El estrés económico alcanzó al 50% de los hogares argentinos en 2024, según un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA, que revela un deterioro sostenido del poder adquisitivo y un empobrecimiento transversal en la sociedad. En paralelo, el INDEC registró una pobreza del 38,1% y una indigencia del 8,2%.
El estudio, titulado «Estrés económico: cambios y continuidades de la evolución histórica (2010-2024) y el período reciente (2022-2024)», señala que el indicador superó el umbral del 50% por primera vez desde la pospandemia, algo que no ocurría desde 2016. La medición no se limita a ingresos, sino que evalúa la capacidad de los hogares para cubrir consumos básicos, sostener su estilo de vida y ahorrar, lo que refleja una dimensión más subjetiva y realista del deterioro social.
“El sentido común del ‘no me alcanza’ muestra una visión más realista de la pobreza por más que sea un factor subjetivo”, explicó Agustín Salvia, coordinador del informe.

La clase media baja, cada vez más afectada
El informe advierte un fuerte impacto del estrés económico en los sectores medios-bajos, que registraron un nivel del 35,7%, el más alto desde la pandemia. Los sectores muy bajos alcanzaron un 75,3%, y los bajos un 61,5%, con incrementos de hasta 8,4 puntos porcentuales respecto de 2023.
Incluso los niveles medio-altos registraron un deterioro: 15,2% de sus hogares manifestaron estrés económico, lo que evidencia que “los sectores tradicionalmente estables también comienzan a mostrar signos de empobrecimiento”.
La situación es aún más grave en los hogares con niños: el 54,6% declaró no llegar a fin de mes, frente al 38% en hogares sin hijos.
Más allá de la pobreza monetaria
El estudio también cruzó el estrés económico con otras carencias no monetarias —como salud, vivienda, alimentación, educación o seguridad social— y reveló que el mayor aumento se dio en hogares que no sufrían otras carencias, lo que sugiere un deterioro reciente y acelerado de capas sociales previamente estables.
Por ejemplo, el decil sin carencias vio aumentar su estrés económico de 15,5% a 22,8% en un año. En cambio, en sectores con tres carencias o más, el aumento fue de solo 1,6 puntos.
En términos de percepción, el informe muestra que el 50% de los hogares no llega a fin de mes y el 30% resigna gastos para pagar servicios. Solo el 23% consume en dólares y el 11% gasta en el exterior, cifras que se elevan notablemente en los sectores más acomodados (48% y 24%, respectivamente, en el nivel socioeconómico C1).
Una economía que se recupera para pocos
Aunque algunos sectores muestran signos de recuperación, los analistas advierten que la mejora no se distribuye equitativamente. “Es una recuperación que no llega a todos y profundiza las desigualdades del presente”, sostiene el informe.
Incluso en el plano del consumo, mientras las marcas de lujo y el turismo de elite crecen, el consumo masivo sigue estancado. “Mientras para un segmento se impulsan los viajes y el consumo fuera del país, para otro hay que incentivar con promos y descuentos”, explica el documento.
Conclusión: pobreza oculta y riesgos estructurales
“La experiencia de estrés económico se constituye como una herramienta útil para identificar situaciones de vulnerabilidad que permanecen ocultas si se usa como único criterio el objetivo e indirecto”, concluye el informe de la UCA.
Según Salvia, el acceso limitado a medicamentos, la precariedad laboral y el deterioro del sistema de salud —como la reducción de coberturas por parte del PAMI— son factores centrales en este nuevo mapa de la pobreza multidimensional.
El informe reafirma que la desigualdad social en Argentina no se limita a los índices de pobreza, y que el empobrecimiento es más transversal de lo que indican los números oficiales.
(Diario de Rivera)