Gonzalo Bidart nació en Montevideo, Uruguay, tiene 35 años y vive en Capital Federal, en Parque Patricios. Trabaja como enfermero en el Instituto Cardiovascular de Belgrano en horario nocturno y tiene un estilo de vida vinculado al compromiso social, solidario y a su bicicleta. Su novia, Daiana Tolaba, hija de salteños y enfermera de Neo, lo apoya en este camino y filosofía de vida.
A principios de este año unió CABA con Bahía Blanca en un viaje que hizo en gran parte sobre dos ruedas en el que conoció la esencia de nuestros pueblos del sudoeste bonaerense.
Ahora se propuso un desafío mayor que cumplirá este martes 14: hacer un fondo de 250 Km desde Cañuelas a Rauch con el fin de juntar fondos para el comedor El Milagro de Monte, de Quilmes.
«Este comedor se sostiene por el alma generosa de los vecinos y sobre todo de María Cañete; en este contexto donde el Gobierno Nacional no le otorgó un paquete de arroz a ningún comedor comunitario la solidaridad del pueblo es una vez más el héroe o heroína sin capa para llenar panzas y corazones», expresó el ciclista.
Conoció el comedor por las redes de un medio de comunicación audiovisual y se comunicó con María quien le contó que desde diciembre se sostiene por la ayuda de los vecinos y sus propios aportes.
Antes cocinaba todos los días y ahora solo tres veces por semana al mediodía. Siempre hay gente a la que no le puede dar por más esfuerzos que haga. La mayoría son niños y jubilados, la población más vulnerable.
Por eso Gonzalo decidió entrar en acción con esta iniciativa que además podría ser replicada en otras partes del país.
«Va a ser un desafío deportivo para mí y un crecimiento hacer esta distancia en un día pero tengo fe de poder llegar», añadió.
Si bien se prepara físicamente para afrontar esta propuesta, por su trabajo en el sistema de salud, también colapsado en el actual contexto, este recorrido le significa un gran esfuerzo ya que realiza guardias nocturnas.
Gonzalo pasó su infancia en Uruguay donde vivía en una casilla muy humilde. Quizás por ello no puede ni quiere mirar para otro lado cuando se trata de solidaridad y de atender la situación de aquellos más golpeados por la crisis actual que luchan por sobrevivir y tener un plato de comida.
Su vínculo con las dos ruedas nació cuando era chico. A los 10 años recibió una sorpresa que todavía le emociona recordar. Se despertó por la mañana y vio en la punta de su cama una bicicleta que su papá le había dejado allí al llegar de la fábrica donde trabajaba.
«No me olvido más de mi viejo en el taller, en el galpón con todas sus herramientas, desarmando su antigua bicicleta. No era ciclista, pero era inteligente y le gustaban los fierros. Ahí aprendí sobre mecánica» contó.
A partir de los 20 años Gonzalo se hizo uno con su vehículo y ya no se despegaron más.
«La bici es un modo de vida, una filosofía y una cierta rebeldía a muchas cosas que están mal», dijo.
«Es buscar un camino alternativo al mundo de hoy en el que todo sucede rápido que pasamos por arriba de todo sin darnos cuenta. Es una pasión deportiva y la demostración de que hay otra vida posible detrás de lo que nos muestran todos los días y la bicicleta te va enseñando eso», reflexionó.
Además, en bicicleta es posible llegar a lugares que con un auto no se puede ingresar y es un grano de arena para no contaminar. De hecho, varios países del mundo están implementando y fomentando el ciclismo en la ciudad.
«Es un amor muy groso. La bici, unos libros y el mate y estoy contento», dijo.
Gonzalo recorrió la periferia de Uruguay en bicicleta desde Colonia del Sacramento hasta la Barra del Chuy y la frontera con Brasil. De allí subió a Artigas, Bella Unión (frente a Corrientes, Monte Caseros) y bajó por el litoral, por la ruta 3, hasta Colonia y finalmente regresó a Montevideo.
En su viaje desde CABA a Bahía llegó en tren a Pehuajó y desde allí fue bajando hasta finalizar el recorrido en Bahía Blanca para conocer nuestra zona y visitar a un amigo.
La mayor parte de su recorrido fue por caminos rurales porque observó que en ciclismo de ruta había perdido el «modo paseo» y quería ir obligarse a ir más despacio para conocer mejor otras realidades y pueblos.
Guaminí le gustó mucho, sobre todo la laguna, porque es pescador. Se enamoró de la puesta de sol allí. Parecía estar en e mar o en un río. Pensó en cómo todo ese lugar tiene historia de los pueblos originarios. Es un lugar cargado de mucha energía.
De Carhué lo sorprendió el lago Epecuén. Se metió en sus aguas y salió «petrificado». De noche la arena estaba caliente.
«Allí estuve con Guido, un viajero que conocí en el camino. Fue surrealista ese lugar parecía estar en un cuento de Edgar Allan Poe pero fue mágico», recordó.
«Lo que tienen en común los pueblos del interior es la solidaridad de la gente que te va haciendo el viaje, te ayuda, se acerca a preguntarte cómo estás y hasta te regala comida y plata si hace mucho que estás viajando. Esa hermandad no tiene bandera, ni límites. Los pueblos no tienen bandera», sostuvo.
Por su parte, María Cañete, al frente del comedor que será beneficiado por la recaudación de fondos, grabó un video en Instagram para agradecer su gesto y desafío.
«Te quiero agradecer lo que estás haciendo, lo que vas a hacer es por los chicos y por la gente que necesita. Mi trabajo es eso. Estoy muy agradecida por lo que estás haciendo y a toda la gente que te va a acompañar. Ojalá que tengan suerte», expresó la mujer.
El alias para colaborar es ELMILAGRODELMONTE. Cualquier aporte, por mínimo que pueda parecer, es importante y será bienvenido.
El IG de Gonzalo es @gonzalobidart_oriental
(*Por Anahí González Pau / La Nueva)