Norman Best vive y trabaja junto a su esposa en un campo familiar de 670 hectáreas, ubicado en el oeste de Guaminí, municipio que integra la RENAMA. El ingeniero mecánico de 47 años decidió regresar a la vida rural en 2011 pero descubrió que el campo “era otra industria”. En 2014 decidió adoptar el modelo agroecológico y luego de algunos años asegura que “el cambio es impresionante”. Además, afirma sin dudas que su unidad productiva ahora “es mucho más rentable”. La entrevista:
-¿Desde cuándo producís en forma agroecológica?
Arrancamos probando con 18 hectáreas en 2014 como la mayoría que quiere tomar este camino pero tiene dudas. Vimos que funcionaba porque este modelo se puede aplicar en todos lados pero hay que ajustarlo a cada región. A partir de 2015 pasamos todo el campo a agroecología y nos unimos al grupo de agroecología de Guaminí porque es fundamental tener un apoyo y contención.
Para creer uno necesita ver alguna experiencia con sus propios ojos. Lo que nos hizo estallar la cabeza fue ir a “La Aurora” de Juan Kier, en Benito Juárez, que para nosotros es un faro. Al ver que era una maravilla de pasto, flores y biodiversidad nos terminamos de convencer que la agroecología funciona.
-¿Cuáles son las características de tu campo?
Este es un campo familiar que administra mi mamá y yo trabajo en el campo junto a otro chico. Las 670 hectáreas están divididas en tres lotes. Es una zona agrícola ganadera que cada vez se está transformando más en agrícola bajo el sistema dependiente de insumos que extiende la frontera agrícola y desplaza la ganadería.
Desde la agroecología no consideramos que deba haber zonas agrícolas y otras ganaderas, sino que ambas actividades deben compartir el hábitat. Para la agroecología es casi fundamental tener hacienda.
-¿Para vos fue rentable el cambio a la agroecología en forma extensiva?
Este campo se administraba hasta 2015 con unas 200 vacas de cría y se hacía el ciclo completo. La vaca tiene su ternero, se recría, la vaquillona se vendía con garantía de preñez y los machos se engordaban para consumo.
En un momento decidimos aumentar la cantidad de vientres porque la vaca valía poco y, sobre todo, porque no queríamos engordar más con alimento balanceado. Entonces necesitábamos tener más vacas para mantener la cantidad de kilos. Para el año que viene estaremos en unas 350 vacas y pudimos bajar notablemente los cotos porque no compramos más alimento balanceado. En la misma superficie aumentamos la cantidad de hacienda, eso quiere decir que hay más pasto.
Por otra parte, las hectáreas de cosecha siguen rondando ente 100 y 120 hectáreas de avena, trigo o cebada. Esta es una zona más de cosecha fina. Pero la avena la hacemos con vicia y el trigo y la cebada con alguna pastura abajo ya sea trébol o alfalfa. En lugar de hacer monocultivo se asocian distintas especies.
Para la agroecología la vicia es un cultivo fundamental. En el modelo que llaman convencional lo usan como cultivo de cobertura porque tiene la gran virtud de fijar nitrógeno del aire en el suelo pero la terminan fumigando. Nosotros la cosechamos, la comemos o dejamos que resiembre.
-¿Entonces para vos fue muy beneficioso desde lo económico?
Seguimos con la misma superficie de agricultura, cosechas similares pero una mayor cantidad de vacas. Si uno lo mira desde el punto de vista netamente económico, nosotros estamos muchísimo mejor que antes. Pudimos retener vientres, tenemos menos costos y somos más rentables.
Además pudimos hacer un montón de mejoras en el campo como alambrados, mangas y silos nuevos que antes hubieran sido impensados. En los últimos 20 años, con el campo íbamos para atrás y no porque se manejase mal sino porque con el modelo convencional no era rentable. Para nosotros fue todo lo contrario a lo que se dice.
-¿Qué te encontraste cuando llegaste al campo, antes de pasar a la agroecología?
Yo estudié ingeniería mecánica y trabajé durante muchos años en la industria pero me corrí porque no me hacía sentir bien, sobre todo por la contaminación. Cuando volví al campo para darle una mano a papá en 2011 me di cuenta que esto era otra industria. No era el campo en el que me críe cuando era chico. No me gustó para nada, ya venía buscando alternativa y la idea era llevarlo a algo que ahora sé que es la agroecología aunque en ese momento no sabía ni que existía. Yo tenía claro que no quería fumigar. Ahora no concibo otra forma.
Esto te hace entender que no se puede manejar la tierra a tu gusto. Tener un papelito que dice que la tierra está a tu nombre no quiere decir que podés disponer de ella como quieras.
-Esa afirmación choca con el concepto de propiedad privada que impera en gran parte del mundo agrícola
Ser productor y trabajar la tierra no te da derecho a hacer cualquier cosa. No es como una casa en la que uno puede hacer lo que quiere de la puerta para adentro. Lo que se aplica en el campo no se pierde, va al agua y llega a personas que están a cientos de kilómetros. Uno no tiene el derecho a envenenar a nadie. Este es un concepto que todos deberíamos entender, la que tiene el poder es la sociedad no el productor.
-¿Cómo es el paso a la agroecología?, ¿Cuesta mucho?
Si venís agrediendo el suelo desde hace años, en un principio es probable que rinda menos. Pero cuando el suelo vuelve a ser lo que nunca debió dejar de ser, algo vivo, los cultivos rinden muy bien. Cuando le sacas los insumos primero sufrís alguna baja en los rindes hasta que el suelo se vuelve a acomodar. La agroecología es un proceso y la recuperación del campo depende de la agresión que sufrió.
-¿A eso se refiere el concepto de transición?
La transición es a criterio de quien lo está haciendo. Para nosotros la transición no existió, un día dejamos de fumigar y no lo hicimos nunca más.
El lote que supuestamente era el mejor fue al que más le costó recuperarse porque fue el que más se fumigaba y laboreaba. El peor de los tres era el que menos se fumigaba porque bajo el otro paradigma no valía la pena invertir terminó siendo el que mejor reaccionó. Era un campo medio fulero y ahora me sorprende todos los días.
-¿Con qué te sorprende?
La diferencia es asombrosa. Es impresionante la cantidad de especies que empezaron a aparecer en forma espontánea. Algunas de ellas son palatables, las que las vaca come, y otras no palatables que son las mismas que ya estaban antes de empezáramos con la agroecología. Cuando fumigaba, las mal llamadas malezas eran cada vez más y más resistentes. Ahora tenemos cada vez menos y más chiquitas. Hay un montón de cosas que no se saben.
-¿Por qué cuesta tanto romper con el modelo convencional?
Este modelo que llaman convencional, aunque para mí no lo es, se arraigó por varias cuestiones, sobre todo porque se hizo mucho lobby. En el grupo se demostró que la mayoría de los productores que pasaron a la agroecología necesitan menos campo para vivir, por lo que dejaron de arrendar. Esto demuestra que la agroecología es más rentable. No hace falta tener mil hectáreas, en la agroecología con menos superficie se puede vivir mejor.
-¿Se puede producir en forma agroecológica en un campo alquilado?
En esta zona se puede alquilar y producir en forma agroecológica a diferencia de la zona núcleo donde es más complicado sino tenés campo propio. En esa zona, la mayoría de los campos ya no tienen alambres, mangas, casas ni montes porque los que no fumigaron fueron sacados. Por eso es más complicado porque no han dejado nada, ni molinos para sacar agua.
-¿La agroecología requiere más estructura?
Sí, con la agroecología se requiere de mayor estructura, mientras que con el modelo supuestamente convencional una persona puede manejar mil hectáreas. Nosotros con dos o tres personas muchas veces estamos complicados. Hay muchísimas más tareas y mucho más diversas. En las localidades pequeñas esto repercute de manera directa.
La agroecología da mucho más trabajo en forma directa e indirecta que el otro modelo. Desde 2015 hemos hecho 8 mil metros de alambre, alambrado eléctrico, mangas, renovamos la casa, se hicieron instalaciones de agua y bebederos.
Además es mucho más estable. En estos momentos que no llueve yo estaría muy nervioso si tuviera que pagar con una tarjeta a 270 días todos los insumos que le puse al campo. Con la agroecología se vive más sanamente con tu entorno y con vos mismo, eso redunda en una mejor salud.
-¿Qué haces si te aparece una plaga en un cultivo?
Esos miedos existen y son reales. Cuento un caso particular. Hace dos años tenía sembrada una alfalfa, la fui a recorrer y vi que estaba llena de pulgones. Me agarró miedo y pensé hay que fumigar porque me van a quedar los palos nomás.
Enseguida resolví que no iba a fumigar y que fuera lo que tuviera que ser. Lo que ocurrió es que aparecieron las vaquitas de San Antonio que eliminaron al pulgón porque son su predador natural. La comí tres veces en la temporada estival y le hice tres cortes de rollo. No fue una tragedia. Si hubiera fumigado habría matado al pulgón y también a las vaquitas. Hay que entender que esto no es mecánica, cada aplicación tiene un montón de efectos colaterales, algunos que vemos y otros que no.
-¿Puede avanzar la agroecología con productores que sólo piensan en la rentabilidad?
Nosotros arrancamos con la agroecología por una filosofía de vida pero nosotros vivimos del campo, no tenemos otra actividad. Con el otro modelo tenés un montón de gastos más la carga impositiva que es muy alta. No es una cuestión de avaricia, es lo que se le enseña al productor y lo que pregona el 95% del INTA, excepto algunos casos puntuales, que continúa los ensayos para seguir siendo un país productor de materia prima. El campo no debería ser solo una superficie para sembrar soja, se deberían hacer muchas otras cosas.
En la zona núcleo se hace un trabajo acotado en una época determinada del año con un riesgo altísimo pero se ha descuidado todo el resto. Eso no es el campo, es una fábrica. Si con menos hectáreas se puede vivir mejor mucha más gente debería hacer agroecología. No digo que sea sencillo porque en un primer momento hay que poner mucha energía.
Cuando a la tardecita aparece un mosquito a fumigar en el campo vecino se me cruzan un millón de palabrotas porque no hay derecho que me fumiguen a mí si yo no jodo a nadie. Esas son las cosas que indignan.
-¿Cuál es la importancia de los grupos de apoyo?
El grupo que coordina Marcelo Schwerd, es muy importante, sólo hubiera sido muy difícil. Estamos en contacto permanente y hacemos una reunión mensual en los distintos campos. Exponemos en los que nos fue bien y mal, y aprendemos entre todos.
Esto es un aprendizaje, no hay recetas. Yo no puedo estar en la cocina tomando mates y llamar al fumigador para que pase por la agronomía para que aplique determinada dosis mientras sigo haciendo papeles en casa. En agroecología cada campo es distinto, se maneja diferente y todos los días cambian las situaciones hasta que le encontrás la vuelta de cómo manejarlo. Esto no es matemático pero es apasionante, todos los días son un desafío, no hay monotonía.
-Algunos dicen que la agroecología es involucionar, producir como lo hacían hace 50 años
Desde afuera, la agroecología parecería una vuelta hacia atrás pero no es así. Que no usemos un herbicida no quiere decir la sembradora directa para hacer un cultivo. No la usamos todas la veces pero nosotros hacemos siembra directa sin fumigar y sin fertilizar, hay que encontrar el momento y la forma.
La otra diferencia es el uso de mayor cantidad de especies posible, en una pastura que antiguamente se hacía con alfalfa y festuca nosotros estamos incorporando entre 10 y 12 especies distintas y cada cual tiene su función. Eso hace que la tierra tenga mayor vida en forma más rápida aunque los tiempos siempre lo marca la biología suelo, pero se lo puede ayudar con incorporación de especies para que se potencien entre ellas. Esta es la gran diferencia respecto a lo que se hacía antes. Si tenemos que mover el suelo se hace pero siempre tratando de mirar el suelo, la planta y la vaca.
-¿Tu producción ganadera también es agroecológica?
Aplicamos las vacunas obligatorias por el SENASA pero hemos eliminado un montón de productos como calcio y magnesio. Desde que dejamos de fumigar no se nos cayeron más las vacas. El tema de los herbicidas, y puntualmente el glifosato, es que son quelantes, secuestran los minerales de hierro y no los dejan disponibles. Las plantas no los absorben y por lo tanto la vaca tampoco, por eso hay que inyectarles minerales. Al dejar de fumigar empieza a cambiar todo en forma increíble.
-¿Y en lo personal cuáles son los cambios?
Vivimos más felices, es algo que no se puede cuantificar pero que la mayoría de los productores agroecológicos sienten. La actividad tiene que ser rentable porque vivimos del campo pero intentamos de agredirlo lo menos posible porque es la casa de todos. (Martín Mazzoleni / Todo Provincial)