Este jueves, la Confederación General del Trabajo (CGT), con la adhesión de las dos Centrales de Trabajadores de la Argentina (CTA), lleva a cabo su segundo paro general desde la asunción de Javier Milei, en medio de una relación tensa con la gestión libertaria por sus políticas de ajuste.
La medida de fuerza se hará sentir con fuerza durante toda la jornada en casi todos los sectores: no habrá transporte ni atención en dependencias públicas, y solo se espera cierta actividad en algunos locales comerciales.
Horas antes del paro, el vocero presidencial, Manuel Adorni, renovó sus críticas hacia la CGT, calificándola como «los fundamentalistas del atraso» y reiterando que «a los trabajadores estatales que paren se les descuenta el día».
Los líderes sindicales justificaron la huelga al rechazar las políticas de recorte de fondos destinados a alcanzar un superávit, así como su oposición a la Ley de Bases, que buscarán seguir modificando en su próximo tratamiento en el Senado, especialmente en lo referente al ámbito laboral, y al mega DNU.
«No podemos aceptar que todo se libere y que se pretenda que los salarios tengan límites. Somos organizaciones sindicales responsables y tenemos claros cuáles son los límites y las posibilidades de cada sector para llegar acuerdos», argumentó el cosecretario general de la CGT, Héctor Daer.
Estas palabras fueron pronunciadas el día en que se anunció el paro, hace casi un mes, y menos de 24 horas después de que los referentes de la «mesa chica» de la central se reunieran en la Casa Rosada con el ministro del Interior, Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y el asesor presidencial Santiago Caputo, en un intento por desbloquear la posible medida de fuerza.
«El impacto que va a generar el ajuste de precios, de tarifas, y el ajuste que se viene dando de achicar los salarios solo nos va a llevar a un proceso recesivo de un nivel inaceptable, por ese motivo tomamos la decisión de convocar a un paro de 24 horas el 9 de mayo», enfatizó Daer en aquel momento. (NA)
