“Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros”, dice la frase. Y hay quienes realmente la encarnan. Uno de ellos fue, sin duda, Manuel Víctor Pérez, conocido por todos como Manolo, quien a sus 62 años partió a ese cielo donde seguramente lo esperan nuevas batallas, pero también un merecido descanso.
Fue en febrero de 2004 cuando llegó a Rivera junto a su querida Graciela, con quien compartió no solo la vida, sino también el sueño de construir un futuro en este pueblo que pronto los abrazó como propios. Desde ese entonces, Manolo fue sembrando afectos con la misma entrega con la que recorría cada rincón del pueblo.
En los primeros años, se dedicó al reparto de figuritas en los comercios, y más adelante se convirtió en el chofer que llevó a tantos niños y niñas, con cariño y responsabilidad, a las escuelas rurales y del pueblo. Pero Manolo fue mucho más que un trabajador incansable; fue un vecino comprometido, siempre dispuesto a dar una mano en cada institución que lo necesitara.
Quienes lo conocieron saben que tenía mil nombres y un solo corazón generoso. Manolo para muchos, papá para sus seres queridos, el sacerdote para algunos técnicos de fútbol, Pérez para otros tantos. Fue un pilar en la comunidad, un colaborador incansable en la Parroquia Santa Teresita, actor, amigo, hincha fiel del Gallo de Morón y de su querido Club Deportivo Rivera, al que dedicó tiempo, pasión y compromiso.
Hoy, el pueblo de Rivera despide a un amigo, a un vecino querido, a un guerrero de los buenos. Su presencia deja un vacío, pero también una huella profunda, de esas que no se borran con el tiempo.
Hasta siempre, Manolo. Gracias por tanto. Rivera no te va a olvidar.