Adelina Calvo, residente de Coronel Suárez, festejó sus 105 años el 20 de mayo de 2024, acompañada de una gran torta y parte de su familia. Vive con su hija menor, Rosa del Carmen, de 77 años, y recibe cuidados de una asistente que la acompaña cuatro horas al día.
Rosa del Carmen cuenta que, aunque Adelina escucha menos que antes, sigue atenta a las conversaciones.
«Está muy bien de salud. Pasa mucho tiempo en la cama por una cuestión de movilidad, pero todos los días se levanta para almorzar y participa de videollamadas con mi hermana, que vive en California», explicó Rosa.
Adelina tuvo cuatro hijas (dos fallecieron), cinco nietos, ocho bisnietos y ocho tataranietos.
Una de las claves de la longevidad de Adelina, según Rosa, es su meticulosidad y orden.
«Sigue siendo igual de organizada. Cuando buscamos alguna prenda, ella sabe exactamente dónde está. Siempre dice ‘está en tal lado y ahí lo tienes que encontrar'», comentó.
Hasta los 100 años, solía disfrutar de media copa de vino tinto al mediodía, hábito que dejó para no mezclar alcohol con sus medicamentos.
También tenía la costumbre de pedir a sus seres queridos que, en lugar de regalos de cumpleaños, le llevaran alimentos para donarlos a quienes más lo necesitaban. Fue ama de casa y voluntaria en Cáritas durante siete años.
Hasta los 99 años, Adelina cocinaba a diario, siendo su especialidad las pastas, especialmente ñoquis y fideos.
«De joven tuvo varias operaciones: de apendicitis, de vejiga y una complicación en los ovarios, pero luego solo tuvo alguna gripe de vez en cuando», destacó Rosa.
Adelina nació el 20 de mayo de 1919 en Arroyo Corto y vivió en Espartillar, Carhué y Pasman hasta los 19 años. Tras la muerte de su madre, se mudó a Suárez para trabajar en casas de familia, donde conoció a Juan Carlos Notti, un niño entonces, que luego se convertiría en su médico de cabecera hasta su fallecimiento hace dos años. Hoy, Adelina está al cuidado de una doctora.
Se casó con Eusebio Velázquez, con quien tuvo a sus cuatro hijas: Eulalia Jorgelina, Teresa, Isabel (fallecida) y Rosa del Carmen. Vivió con su esposo hasta 1981, cuando quedó viuda. Eusebio trabajó en una sodería y luego como maquinista.
Después de casarse, dejó de trabajar en casas de familia para dedicarse al hogar y a la costura, ya que sabía coser, tejer y bordar. No practicó deportes porque «no tenía tiempo», dado que en su época casi todo se hacía de forma artesanal, lo que le demandaba muchas horas de trabajo y atención.
Alrededor de los 70 años, Adelina empezó a viajar mucho y a recorrer. El último viaje que hizo a EE.UU. fue a los 90 años.
Luis Fabre, uno de sus nietos, hijo de Rosa, contó que la relación con su abuela siempre fue muy cercana y muy buena.
«Nos dio todo a mí y a mi hermano y, hasta el día de hoy, nos sigue dando mimos. Nos marcó mucho en la crianza, no porque nuestros padres estuvieran ausentes, sino porque no podían estar debido a cuestiones laborales. Mi papá era productor agropecuario y mi mamá, maestra rural, se iba a las seis de la mañana y volvía a las seis de la tarde. Siempre nos cuidó la abuela, nunca tuvimos niñera», compartió.
Luis también comentó sobre sus enseñanzas, vitalidad y ejemplo.
«Me llama mucho la atención sus ganas de vivir y su fortaleza. Cómo una persona con 105 años sigue adelante. Siempre tuvo ganas. Eso habla de cómo valora la vida», añadió.
«Gran parte de que la abuela esté con nosotros es por el cuidado que le dan mi mamá y mi papá. Eso es parte del amor que se le da, tanto mis viejos como ahora también mi hija que la va a ver todos los días y eso la hace feliz», dijo.
Luis describió a su longeva abuela como una mujer muy recta y a la que siempre le gustó colaborar.
«Se alimenta de manera medida y lo más natural posible, algo que hoy se valora mucho. Siempre nos decía que hay que comer de todo, pero medido», contó.
Además, su estilo de vida incluia reutilizar y reciclar, no desperdiciar nada y cuidar el medioambiente.
«Nos decía: ‘Cuiden la energía, apaguen la luz si no la están usando’. Hoy en día, como profesor de educación física, veo que se busca educar a los chicos en esas cuestiones y yo lo aprendí de una persona que vivía así, tratando de utilizar todo al máximo. Quizás también fue porque ella en su momento no estuvo bien económicamente, pero a mí eso me marcó», expresó.
Adelina sigue siendo apreciada y admirada por su organización, bondad y servicialidad, aunque según su hija aún tiene su carácter firme: «¡Sigue siendo sargenta!».
(*Por Anahí González Pau / La Nueva)