientó hacia la vida salesiana, y tenía 20 años cuando entró en el aspirantado de Bernal.
Asistiendo a un joven sacerdote enfermo de tuberculosis, contrajo esta enfermedad. La paternal solicitud de Cavalli hizo que le buscaran la Casa salesiana de Viedma, de clima más propicio, y donde, sobre todo, había un hospital misionero con un estupendo enfermero salesiano que hacía prácticamente de «médico», el padre Evasio Garrone.
Este invitó a Artémides a rezar a María Auxiliadora para obtener la curación, sugiriéndole hiciera esta promesa: «Si Ella te cura, tu te dedicarás toda la vida a estos enfermos». Artémides hizo tal promesa; y se curó misteriosamente, por lo que luego renunció al sacerdocio y se consagró totalmente al Hospital, donde en un primer momento se ocupó de la farmacia, pero cuando en 1913 murió el Padre Garrone, asumió toda la responsabilidad del hospital.
Fue en efecto vicedirector, administrador, enfermero apreciado por todos los enfermos y por todo el personal sanitario, que poco a poco le fue dando mayor libertad de acción.
Su servicio no se limitaba al hospital sino que se extendía a toda la ciudad, donde vivió entre 1902 y 1951.
En 1950, el infatigable enfermero cayó de una escalera y fue en esa ocasión cuando se manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo diagnosticó.
Continuó, sin embargo, cuidando de su misión todavía un año más, hasta que tras sufrimientos heroicamente aceptados, murió el 15 de marzo de 1951 con total conocimiento, rodeado del afecto y del agradecimiento de toda la población.
La obra, del arquitecto Alejandro Santana, está dominada por la figura de Zatti con los brazos abiertos, además de tres imágenes de distintos momentos de su existencia, en uno de los cuales aparece Ceferino Namuncurá, a quien conoció en Viedma. (Télam/InfoBae/Diario de Rivera)