
Con la imposición del nombre de doña Sinforosa Leguizamón a una de sus calles, la comunidad de Puan comenzó a saldar una antigua deuda con todas aquellas mujeres que, con su compromiso, esfuerzo y una gran cuota de sacrificio, contribuyeron en forma decisiva al desarrollo de la ciudad.
La homenajeada fue la primera mujer registrada en llegar a la Comandancia de Puan, hace casi 146 años, lo que la convirtió en una de las dos mil mujeres que vivieron en la peligrosa zona de frontera a fines del siglo XIX.
“Nos encontramos en la tarea de visibilizar a las mujeres de la frontera”, explicó la profesora Fabiana Álvarez, asesora histórica del Museo Ignacio Balvidares puanense y una de las impulsoras del homenaje.

En las ciudades de la región los nombres de militares de frontera varones, pioneros y fundadores dan denominación no sólo a calles, sino a parques, paseos, plazas y edificios. Los nombres de mujer, en cambio, son escasos; si no se bucea en los libros de historia, cuesta encontrar reconocimiento público para todas aquellas que hicieron su aporte al desarrollo de la zona.
En Puan, de hecho, hasta ahora ninguna calle tenía nombre de mujer. “Sinforosa Leguizamón” rompió ese ingrato récord.
El proyecto de ordenanza fue impulsado por el Museo Municipal al Concejo Deliberante, y aprobado el 23 de marzo. Además de imponer el nombre de la pionera a la calle paralela a Erize, entre la avenida Ingeniero Ebelot y Los Tilos, se colocó una referencia histórica frente a la que fue su vivienda en calle Santamarina –que aún se conserva-, donde pasó sus últimos años.

Corajuda, de buen carácter y gran bailarina
La historia de Doña Sinforosa en Puan comenzó a escribirse a fines del siglo XIX, cuando el territorio que hoy ocupa el distrito era territorio bajo dominio de pueblos originarios.
Corría 1875 cuando el entonces ministro de Guerra, Adolfo Alsina, proyectó un avance general de las fronteras sobre la pampa. En este marco, encomendó a la División de la Frontera Costa Sud que ocupara los campos ubicados desde el oeste de Carhué hasta las tierras que los aborígenes denominaban Puan.
La tropa de ocupación, comandada por el coronel Salvador Maldonado, llegó al lugar que hoy ocupa Puan en 1876. El 5 de junio de ese año el militar estableció su comandancia en la actual plaza principal, iniciando la construcción de un fuerte que con el tiempo se convertiría en la ciudad cabecera del distrito.

Pocas semanas después comenzaron a llegar familiares de los soldados y algunos comerciantes, los cuales darían vida al núcleo original de la ciudad.
Entre aquellos pioneros se encontraba Sinforosa Leguizamón, la primera mujer –de acuerdo con los registros oficiales- en llegar al fuerte de Puan.

De origen mestizo -su papá era español y, su mamá, indígena-, había nacido en Santiago del Estero en 1853.
Luego con su familia llegó hasta Azul, provincia de Buenos Aires. “No sabemos cuál fue el recorrido que la llevó a vivir en ese lugar; podrían ser los movimientos que hacía el Estado con los indígenas y los mestizos”, indicó Álvarez.
Allí Sinforosa conoció a un italiano llamado Pablo Arnaldi, contratado por el gobierno para cubrir los servicios de ranchos y comidas en el ejército. Con esta función llegaron a Puan en septiembre de 1876.
“Cada vez que el ejército lograba tomar tierras, ellos debían trasladarse y construir un nuevo rancho más cerca de la frontera. Así es que llegan a Puan”, refirió Jorgelina Walter, directora del Museo Ignacio Balvidares, en un escrito para diariodepuan.com.ar.
Eran tiempos muy difíciles.
“Los soldados vivían presionados por los rudos trabajos, se les adeudaban muchos meses de sueldo, largo tiempo hacía que no veían una hogaza de pan, ni jabón, ni lo más indispensable. Se vivía a carne de caballo, flaca, pues se faenaban los más viejos y flacos. Al no tener yerba, se tomaba el ‘te pampa’, a cambio de tabaco se fumaba estiércol seco, y para peor la leña que se conseguía estaba húmeda a raíz del temporal que duró casi un mes. Se vivía mojado”, describe en una crónica de la época el teniente Abelardo Daza.
Tras el arribo de Sinforosa y su marido, les fue entregado un lote para establecerse en cercanías de la laguna. Con el paso de los años, la comuna les construyó una casa en un lote ubicado entre las calles Garibaldi y Santamarina.

Su nieto, Roberto Cabrera, brindó detalles que permiten evocarla como una mujer delgada, relativamente alta, que siempre vestía ropa oscura y usaba un pañuelo que le cubría la cabeza y que anudaba debajo de la barbilla.
En la cosecha de maíz era empleada por Pascual Botino pero, al ser analfabeta y no saber cómo manejarse con el dinero, confiaba lo que ganaba a Zulema Vercellino para que se lo administrara. Cuentan también que era de muy buen carácter y bailaba “con gracia y soltura”, pañuelo en mano, distintas danzas folklóricas.

Sinforosa tuvo una vida larga: falleció el 7 de agosto de 1960, a los 107 años de edad. Según su médico, tenía una salud envidiable. Su diagnóstico fue que murió “de senectud”. (La nueva)
