
Murió Carlitos Balá a los 97 años. El querido actor partió el jueves a las 21.30 según lo confirmó su nieta Laura Gelfi.
“Estamos devastados pero unidos y así se fue él, con la familia unida y mucho amor”, dijo con tristeza la joven sobre la partida de su abuelo.
El popular comediante Carlitos Balá, era sobreviviente de un grupo de cómicos que lideró el interés de los televidentes a principios de los años 60 y que concitaba la simpatía de chicos y grandes en cualquier presentación pública, con su flequillo intacto y la vigencia de varias frases que acuñó a través de los tiempos.
Será muy difícil extirpar del habla popular de los argentinos frases como «¿Qué gusto tiene la sal?», «Ea-ea-ea pe-pé», «Sucutrule», «Zazaza zazazá», «¿Mamá, cuándo nos vamo’ ?» o «Más rápido que un bombero», porque forman parte no solo de una identificación etaria; también se adecuan a determinadas situaciones en las que la complicidad de ideas se evidencia sin tener que dar más explicaciones.
Declarado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad por la Legislatura porteña en 2009 y homenajeado en la Cámara de Diputados de la Nación en 2017, Balá parece no luchar contra el tiempo sino que deja que el tiempo pase, anclado en esa actitud pretérita que sostiene su vigencia.
«Soy un tipo feliz haciendo reír, siempre hice reír y doy las gracias a ustedes por acordarse de Carlitos Balá», manifestó al recibir el diploma que lo acreditaba como Ciudadano Ilustre y que no era otra cosa que la confirmación del cariño que suscita aun en las nuevas generaciones.

Carlos Salim Balaá nació el 13 de agosto de 1925 en el barrio porteño de Chacarita, hijo de un inmigrante libanés y una argentina descendiente de croatas, comenzó realizando bromas y juegos de palabras a pasajeros de la línea 39 de colectivos urbanos, en parte para vencer la timidez y adquirir experiencia.
El animador logró numerosos éxitos en el rubro radiofónico, televisivo, cinematográfico, teatral y musical; se cansó de acumular premios Martín Fierro desde el principio de su actividad televisiva, además de una mención de honor en los Estrella de Mar, fue homenajeado en los premios Gardel y fue declarado «Embajador de Paz» en el Vaticano.
De muy jovencito ya se subía a los colectivos de la línea 39 en Chacarita, su barrio. Los choferes lo conocían y muchos de los pasajeros también. En cuando se ponía primera por Federico Lacroze hacia Palermo, empezaba la función nómade. Carlitos comenzaba a desandar chistes, contar pequeñas historias, interpretar personajes y entablar un ida y vuelta genuino con ese público espontáneo y poco usual. Esa platea de 21 asientos que no imaginaba que estaba ante quien, con los años, se convertiría en la gran estrella del espectáculo para chicos y grandes.
A mediados de la década del 50 del siglo pasado tuvo su primera oportunidad para demostrar su vocación por hacer reír a la gente y tras un casting con Délfor Dicásolo –titular de «La revistas dislocada»-, integró el elenco de aquel famoso programa humorístico, emitido por Radio Splendid –donde compuso un personaje muy nervioso que se ganó la simpatía de la audiencia-, y luego conformó un trío humorístico junto a Jorge Marchesini y Alberto Locatti, que no fue sino un trampolín para la elaboración de un estilo y su carrera individual.
Padre libanés y madre croata. Pero fue su tía Norma la que lo indujo a seguir el impulso de su vocación. Con cierto prejuicio generacional, los padres de Carlos no querían que su hijo pasase necesidades, por eso lo alentaban a seguir una carrera algo más estable, que no tuviera los vaivenes que suele conllevar la vida del artista. Muy jovencito, y temiendo a la reacción de su padre, se presentó en una audición radial con el seudónimo de Carlos Valdez. Ganó el concurso. Su papá, no podía ser de otra manera, estaba escuchando, pero no lo reconoció. Al tiempo decidió blanquear la situación y hasta presentarse con su nombre real, aunque el Balaá mutó en el más accesible Balá. No se equivocó.
Su primer personaje fue un hombre nervioso, que de tan crispado generaba risa. Muchos años después, esa creación seguía formando parte de su repertorio. A partir de 1958 se presentó integrando un trío junto a Jorge Marchesini y Alberto Locati. Aquellas participaciones en Radio El Mundo ya lo colocaban en un lugar destacado. La formación humorística sobrevivió hasta 1960, año en el que Balá inició su ascendente carrera personal.
La Telekermese musical y El Show de Antonio Prieto fueron algunos de los primeros programas de televisión en los que participó en aquellos tiempos iniciales. En esa época, además, se había convertido en una de las figuras de Radio Splendid y descollaba con su personaje Jacobo Gómez. En 1962 debutó en Telecómicos, por Canal 9. La propuesta fue un gran espaldarazo para su popularidad. Un año después llegó al teatro con Canuto Cañete, conscripto del siete. Fue tal el suceso que lo contrataron para tener su propio programa: Balamicina, con libros de Gerardo Sofovich. Al tiempo, filmaría la película Canuto Cañete y se sucederían varios programas exitosos como El soldado Balá, con libro de Abel Santa Cruz; El flequillo de Balá, con guiones de Aldo Cammarota; y El clan de Balá, con autoría compartida de Juan Carlos Mesa, Carlos Garaycochea y Jorge Basurto. Que su apellido figurase en el nombre de los programas eran una garantía de éxito.
Fue tal la repercusión de su personaje Canuto Cañete, acaso el primero que logró gran trascendencia de una galería de varios, que fue llevado al cine con diversas historias. Canuto Cañete y los 40 ladrones y Canuto Cañete detective privado conformaron la trilogía que se había iniciado con Canuto Cañete, conscripto del siete. Corría la primera mitad de la década del 60.
Luego de participar en Sábados circulares, con la conducción de Pipo Mancera, comenzaría a desarrollar el show que lo convirtió en la estrella del público infantil. A partir de la década del 70, su programa apeló a una fórmula basada en canciones, sketches y juegos con los niños que visitaban los estudios de Canal 13 o de ATC, donde el formato se consolidó a lo largo de varias temporadas.
Fue en su programa donde se hicieron populares personajes como Petronilo, ese que se repetía a sí mismo: «pega la vuelta, la Argentina te queda chica, necesitás dos números más», o El indeciso. El perro Angueto era invisible, pero acompañaba a Carlitos en su disparate. Y si el humor era un pilar, la música era otro. En cada programa, como repetía en sus presentaciones en teatros y circos, Carlitos cantaba aquellos hits como «Aquí llegó Balá», «Hagamos un gestito de idea»,»Hormigas trabajando», «La carrindanga», «El profesor distraído» o «Felicidad empieza con Fe». El que esté libre de cantarlos, que tire la primera piedra.
Los programas de Balá se sostenían en la inocencia. No apuraban los tiempos de la infancia. Y siempre contenían algún tono didáctico a través de enseñanzas o acciones colectivas como la que se concretaba en el famoso Chupetómetro, aquel gigante recipiente vertical donde los niños dejaban sus chupetes, cuando ya no era edad para tenerlos en la boca. Las cartas que el ídolo recibía se podían contar por miles cada semana. Contenían mensajes y, sobre todo, dibujos de su público. Buena parte de ese acervo, el actor lo conserva en prolijos biblioratos en el escritorio de su piso de la avenida Las Heras, donde vive desde hace años con una vista inmaculada al Río de la Plata. Mientras desarrollaba su show televisivo, Balá también participaba de películas familiares junto a figuras populares como Palito Ortega o Las Trillizas de Oro. Así, estelarizó Dos locos en el aire o El tío disparate, entre tantos otros títulos que siempre contaron con favor del público.
«Hizo una carrera espectacular. Hizo una comicidad sana, sketches, canciones, un montón de películas. Toda la vida se dedicó a su público. Siempre trabajó para la familia. Ese fue su público», reconoce su hija Laura.
«El humor de Carlitos sigue vigente. Lo disfrutan los chicos más chiquitos que lo descubren y los adultos que son los papás de esos nenes, pero que recuerdan su infancia junto a Balá», explica Panam, quien, en los últimos años, contó con Carlitos como estrella invitada de sus espectáculos teatrales. El buen vínculo de ambos artistas los llevó a grabar la canción y el clip de «Cuento con vos» o «El gallo», registrado poco antes de la actual pandemia que sacude al mundo. Allí se lo ve a Balá junto a varias figuras invitadas. «Una vez que terminó la canción, Carlitos seguía emitiendo los sonidos de un gallo. Era tan simpático que decidimos dejarlo en el video», recuerda Panam.
Lejos de pensar en el retiro, siempre se las ingenió, mientras la edad se lo permitió, para estar de gira con su show, acompañar a Panam, presentarse en diversos programas como invitado y celebrar los reconocimientos que, en esta etapa de la vida, está cosechando. Carlos Balá fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura, lo ha reconocido el Senado Nacional y hasta atravesó la estética de bandas como Los Auténticos Decadentes o Los Piojos, que no dudaron en festejarlo. La clásica pizzería Imperio de Chacarita, en la esquina de Federico Lacroze y Corrientes, tiene su foto en la marquesina y una escultura en tamaño real para que los fans posen junto a ella.

Logró trascendencia siendo fiel a su deseo y a un estilo propio. No se dejó llevar por modas ni influencias. Fue él. Y ahí reside, seguramente, gran parte de su éxito. Hasta se dio el lujo de tener lenguaje propio: «Señoras y señores y por qué no lactántricos, tengan ustedes muy buenas tardes. Aquí estamos para hacerlos divertir sanamente y en familia. Haremos lo imposible para que ustedes lo pasen un kilo y dos pancitos. Pero como el movimiento se demuestra andando, andemos. Nos vemos, eaeapepe». Lo que podría resultar inentendible y falto de lógica, Carlitos se encargó que fuese comprendido por todos. Eso solo lo puedo lograr una figura con una profunda injerencia en su audiencia. «Sumbudrule», «zazaza zazaza», «ya mismo y sin cambiar de andén», «duerma sin frazada», «escúcheme una situación», «que lindoooo», un argot propio compartido entre los entendidos del universo Balá.
En televisión trabajó en «La telekermese musical», «El show de Antonio Prieto», «El show de Paulette Christian», «Telecómicos», «Calle Corrientes», «El show súper 9» y, ya como titular, se afianzó con «Balamicina», «El soldado Balá» , «El flequillo de Balá», «El clan de Balá», «Balabasadas», «El circus show de Carlitos Balá», «El circo mágico de Carlitos Balá» y «El show de Carlitos Balá».
Llegó a la pantalla grande con «Canuto Cañete, conscripto del 7», «Canuto Cañete detective privado», «Canuto Cañete y los 40 ladrones», «¡Esto es alegría!», «Brigada en acción», «El tío Disparate», «La carpa del amor», «¡Qué linda es mi familia!», entre otras películas, y su último filme, «Tres alegres fugitivos», rodado en 1988.
En los últimos años realizó giras de circo por las provincias argentinas; en 2009 acompañó al payaso Piñón Fijo en su show y en 2011 participó junto a la conductora infantil Laura Franco en el espectáculo «Panam y circo» como invitado especial y, pese al paso de los años, adquirió un protagonismo inusitado.

Su discografía es más que abundante y curiosamente no surgió al principio de su carrera sino tan solo en 1971, con «El circus show de Carlitos Balá», seguido por «El show de Carlitos Balá», «Papá Balá», «¿Y qué gusto tiene la sal?», «Aquí llegó Balá», «Un gestito de idea», «Los éxitos de Carlitos Balá», «Lo mejor de mi repertorio» y el más reciente «Las más lindas canciones de Carlitos Balá», editado hace nueve años. Los éxitos de venta nunca le fueron ajenos.
Su vida fue reflejada en un libro, «Aquí Llegó Balá – La fabulósica vida de Carlitos», escrito por Rubén Carrera, autotitulado «su fan número 1», que recopila lo más significativo del artista, desde su niñez y primera juventud, su consagración como artista popular y la permanencia de su figura. Popular)
