Este 8 de mayo es el Día de la Virgen de Luján, y para muchos es un momento profundo, íntimo, y en algunos casos, hasta milagroso. Esta Virgen está asociada a la protección, al amparo, a eso de que alguien te cubra las espaldas cuando no das más o cuando simplemente necesitás que las cosas salgan bien.
La historia de la Virgen de Luján comienza allá por 1630, con una imagen de cerámica que llegó desde Brasil con destino final en Santiago del Estero. Pero cuando la carreta que la transportaba pasó por la estancia de don Rosendo en el río Luján, se detuvo y no hubo forma de moverla. Fue interpretado como una señal de que ella quería quedarse ahí. A partir de entonces, la devoción creció, y hoy su santuario es uno de los más visitados del país.

Cada año, millones de personas se acercan a la Basílica de Luján. Algunos lo hacen caminando durante horas, otros en micro con grupos de parroquia, y muchos simplemente en un rezo solitario desde casa. La fe no tiene una sola forma, y menos cuando se trata de pedir por la salud, el trabajo, la familia o incluso por uno mismo. La Virgen de Luján es, para muchísima gente, la que escucha cuando nadie más lo hace.
Esta Virgen no está asociada a grandes gestos, sino a la constancia y la cercanía. Es la patrona de Argentina, y también es la que acompaña. Hay quienes aprovechan la fecha para hacer un pedido puntual o para agradecer. La tradición dice que el 8 de mayo es un día especial para hablarle a la Virgen. La oración puede ser la que sale del corazón, o alguna ya conocida, como esta:
«Virgen de Luján, madre nuestra, te pedimos que protejas nuestras casas, nuestros caminos y nuestros días. Ayudanos a encontrar la fuerza cuando falta, la luz cuando hay dudas y la paz cuando hay tormenta. Amén.»
No hay un modo correcto de rezar. No hace falta decirlo perfecto, ni estar en una iglesia. Lo importante es la intención.
La imagen de la Virgen de Luján, con su manto celeste y su aureola dorada, es reconocida al instante. Algunos la tienen colgada en la entrada de la casa, otros en el auto, y hay quienes la llevan tatuada o en una estampita gastada por los años. Este 8 puede ser una oportunidad para reconectar con algo más grande, con una promesa que quedó pendiente o con esa sensación de que no estamos tan solos como a veces creemos.
