
Alvaro Lafarge, un joven de 26 años que vive en Junín, fue noticia en 2017 al convertirse en el primer bombero que tiene Síndrome de Down de la provincia de Buenos Aires.
Cinco años después, su madre, Mariana, destacó la incansable labor de su hijo y dejó un mensaje para los padres cuyos hijos tienen el mismo síndrome: «No hay que bajar brazos como papá, lo que ellos no pueden poner en voz, lo tenemos que hacer nosotros».
Su historia como bombero se remonta a 2014 cuando su familia comenzó a luchar para que Alvaro cumpla su sueño, sigue escribiendo nuevos capítulos en pleno 2022.
«Una noche estábamos cenando y Alvaro me dijo que quería ser bombero. Yo, en ese momento, lo miré y le dije que no podía. Me preguntó por qué no podía, no le contesté y seguí cenando. Al otro día, estaba en el cuartel hablando con el jefe de Bomberos y le conté lo que había pasado. Yo no le podía decir a él (por Alvaro) que no podía ser bombero porque tenía Síndrome de Down. Es mi hijo y tampoco es un fundamento para él», comenzó Mariana.
La mujer continuó: «Lo invitaron a Alvaro al desfile del 25 de mayo para estar arriba de la autobomba. Lo llevaron al cuartel y le presentaron a todos los bomberos, y después lo hicieron ir dos o tres veces por semana y le mostraban, mientras era supervisado, cómo se hacían las cosas».
El nombramiento
Sin embargo, todo se estancó de un día para el otro. «Cuando cambiaron de jefe, sabía que las cosas no iban a ser igual. Me dijeron que no, que no se iban a hacer responsables de Alvaro. Empezamos a llamar al Ministerio de Seguridad, fuimos de oficina en oficina hasta que una noche le dije a mi marido que iba a escribir una carta en Change.org (una plataforma digital para juntar firmas) contando el caso de Alvaro para que me escuchen. En una noche se juntaron 17 mil firmas», rememoró la mujer.
Tres meses después, se firmó la resolución para su nombramiento. Así comenzó su sueño, el cual perdura hasta el día de hoy. «Alvaro es empleado permanente, cobra un sueldo como personal civil y va todos los días, cumple 30 horas por semana, aunque a veces son más. Ahora está yendo con un compañero a las escuelas a dar charlas de RCP, también aprendió a cómo asistir a una embarazada en la calle y cómo actuar ante un accidente. El está muy feliz», manifestó su madre con total alegría.
«No hay que bajar los brazos»
«No hay que bajar brazos como papá, lo que ellos no pueden poner en voz, lo tenemos que hacer nosotros. Para que Alvaro pueda hacer lo que está haciendo, tuve que luchar durante cuatro años. Entonces, siempre hay que acompañar y demostrar que ellos pueden, que son personas y no hay dos mundos: uno para las personas sin discapacidad y otras para las que tienen alguna discapacidad. El mundo es uno solo, siempre hay que ayudarlos», agregó.
Asimismo, Mariana se mostró crítica al respecto y dejó en claro que lo más importante para ella es que su hijo pueda tener una vida activa, mezclando actividades, amigos y, en especial, ser feliz.
«Yo he discutido con muchas madres con hijos con Síndrome de Down. A ellas solo les importaba lo pedagógico, pero no los dejan vivir. El nene sale de la escuela y va a la psicopedagoga, a la terapista ocupacional, a la fonoaudióloga ¿cuándo juega? ¿cuándo está con sus amigos? A esos chicos que intentaron que terminen siendo Albert Einstein los veo solos, mi hijo nunca está solo. Va a las peñas, juega al fútbol, va a las prácticas, sale al boliche, lo invitan a comer un asado; nunca sus amigos se olvidan de él», afirmó.
Añadió que Alvaro «si te puede ayudar, te va a ayudar; si te pasa algo, te va a llamar cien veces durante el día para saber cómo estás y qué te pasó». Y finalizó: «El día que yo no esté, mi hijo va a tener una ocupación». (Diario Popular)
