Las fuertes lluvias de principios de marzo en toda la región tuvieron un impacto trágico en Bahía Blanca y su zona cercana inundación, pero también trajeron -y aún hoy traen- dolores de cabeza en algunos distritos del Sudoeste Bonaerense y parte de la provincia de Buenos Aires.
Con campos y caminos rurales anegados o intransitables, en muchas ocasiones quienes se encuentran a cargo de los trabajos de reparación se encuentran con una verdad insalvable: a dónde mandar el agua que queda estancada. Los lugares posibles no son muchos.
Para los chacareros, la cuestión tampoco es sencilla, ya que están impedidos de sacar su producción o, en plena cosecha gruesa y siembra de fina, de ingresar vehículos pesados a sus campos. En estos casos, los problemas no solo se dan en los caminos rurales sino también en el interior de los cuadros, que ante estas situaciones son utilizados como lugar de paso, con las roturas que eso ocasiona; por eso, varios chacareros ya se están negando a abrir sus tranqueras y habilitar el tránsito interno.
El sistema de las Encadenadas del Oeste, que comprende varios distritos de la región pero tiene incidencia directa en tres de ellos, ha sido noticia en cada momento de lluvias intensas en el último medio siglo, ya sea por los problemas de inundación que se generan como por el manejo de la altura de las lagunas que lo componen.
La noche del 6 de marzo, apenas unas horas antes de que se desatara la tragedia en Bahía Blanca, el caudal de agua que corría por la cuenca era tal que una estructura sobre la ruta provincial 65, en cercanías a Guaminí, conocida como el Puente de Otto, debió ser cerrada al tránsito porque el pavimento había cedido. En esta ciudad hubo anegamiento de calles y hubo que abrir las defensas costeras para que el agua pudiera escurrir hacia el Lago del Monte.
Hoy, a tres meses de la inundación, la situación es prácticamente normal. Las cinco lagunas que componen el sistema se encuentran por debajo de sus alturas objetivo, de acuerdo al manual de manejo de la cuenca, pero crecieron luego de las lluvias exclusivamente con aportes de las precipitaciones y sus afluentes. No hubo manejo mediante sistema de compuertas o bombas.
El sistema cuenta con cinco lagunas, que vierten una sobre otra por gravedad, en el siguiente orden: Alsina, Cochicó, del Monte (en las costas de Guaminí), del Venado y Epecuén (en Carhué). Además de algunos afluentes naturales, reciben el líquido que baja desde las sierras de Ventania a través del partidor de Piñeyro, en cercanías de Coronel Suárez, y del río Sauce Corto; otra parte de esta agua se puede desviar hacia el arroyo Huáscar y la cuenca del Salado.
Los más de 300 milímetros de principios de marzo cambiaron un escenario de seca y de baja de cota que venía desde hace meses: las lagunas crecieron mucho en tan solo unos días. Si bien en la actualidad todas se encuentran cercanas a su altura objetivo, lo cierto es que luego de las lluvias, y en poco tiempo, sus niveles subieron entre 40 y 180 centímetros.
Por supuesto, se está muy lejos aún de un escenario crítico como el vivido en 2017, con el agua avanzando sobre localidades enteras y campos, y haciendo peligrar la infraestructura edilicia.
“Veníamos de aquella inundación y recién ahora nos estábamos acomodando con la cota de la laguna -reconoció Fabio Robilotte, representante de Adolfo Alsina en el comité de Cuenca de las Encadenadas del Oeste-. De cualquier modo, estamos lejos de tener problemas, porque las lagunas tienen capacidad de almacenamiento”.
A partir de las lluvias del 6 de marzo, la laguna Alsina creció mucho, por lo que comenzó a operar el partidor de Piñeyro de acuerdo a lo estipulado en el manejo de la cuenca: cuando este espejo de agua llega a una altura determinada, hay que derivar el líquido que baja desde las sierras por el arroyo Huáscar, hacia la laguna El Tordillo y De Juancho, en cercanías de Daireaux y Bolívar, y desde allí se envía a la Cuenca del Salado.
“Todo esto se hizo en base a un manual de manejo del sistema, que avala y dice qué hacer en cada momento. Así, cuando se estabilizó la altura de las lagunas, abrimos las compuertas entre Alsina y Cochicó, para que ingresara agua en forma ordenada; lo mismo ocurrió hacia Del Monte y Del Venado”, comentó.
En esta última todavía queda mucha capacidad de almacenamiento. De hecho, hace un tiempo se había comenzado a utilizarla como una suerte de zona buffer en caso de crecidas, por lo que permitiría aliviar los espejos de agua precedentes.
“En Guaminí, para evitar inundaciones, se abrieron dos brechas a los costados del terraplén y el agua que estaba adentro del pueblo escurrió hacia Del Monte –recordó-. Epecuén subió un metro en 20 días, una altura de agua que vamos a tardar cinco años para que se evapore; es mucha cantidad de agua”.
Así, todo el sistema mantiene una situación de equilibrio casi impensada luego de las lluvias de marzo, con algunas cotas cerca de su máximo. De acuerdo con las mediciones de principios de junio, Epecuén tiene una altura de 93,49 metros sobre el nivel del mar, cuando su altura objetivo es de 93 msnm. Del Venado tiene 104,36, con un objetivo de 105; las mediciones de Del Monte son 104,86 y 105; Cochicó, 106,44 y 106,5, y Alsina 109,92 y 109 metros.
“Todavía estamos por debajo de las cotas objetivo; a partir de ese punto recién se puede comenzar a regular el agua. En Epecuén estamos por encima del límite, pero sin ningún tipo de problema; el único inconveniente puede estar en Del Monte, porque las brechas quedaron abiertas y no podemos elevar mucho el nivel de agua para no traer problemas en Guaminí”, reconoció.
Robilotte explicó que durante las últimas precipitaciones, la situación no llegó a ser crítica para las localidades, aunque la altura de las napas está generando algunos inconvenientes. También están complicados los caminos rurales de toda la zona.
“Las napas no alcanzan a bajar porque no está evaporando, porque no hay temperatura. Vamos a tener un invierno complicado, con mucha agua en la superficie. Un poco va a ir drenando hacia las lagunas, pero va a tardar”, advirtió.
Esta situación, aclaró, no es exclusiva de Adolfo Alsina o Guaminí, sino que se repite en otros distritos del Sudoeste Bonaerense, como Puan, Coronel Suárez, Daireaux, Bolívar o General La Madrid. Incluso, días atrás, el intendente suarense Ricardo Moccero había mostrado su preocupación por el manejo del Partidor de Piñeyro, ya que se estaban inundando campos y el agua estaba llegando a las colonias alemanas.
“No hay manera de arreglar los caminos y no hay equipamiento para llegar a todos esos lugares donde cayó tanta agua de golpe. Además, estos municipios están desfinanciados. En ese aspecto, los destrozos provocados por el agua son muchos”, lamentó.
